Adriana Puiggrós: "La escuela de la pospandemia debe ser flexible, para adaptarse a lo presencial y lo virtual"
Para la pedagoga,
en el futuro próximo el tema de los derechos y el ambiental deben ser centrales
en la enseñanza.
Para Adriana Puiggrós, la escuela de la pospandemia deberá ser
flexible, capaz de adaptarse a la presencialidad y la virtualidad, pero con el cuidado de no producir
discriminaciones al definir los nuevos agrupamientos de estudiantes en el aula.
Docente, doctora en pedagogía, exdiputada nacional y una de las investigadoras
en educación más reconocidas de
Latinoamérica, Adriana Puiggrós fue hasta agosto pasado viceministra de
Educación de la Nación. Una experiencia de la que destaca —entre otras cosas—
su vínculo con las provincias y con los sindicatos docentes.
En una entrevista a
través de Zoom, Puiggrós habló con La Capital y trazó un
balance del funcionamiento de las escuelas durante la pandemia. Destacó el
trabajo de docentes, alumnos y familias y la necesidad de sistematizar lo
aprendido en este tiempo. “Creo que muchos han comprendido la necesidad de
la escuela y del docente”, agregó.
Designada como
asesora del presidente, Puiggrós considera central ir en busca de aquellos
niños, niñas y adolescentes que no tuvieron conexión con la escuela durante
este tiempo porque la educación es su derecho. Y adelantó que la escuela de la
pospandemia deberá incorporar el tema ambiental como transversal de todas las
áreas. También propuso pensar cambios para dejar atrás la modalidad del
“docente taxi” e invitó a apropiarse de las tecnologías, “porque sino las
tecnologías se van a apropiar de nosotros”. Respecto al concepto de
meritocracia fue contundente: “Es contraria a la idea de derechos”.
—Ya van más de
siete meses de pandemia. Una situación inédita donde se “inventó” una escuela
(clases por WhatsApp, radios escolares, etcétera). ¿Cuál es tu balance de lo
hecho hasta ahora?
—Creo que hubo una
reacción muy positiva de la sociedad, y en particular de los docentes, de los
alumnos y también de las familias. Porque frente a la situación de pandemia
podrían haber dicho “esperamos a que termine”. Hubo una actitud muy
responsable, porque los docentes han podido cuidar las medidas sanitarias que
son absolutamente indispensables, y al mismo tiempo seguir el trabajo con los alumnos.
Para lo cual tuvieron que realizar experiencias nuevas y desarrollar nuevas
formas de abordaje. Por un lado, hubo una inventiva muy importante, y por el
otro un despliegue de experiencias que ya se venían realizando combinando la
presencialidad con la digitalidad. Sobre todo la presencia de lo digital en las
aulas, de manera positiva y negativa. Positiva donde había computadoras, donde
algún docente conseguía que los chicos usaran los celulares como pequeñas
computadoras. Y negativas cuando simplemente los celulares servían para
desconectarse de la clase. Ahora hay una recuperación de esas experiencias y me
parece que es necesario que las universidades, institutos de formación docente,
los gobiernos provinciales y el nacional ayuden a los docentes a sistematizar
lo que han experimentado y aprendido, muchas veces de manera espontánea,
durante este tiempo. Lo mismo los chicos, los docentes tienen que acompañarlos
a sistematizar los nuevos aprendizajes.
—Es decir,
recuperar aquellas experiencias que se desarrollaron en este tiempo
—Tal cual. Que no
se pierdan. De todas maneras, el futuro próximo es trabajar de manera combinada
entre lo presencial y lo digital. Y ahí hay que tener mucho cuidado con varias
confusiones posibles. Una de ellas es pensar que porque introducimos nueva tecnología
vamos a estar haciendo automáticamente cambios pedagógicos. Y esto no es así.
Uno puede introducir una nueva tecnología, pero eso es soporte de un desarrollo
didáctico y de un enfoque pedagógico. No es necesariamente un cambio en esos
órdenes. Creo que hay un reto fuerte en el sentido de poner en juego nuevas
ideas pedagógicas y nuevos avances didácticos. Combinados con los dos soportes
a la vez: el presencial y el digital.
