Todos los actores que inciden en las toma de decisiones en la sociedad
dominicana, reconocen que el país tiene grandes desafíos institucionales que se
han constituido en barreras para su avance hacia la construcción de una
sociedad más incluyente y que genere bienestar colectivo.
El logro de una educación de calidades, sin lugar a duda, el más
importante de los desafíos a superar, a mediano y largo plazo. Una vez sea
alcanzado, estarían dadas las condiciones para que el país pueda afrontar
exitosamente la desigualdad social y la pobreza, que, combinadas, traban el
desarrollo nacional.
En la dirección anterior, a finales de marzo del año 2014 fue firmado el
Pacto Educativo, previsto en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo.
El proceso de diálogo involucró a más de 9,000 personas que participaron
en una consulta nacional y mesas de trabajo coordinadas por el Consejo
Económico y Social (CES).
La sociedad dominicana aportó más de 50 mil propuestas dirigidas a
mejorar la educación preuniversitaria, universitaria y técnica.
Hubo un entusiasta abordaje de las propuestas hasta arribar a consensos
en torno a grandes temas como la igualdad de oportunidades, calidad y
pertinencia de los aprendizajes, dignificación y desarrollo de la carrera
docente, cultura de evaluación, modernización de la gestión del sistema
educativo y adecuado financiamiento.
En la medida en que ha avanzado el tiempo, los progresos esperados han
sido lentos, y peor, podrían avecinarse conflictos entre el sindicato que
agrupa a los profesores y el Ministerio de Educación debido a la implementación
de las reformas ya consensuadas y aprobadas.
Mientras que otros actores relevantes dentro del sistema educativo
nacional guardan un inexplicable silencio.
Sin embargo, hay que apostar al optimismo, si verdaderamente se quiere
una educación de calidad. La desesperanza nos inmoviliza, en tanto que la
educación requiere de optimismo y sólo se avanza a partir de la pedagogía de la
esperanza.
La enseñanza de calidad desempeña un rol de primer orden porque impacta
en las dimensiones filosófica, política, humana, psicológica y económica de las
personas en cualquier parte del mundo.
Los intereses particulares no pueden primar sobre los de carácter
colectivo; una educación inclusiva contribuye a la tranquilidad y la paz social
en todas las sociedades, dado el hecho de que proporciona la esperanza y la
realidad de escapar de los estratos sociales y económicos menos favorecidos.
En un mundo globalizado e interdependiente, como el actual, se requiere,
cada día, de sociedades que sean capaces de aprender y generar conocimiento,
visto éste como un componente económico indispensable para avanzar hacia el
desarrollo humano sostenible.
Y la educación de calidad va a requerir de que entre los actores del
sistema educativo se desarrolle una cultura de investigación, que de acuerdo a
Carlos Alberto Torres y Jaime Morrow, en su trabajo “Estado, globalización y
política educacional”, señala que “es clave en la generación de conocimientos
para una economía global y se requiere de la capacidad de aprender rápidamente,
pero principalmente de aprender de manera permanente, y de trabajar en equipo
de manera confiable y creativa”.
Las autoridades educativas, los dirigentes del sindicato de profesores y
los demás actos del sistema educativo deben entender que para avanzar hacia la
calidad educativa deseada, hay que trabajar juntos, a partir de la pedagogía de
la esperanza.
Fuente: http://eldia.com.do/educacion-de-calidad-y-pedagogia-de-la-esperanza/
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