Pseudociencias y teorías más o menos sesudas han ganado hueco en la práctica y el imaginario de muchos docentes, en todas partes y sin excepción: inteligencias múltiples, lateralidad cruzada, estilos de aprendizaje, gimnasia cerebral… Intentamos dar una explicación y alguna solución ante las resistencias frente a las prácticas basadas en evidencias científicas.
Cuando
Miguel Bosé se hizo uno de los protagonistas indiscutibles del pasado
confinamiento, una parte de la población miraba para otro lado víctima,
seguramente, de cierta incredulidad, otra de vergüenza ajena y, en no menor
medida, indignación. Hablar, cuando la mortalidad crecía sin freno aparente
espoleada por la pandemia global, de chips metidos en vacunas parecía, cuanto
menos, poco inteligente. Pero, al mismo tiempo, otra parte de la sociedad veía
en las declaraciones del cantante una explicación plausible de lo que estaba
pasando. El colectivo de antivacunas ha conseguido un importante triunfo
durante la pandemia, a pesar de que la lógica corre en dirección opuesta.
Y a esta
fauna se ha unido también otra, la de quienes abrazan las teorías terraplanistas e,
incluso, la de quienes, ya desde hace décadas, defienden que el calentamiento
global es un invento. De hecho, hemos visto en las últimas semanas a algún
representante público ponerlo en entredicho por las importantes nevadas traídas
por Filomena a buena parte del país.
En
educación también es posible hablar de terraplanismo, aunque con la salvedad de
que algunas de las teorías que se manejan en el sector tienen más prédica que
la primera. Hablar de los estilos de aprendizaje y la importancia de que el
profesorado adecúe su práctica al que tenga cada uno de sus alumnos podría ser
una de sus manifestaciones más importantes. Pero el asunto es que no hay
evidencia científica que dé peso real al impacto de los estilos de aprendizaje
en la educación de chicas y chicos.
En un
artículo publicado por Marta Ferrero, Tom E. Hardwicke, Emmanouil
Konstantinidis y Miguel A. Vadillo, The effectivenessof refutation
texts to correct misconceptions among educators (La efectividad de los
textos de refutación para corregir conceptos erróneos entre educadores, en su
traducción) señalan otras teorías o prácticas bastante extendidas, como la que
habla de los hemisferios cerebrales y cómo en cada persona uno manda sobre el
otro; o el entrenamiento de integración auditiva, la terapia de patrones o el
sistema Brain Gym o programa HERAT, como se aplica en algunos centros de la
Comunidad de Madrid. Pero también podríamos nombrar otras como las
inteligencias múltiples, por ejemplo.
En este
vídeo, la propia Marta Ferrero da cuenta de algunos de los métodos o teorías
más extendidas entre el profesorado y que no tienen base científica de ningún
tipo.
Y ¿por
qué persisten?
Ana Ribot
es maestra y pedagoga, doctora en Educación y responsable, entre otras cosas,
de EduCaixa, el programa educación de la Fundación de la Caixa. Ha dado clase
en centros educativos y en universidades formando a personal docente durante
años y, basándose en su experiencia, asegura que uno de los primeros problemas
es la falta de formación en competencia investigadora, tanto para el futuro
profesorado como entre muchos docentes universitarios.
Junto a
esto, destaca una importante desinformación que hace que se tomen resultados de
investigaciones sin conocer cómo se han realizado, en qué contextos, como si
fueran transplantables en cualquier situación. Da el ejemplo del mito de la
lateralidad del cerebro y cómo muchos de los estudios en los que se basan se
hicieron con personas que habían sufrido importantes accidentes que les habían
dejado una mitad del cerebro sin funcionamiento.
Para
Carlos Segura, docente de matemáticas en secundaria, profesor de Didáctica de
las Ciencias en la Universidad de Valencia y asesor técnico del CEFIRE de
Valencia (centro de formación docente), entre los problemas que pueden estar
ayudando a que este tipo de teorías tengan tanta prédica se encuentra la falta
de evaluación e investigación sobre su impacto en la educación.
Este
profesor asegura que el sistema de acreditación implantado en las universidades
y del que dependen, no solo pero también, la consecución de méritos y logros
dentro de la carrera docente universitaria, impacta negativamente en la
posibilidad de realización de este tipo de investigaciones. Se priman las
investigaciones cortas, muy especializadas que generan una importante cantidad
de artículos publicables en revistas de impacto y, por contra, otras como estas
que necesitarían de importantes cantidades sujetos de investigación durante
importantes periodos de tiempo, quedan relegadas.
Ribot
cita a Andreas Schleicher, responsable de Educación de la OCDE quien, en una
conferencia hace unas semanas, aseguró que ahora es más importante ser viral
que riguroso. Opina que hoy día falta pensamiento crítico entre una parte del
profesorado a la hora de recibir información y formación sobre su práctica.
Para
Segura, a esto se suma el papel de las administraciones educativas y,
concretamente, de las políticas educativas, que no fomentan el trabajo en red
de los centros universitarios y de los centros educativos y que podría generar
importantes datos sobre lo que funciona y lo que no en las aulas. Dándole una
validación importante a la práctica de miles de docentes. «Llama la atención,
asegura, que las administraciones educativas no tengan listas de centros a los
que las y los investigadores de la universidad puedan dirigirse para hacer sus
trabajos». Estos contactos, comenta, acaban dependiendo de los conocidos o
amigos de quienes están investigando. «Esto no pasa en otros países».
Ana Ribot
cree que sería interesante que las consejerías que llevan Educación y
Universidades sí generasen espacios de diálogo entre la escuela y la
universidad. Más allá de la desconexión entre ambas, también están las
suspicacias que generan uno y otro lado del sistema educativo en no pocos
casos.
Además,
hay una desconexión importante entre los tiempos de la política y la sociedad y
los de la ciencia y la investigación. Mientras los primeros exigen rapidez en
la transformación de la escuela, los segundos necesitan de periodos más
extensos para evaluar los resultados que se están dando.
Uno de
los problemas fundamentales, sin duda, es la falta de textos e investigaciones
hechos en nuestro idioma. Según sostiene Carlos Segura, tenemos muy poca
tradición de realizar trabajos cuantitativos y sí cualitativos, más cercanos a
la pedagogía («más cercana a la filosofía que, por ejemplo, a la psocología»,
asegura). Pero existen algunas posibilidades de acercarse a prácticas basadas
en la evidencia en la literatura anglosajona.
Dónde buscar
Tal vez
uno de los elementos más importantes en los últimos años sea el estudio de John
Hattie, Aprendizaje visible para profesores. Maximizando el impacto en
el aprendizaje (editorial Paraninfo. 2017). El texto, publicado
inicialmente en 2008, estudiaba 800 metanálisis publicados a lo lardo de 15 en
todo el mundo. El pasado 2017 se reeditó y revisó su contenido para modificar
parte de su contenido. En él, el investigador hace un arduo trabajo de criba
para dar con algunas de las prácticas que más impactan en el aprendizaje del
alumnado y ver cuáles de las que se producen a nuestro alrededor, en realidad,
tienen muy poco efecto en este proceso.
Para
facilitar el trabajo a miles de docentes Juan Fernández se puso las
manos a la obra y montó un blog en el que acercar las
evidencias a la educación. Y como las evidencias, en muchos casos, están en
inglés, dedica una importante cantidad de tiempo a leer artículos y libros de
investigación y los resume y explica.
En
paralelo, pueden encontrarse otras iniciativas interesantes que, en mayor o
menor medida, son accesibles. Tal vez una de las más importantes es la de la
inglesa Evidence
Based Teachers Network (EBTN). En su web, además de los seis
pasos que entienden que hay que dar para mejorar la educación, proporcionan
decenas, centenares de posibilidades de mejora de la educación.
Hace
algún tiempo desde EduCaixa pusieron en marcha el
proyecto de repositorio de evidencias con el que ofrecen a
docentes información contrastada. En un primer momento, se trató de la traducción repositorio de
la Education Endowment Foundation (EEF), aunque en
los últimos meses han estado preparando casuística española, para que ir un paso
más lejos y acercarse a realidades cercanas al profesorado de aquí.
Y para ir
un poco más lejos, dentro de unas semanas lanzarán un repositorio en el que
aglutinarán, en un primer momento, las acciones que se han realizado desde
EduCaixa y, poco a poco, irán ampliando con otras que vayan investigando. Un
arduo trabajo de conocimiento y comunicación de acciones y proyectos, basados
en evidencias científicas y en prácticas que puedan servir a otros
profesionales. No solo eso, sino que van a realizar una convocatoria para que
los centros se apunten y durante un tiempo serán formados y recibirán un
pilotaje para conocer qué efectos reales tienen sus acciones en el aula.
Otra
posibilidad es pasearse por la web de la Fundación Pro Maestro y a sus
jornadas Las pruebas de la educación, en las que mediante
diferentes vídeos es posible acercarse a las evidencias científicas que sí
funcionan y conocer los mitos que es mejor evitar.
También
os recomendamos daros una vuelta por la web El
Macguffin educativo, en donde encontraréis interesante información
sobre edumitos, así como sobre enseñanza basada en evidencias.
Otra
opción es la de utilizar las redes sociales, como Twitter, y seguir a personas
como Héctor
Ruiz, Marta Ferrero, Juan Fernández o
a EfectoMcguffin
Por Pablo
Gutiérrez del Álamo
Fuente
https://eldiariodelaeducacion.com/2021/02/03/por-que-funcionan-los-mitos-en-educacion-y-como-combatirlos/
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