—También es cierto
que una de las cosas que desnudó la pandemia fue la brecha digital, donde
mientras algunos pudieron desarrollar clases por Zoom y WhatsApp, otros lo
hicieron desde los cuadernillos ¿Qué conclusión sacás de esta experiencia y qué
hacer para que la democratización digital llegue a todos?
—En primer lugar
hay que tener en cuenta que cuando llegamos a la pandemia ya había un fuerte
déficit y chicos desconectados. Habíamos tenido cuatro años durante los cuáles
hubo un retroceso en la inclusión que se había venido desarrollando en los años
anteriores. Esto hay que tenerlo en cuenta, porque la pandemia lo que hace es
aumentar un problema que ya existía. Afortunadamente los cuadernillos llegaron
a muchos lugares del país y fue una herramienta realmente muy buena, de parte
del gobierno nacional como de los provinciales, porque hubo cuadernillos y
material gráfico. Los propios docentes también produjeron material escrito.
Esto hay que destacarlo. Hay que seguir trabajando con material escrito, no hay
que abandonar la escritura ni el libro. Ahora, al mismo tiempo es urgente
terminar la conectividad. Y por otro lado es necesario equipar. Si no se
hubiera interrumpido el plan Conectar Igualdad en este momento tendríamos no
solamente muchísimos más chicos y docentes con equipos y conectados, sino que
además hubiéramos tenido cuatro años más de aprendizaje de uso de las
tecnologías. En ese sentido soy muy firme: creo que hay que aprender y
apropiarse de las tecnologías, porque sino las tecnologías se van a apropiar de
nosotros.
—En una entrevista
antes de asumir el gobierno de Alberto Fernández, dijiste que en la agenda
educativa del nuevo gobierno “lo primero es la salud y la alimentación de los
chicos”. Cuando se analiza la educación argentina, ¿se puede obviar el dato de
que la mitad de los chicos y chicas del país están por debajo de la línea de
pobreza?
—Creo que no, y eso
es algo que recalcó el presidente. Primero la salud, hablando de la pandemia, y
la salud en términos generales. Es obvio que necesitamos chicos bien
alimentados, que puedan ir tranquilamente a la escuela, y no que tempranamente
tengan que faltar, tener dificultades para seguir el ritmo escolar o abandonar
a causa de la pobreza familiar. O a causa de tener que hacerse cargo de tareas
que son de los adultos. Dicho de otra manera, el tema central es el de
derechos. El conjunto de derechos de niños, niñas y adolescentes. Esta es una
obligación del Estado y de la sociedad. La Argentina no solo ha firmado y trabajado
activamente en la Convención Internacional de los Derechos de Niños y Niñas,
sino que además tiene su propia ley, que garantiza los derechos y hay que
cumplirla.
—Ante esta
realidad, ¿se cae el concepto de meritocracia?, ¿cuál es tu mirada cuando se
habla de eso?
—Me preocupa mucho
la idea de ordenar de acuerdo al mérito. A la población en general, pero a la
escolar en particular. Esto no empezó ahora ni es nuevo, siempre hubo algún
sector de la sociedad que consideró que el sistema educativo debía ser
piramidal y trabajar de manera de hacer una selección de los más aptos. Como
bien sabemos, en general a quienes seleccionan positivamente es a aquellos que
han nacido en hogares con más oportunidades. O sea, los sectores más
favorecidos económicamente de la población. Me preocupa mucho esa idea de
meritocracia, me parece que es contraria a la idea de derechos. Si quien cursa
la escuela secundaria o la universidad ha sido seleccionado por mérito es
bastante distinto, por ejemplo, a lo que ha dicho la Conferencia Regional de
Educación Superior (Cres) en 2008 en Cartagena de Indias, que estableció que la
educación, superior en este caso, es un derecho universal y es un bien social.
