Siempre hemos afirmado en este blog que “Calidad Educativa” es un concepto con múltiples sentidos y dimensiones. En esta publicación la autora se ocupa de la evaluación de la docencia, en función de la Calidad Educativa ¿Cómo se justifica la evaluación del docente?
"La preocupación
generalizada por la calidad de la enseñanza está otorgando una importancia creciente
a la valoración de la eficacia del profesor en ejercicio. si bien aún es
reducido el número de países en los que se ha iniciado como una práctica habitual
en los centros que imparten la escolaridad obligatoria" (Martín-Moreno
Cerrillo).
Actualmente, la evaluación del profesorado es necesaria como
señala Nieto, no sólo para la mejora de la enseñanza, no sólo para reducir el
fracaso escolar y acabar con los métodos didácticos que exigen esfuerzo inútil
tanto para los alumnos como para los profesores; sino también para rendir
cuentas a la sociedad de la labor del profesorado y justificar gastos públicos.
Entendida de esta manera la evaluación se considera como útil y viable,
ayudando a la toma de decisiones válidas y justificadas permitiendo, además,
establecer procedimientos para la mejora educativa y la labor docente,
controlando la calidad de los mismos (Tejedor). La evaluación en una sociedad
democrática es un componente ineludible si queremos prestar un servicio de
calidad y de mejora educativa. En este sentido Cronbach afirma que la
evaluación, en general, consiste en facilitar un proceso democrático y
pluralista de intercambio de información entre todos los participantes de un
programa.
Aunque la evaluación del profesorado surge con gran énfasis
e interés para mejorar la calidad de las instituciones educativas y el
desarrollo profesional del docente, rendir cuentas, etc. además de atender a
las exigencias legislativas, también es cierto que alrededor de este tema
existe una nebulosa atmósfera de amenaza, de negación, rechazo y aversión del
profesorado hacia todo aquello que tenga que ver con la evaluación. Predomina
un enfoque sancionador, controlador y de fiscalización. Los docentes sienten miedo
y angustia frente a la utilización de la información obtenida por el evaluador
(Hernández y Saramona). Así como también, temen a la evaluación docente por el
conflicto que ésta puede provocar en el profesorado respecto a su necesidad
interna de seguridad y porque ésta sea percibida por muchos docentes como un
ataque a su autonomía profesional. Siendo, muchas veces, un problema de
actitud, de voluntad, de formación, etc.
Si este es el sentir de una gran parte del profesorado creo
que, en estos momentos, es inevitable aludir a la necesidad de difundir una
cultura educativa de la evaluación entendida como proceso de desarrollo, mejora
profesional y personal del docente y garantía de calidad, centrada más en
procesos de autoevaluación de la propia práctica antes de poner en marcha un
plan de evaluación externo del profesorado. Como señala Bolívar si la autoevaluación
fuera una práctica extendida, no se requerirían evaluaciones externas que es la
tendencia a la cual estamos abocados, en la actualidad, puesto que como él
plantea "la evaluación del desempeño
docente está en las agendas políticas de mejora, llegando a configurarse como
la nueva ortodoxia del cambio educativo".
Aunque, hoy por hoy, la evaluación docente está presente en
la política educativa de los países creo que, ahora más que nunca, es necesario
instaurar prácticas autoevaluativas que doten de sentido y coherencia a la
docencia y que, por supuesto, ayuden a detectar los puntos fuertes y débiles.
Evaluar la tarea del profesor debería de concebirse como necesidad intrínseca
de mejora y desarrollo profesional para el propio docente y no como mera
exigencia burocrática. El profesor como profesional autónomo es el principal
interesado en conocer la eficiencia de su actuación, el papel de los recursos,
de la metodología utilizada, el grado de satisfacción de la programación
prevista, etc. Desarrollo profesional que pasa inevitablemente por un proceso
de evaluación de su propia práctica docente que no debería verse como una
estrategia de vigilancia jerárquica que controla las actividades de los
profesores sino una forma de favorecer y fomentar la mejora y el perfeccionamiento.
Además, la evaluación docente como estrategia de desarrollo profesional supone
también un factor de motivación para el profesorado siempre que se desarrolle
en un contexto participativo, integrador y plural.
Extraído de:
Evaluación de la práctica docente y calidad educativa: una
relación encadenada
María Amparo Calatayud Salom
Profesora Titular de Universidad, Departamento de Didáctica
y Organización Escolar.
Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Universidad
de Valencia, España.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario