Consideramos que pocos aspectos están más relacionados con la Calidad Educativa que la comprensión lectora y las capacidades relacionadas con la lectura y escritura ¿Qué es necesario tener en cuenta al respecto, en la formación docente? ¿Cuál es el rol de la investigación? ¿Y el de la lectura y escritura?
Se comentan en el ámbito académico colombiano los resultados
obtenidos por los estudiantes de los últimos años de bachillerato y la
correspondiente clasificación de nuestro país en los últimos lugares en las pasadas pruebas Pisa (2013), dejando
de esta forma un debate abierto sobre las posibles causas del desempeño de nuestros jóvenes en dichas pruebas
internacionales. Recordemos en que consisten estas pruebas:
El Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes
(PISA) es una prueba elaborada por la OCDE, con aplicación cada tres años desde
1997. México se incorporó al programa en el año 2000. Esta evaluación la
resuelven estudiantes de 15 años en más de 60 países en el mundo; PISA evalúa
competencias en tres áreas: matemáticas, ciencias y lectura. Esta prueba busca
conocer en qué medida los estudiantes de 15 años han adquirido los
conocimientos y habilidades relevantes para participar activa y plenamente en
la sociedad moderna.
Con todo lo anterior, es urgente girar la discusión un poco
y dejar de apuntar a culpables, y revisar
con mayor detenimiento las posibles causas de dicho desempeño, además de
empezar a implementar de forma paulatina y con firmeza estrategias de
intervención continua que ayuden a mejorar la calidad educativa.
Para empezar hablemos de la cualificación docente. Sin duda
es uno de los temas que mayor apoyo puede brindar: la vocación docente es un
compromiso digno de admirar, y más aún cuando se enriquece con un mejoramiento
continuo, con acceso a temas que conduzcan al fortalecimiento de la pedagogía y
la didáctica.
No obstante, es preciso recordar ciertas condiciones de
nuestro contexto, lo que implica quizá el mayor reto para el docente de hoy: el
orden público, la difusión de nuevos valores en ciertos sectores de los medios
de comunicación, el subvalorado aprecio a la formación profesional, entre
otros, son los más fuertes desafíos que enfrentan el mundo educativo y el
entorno social.
Por tanto, la gran misión de la Educación Superior
es lograr no sólo retener al estudiante, sino también mostrarle las
inmensas posibilidades que subyacen en
el proceso educativo; en este sentido debemos formar estudiantes que descubran
cómo su paso por la universidad es también esa posibilidad de comprender con
importantes herramientas el contexto que les rodea, mostrarles las oportunidades que les
brinda, de la mano de unas capacidades
que demandan; es mostrarles que estudiar realmente es el mejor proyecto vital y
que no se limita a un mero trabajo asignaturista, que si bien propende por una
formación especializada, también debe plantearle una formación para la vida y
para el medio.
En virtud de lo anterior, no es suficiente preocuparse por
las alarmas encendidas luego de unas pruebas externas; desde el mismo ingreso a
la educación superior, esta debe indagar por las necesidades constantes, por el
desempeño en cada etapa, por las motivaciones profesionales y personales, por
su proyección y rol social.
Otro tema que deben plantearse las universidades: el deber
de promover la investigación.
Como docente investigadora puedo decir que los mayores
aprendizajes en relación con mi campo disciplinar los he obtenido en la labor
de investigación y escritura académica, lo que me hace pensar en el valioso
tiempo que desaproveché lejos de la investigación durante el transcurso de mi
formación universitaria. Quiero resaltar con esto el inmenso valor de los
semilleros de investigación, espacio de grandes aprendizajes y sobre todo para
la formulación de preguntas sin cansancio. Por supuesto, el valor del tiempo y
aprendizaje en las aulas de clase es importante, pero es un espacio pequeño,
que como buen detonante debe conducir al estudiante a otras experiencias, a más
lecturas, a la escritura y a la investigación, actividad que muy seguramente conduce
al más significativo y perdurable proceso de alfabetización académica, a la
literacidad en su mejor expresión.
Ahora, puedo decir que creo con firmeza en la educación
superior y en las competencias que esta brinda, pero la educación básica sufre
grandes problemáticas que involucran a una población joven, inexperta, que
carece casi siempre de proyectos y que
ni imagina que necesita formarse en competencias; personalmente, la
investigación en la básica puede ser un gran motor de ayuda, para promover en
ellos una verdadera inquietud hacia el conocimiento, mostrándoles como pueden
ser parte de la solución a muchos problemas,
incluso de orden social de la mano de la academia, por ello también la
necesidad de docentes y directivos que defiendan con toda convicción la
investigación.
Es por ello que el tema principal de la formación en
competencias debe apuntar muy especialmente al ejercicio continuo de la lectura
y de la escritura (sobre todo en contextos educativos virtuales); una lectura
crítica que lleve a la discusión y que invite a evaluar la actualidad y la
contingencia, que convoque a otras lecturas de forma permanente, que no se
quede simplemente en la posibilidad de evocación, sino de construcción y de
continuas preguntas, que sólo otras lecturas ayuden a resolver, para de esta
forma, formular nuevas lecturas; lecturas que faciliten el diálogo entre
diferentes disciplinas del conocimiento y que exijan pensar, definir, indagar.
Con respecto a la escritura, es una competencia fundamental
que debe promoverse con fuerza, y la academia tiene también un compromiso y
responsabilidad en este ámbito de formación. Podrían pensar muchos que todos no
deben o no pueden ser escritores, no obstante, si se habla de una formación
profesional que implica unos procesos de alfabetización en lectura, escritura,
análisis, resolución de problemas, entre otros, dicha formación podrá
evidenciarse con rigor también en el ejercicio de la escritura. En este
sentido, todo profesional tiene la posibilidad de escribir sobre su propio
saber, sobre su oficio y las reflexiones que de ello se desprenden; como bien
lo dice el autor Bernardo Peña Borrero
La escritura le
permite al maestro sacar a la luz lo que estaba implícito en su mente,
convertir el pensamiento en algo tangible que se puede detener, examinar,
organizar, interrogar, reescribir, editar. La escritura lo lleva a descubrir
facetas inéditas de su trabajo que nunca había visto antes con tanta claridad.
Lo hace más sensible para detectar la falta de conexión entre hechos o ideas
cuya relación le había parecido obvia en principio. Lo obliga a profundizar
mucho más en su reflexión y a ser mucho más cuidadoso con lo que dice.
Por supuesto, propongo la cita anterior, para todas las
profesiones, pues finalmente en cada una de ellas debemos ser agentes
propositivos e innovadores, y creo sin titubear que es la escritura el espacio,
habilidad, competencia que permite evidenciar toda una serie de condiciones y
niveles en nuestro proceso de alfabetización.
Quiero concluir esta reflexión recordando que es nuestro
deber demostrarles a los estudiantes que la educación y el desarrollo de
competencias, no sólo son un mecanismo de movilidad social y económica, sino su
mejor inversión personal; si logramos algo de esto, muy seguramente no serán
unas determinadas pruebas nuestro “termómetro” de calidad, será la misma
sociedad, inquieta, lectora y con deseos de escribir (producir
significados), la que nos indicará los
más reales y exactos resultados.
Extraído de
Cómo citar el artículo
Sanchez Ceballos, L. M. (2014). La literacidad académica: un
asunto más allá de los resultados. Revista Virtual Universidad
Católica del Norte, 41, 1-3. Recuperado de
http://revistavirtual.ucn.edu.co/index.php/RevistaUCN/article/download/460/970
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