Ni hablemos de la escuela secundaria, que es obligatoria en la Argentina desde
2006, con la ley 26.206. Me quiero detener en ese punto, porque la escuela
primaria tardó 80 años en universalizarse. La obligatoriedad de la primaria es
de la ley 1.420, de 1884, pero recién a mediados del siglo XX la escuela
primaria llega a ser universal. La secundaria es obligatoria desde hace 14
años, es muy poco tiempo. Por lo que dicen las estadísticas y las últimas
informaciones del Ministerio de Educación, hay un lento avance, pero avance, en
el sentido de la cantidad de personas que terminan en algún momento de su vida
la secundaria. Me parece que hay que valorizar que haya una proporción grande
de la sociedad argentina que termina la secundaria, aunque lo haga siendo joven
o adulto. Tenemos que trabajar para que todos los chicos y adolescentes puedan
cursar y terminarla, pero también hay que valorar el esfuerzo personal, social
e institucional que significa terminarla en otro momento. La secundaria
requiere de transformaciones importantes. Por ejemplo, que pueda haber docentes
por cargo y no nombrados por materia. Que podamos superar la cuestión del
“docente taxi” que tiene que ir de una escuela a otra, que se cansa muchísimo.
—Ese es un reclamo
histórico.
—Claro. El docente
por cargo es un avance en cuanto a los derechos de los docentes, su salud, la
organización escolar y el vínculo pedagógico. No es lo mismo tener un vínculo
con dos o con tres profesores que tenerlo con diez, a los cuáles uno ve un rato
una vez por semana.
"La secundaria
requiere de transformaciones importantes. Por ejemplo, que puede haber docentes
por cargo y no por materia"
—Recién hablabas
del foco en el secundario y hace poco el Ministerio de Educación habló de la
importancia de ir a buscar a esos chicos que en este tiempo no pudieron
mantener contacto con la escuela ¿Coincidís con esta preocupación?
—Sí, y hay
provincias que han avanzado mucho en eso, que tienen programas muy
interesantes, con los cuáles están convocando a los suplentes que no han tenido
cargo y a alumnos avanzados de los Institutos de Formación Docente. Esto está
muy bien, de la misma manera que trabajar con las organizaciones sociales en el
territorio. Hay que ir a buscar a los chicos que están desconectados, no
esperar a que se transformen en “Ni-ni” (ni estudio ni trabajo) y desarrollar
una serie de actividades que conformen un espacio intermedio entre la comunidad
y la escuela. Me refiero a actividades deportivas, motivadoras de los chicos,
como por ejemplo la música. Que en las escuelas pueda haber instrumentos
musicales, que los chicos puedan armar su banda, que tengan la posibilidad de
que vayan a trabajar con la computadora y aprender a meterse en el mundo
digital. Esto me parece muy importante, incluso como una manera de acercar a
chicos que a lo mejor de inmediato no se reintegran a la escolaridad, pero sí a
lo mejor lo hacen en el mediano plazo si uno los va acercando a la institución
a través del interés de ellos. También hay que trabajar intensamente en el tema
derechos. Con aquellos chicos que se han desconectado de la escuela hay que
trabajar enseñándoles cuáles son sus derechos, que ellos tienen derecho a tener
una buena escuela, que no son alguien que sobra, sino que al contrario, los
queremos incluir. Pero no solo porque tenemos una voluntad de beneficencia,
sino porque es su derecho.
—En el libro “Adiós Sarmiento”
destacabas que el mercado de la educación apuntaba a la desescolarización (home
schooling) ¿Cómo quedó esa idea ante lo que pasó con la pandemia, que empujó a
hacer “escuela en casa”?
—Una cosa que ha
demostrado la pandemia es que la escuela en casa no funciona. Puede funcionar
la familia como un apoyo en un momento absolutamente excepcional como es el de
la pandemia. Pero la carga que significa para la familia, para la mamá, el
papá, el adulto que está en la casa, tener que hacerse cargo de la función del
docente ha dejado bastante claro que son funciones distintas. Una es la
escuela, la otra es la familia. Ahora, ahí retrocedimos casi 200 años al
momento en el cuál fue fundado el sistema educativo. Nos fuimos casi hasta
fines de la Edad Media, donde trabajo, escuela y familia estaban en un mismo
lugar. Y a raíz de la pandemia muchas personas hicieron trabajo domiciliario,
aunque esto ya venía ocurriendo por las nuevas formas de trabajo. Que son
formas que atacan el trabajo colectivo, que atacan los espacios en donde se
puede trabajar en colaboración con otros. El trabajo individualizado y el
fomento al emprendedurismo ya venía ocurriendo. Ahora, cuando le agregamos a la
persona que trabaja en la casa la escuela, es una situación muy complicada.
Creo que muchos han comprendido la necesidad de la escuela y del docente. Al
mismo tiempo, las corporaciones y las empresas productoras de material
tecnológico de todo tipo —programas, cursos y plataformas— salieron con todo al
mercado. Con lo cual hay escuelas, sobre todo algunas privadas, que en la
urgencia de tornar digital al conjunto de la educación compran aquella mercadería
que se les ofrece. Ahí hay un terreno muy complicado, donde la defensa de la
educación pública se hace crucial. Mi último libro se llama La escuela,
plataforma de la patria, porque creo profundamente que en la escuela reside
gran parte de la soberanía nacional, la posibilidad de existencia, mejora y
desarrollo del país. Para fortalecer nuestro país y mejorar la situación de
muchísima gente que está sin trabajo o tiene uno precario, para que la sociedad
sea más justa, hace falta que también sea una sociedad culta, donde la cultura
sea para todos. Y la única institución que puede garantizar esto, que lo vio
Sarmiento cuando le dio el gran impulso a la organización del sistema educativo
nacional, es la escuela pública. Esto no quiere decir que no tenga que haber
escuela privada, pero el eje y el papel principal lo tiene que cumplir la
escuela pública. Otra cosa que subrayo es la institución escuela, porque
también hay una corriente, que le viene muy bien al mercado de la educación,
que es la desescolarización. El propiciar que la escuela y el Estado tiendan a
ser simplemente un lugar en donde se certifica lo que se aprendió en
instituciones privadas. Así como es tradicional que los cursos de idiomas se
aprendan en academias, también hay una tendencia —y en países como México esto
ha avanzado muchísimo— donde uno aprende matemáticas afuera y después va a que
se lo certifique la escuela. Hay que llegar a un equilibrio en donde de ninguna
manera el mercado invada el espacio de la educación pública.
—En los últimos
meses, y quizás más intensamente en las últimas semanas, hay reclamos por parte
grupos de padres y presiones de algunas jurisdicciones (como Ciudad de Buenos
Aires) para el retorno presencial a las aulas. ¿En el actual contexto, cuál es
tu mirada?
—He tenido la misma
desde el primer momento: primero la salud y hay que hacer lo que digan las
autoridades sanitarias. El ministro de Salud (Ginés González García) fue muy claro al respecto: va a
haber vacunas pero esto no se termina así nomás, hay que cumplir con las
medidas sanitarias por muchísimo tiempo. Mi opinión siempre fue que este ciclo
escolar tenía que ser virtual, y de hecho ha sido virtual, porque ha habido
clases. ¿Acaso no ha habido clases en la provincia de Santa Fe, acaso los
docentes no estuvieron trabajando todo el año con un esfuerzo enorme y los
chicos no hicieron un esfuerzo por aprender? Eso ocurrió en casi todo el país,
que hubo clases desde marzo hasta ahora. Mi opinión es que hay que registrar
este año, porque sí hubo clases, y tiene que haber vacaciones en el momento
correspondiente. En todo caso empezar un poco antes, pero de acuerdo a las
condiciones sanitarias. Si en febrero se ve que se ha podido vacunar a una
cantidad suficiente de la población como para que disminuya significativamente
el contagio y los chicos pueden ir a la escuela sin que esto represente un
peligro para ellos y para el conjunto de la sociedad, a lo mejor pueden empezar
las clases a fin de febrero. Pero de ninguna manera creo que algo que no se
enseñó este año no se puede enseñar después. Hay que tranquilizarse. Una cosa
son los chicos que están terminando, los que están en el último año de la
primaria o el último de la secundaria, a los cuáles hay que atender
especialmente. Ahí sí tiene que haber un programa especial, y muchas provincias
lo tienen, como para que puedan culminar su nivel. Pero para el resto, ¿qué
importancia tiene que aprendan un contenido determinado en tercer o cuarto año?
Tendremos que rearmar los programas con los que estamos trabajando, que
finalmente son arbitrarios en cuanto a en qué momento se enseñan determinados
contenidos. Claro que hay un orden, que hay contenidos que son previos a otros.
Pero esto es algo que hacemos todos los días. Todo el tiempo estamos rearmando
la secuencia de los contenidos.
—Cuando Alberto
Fernández te presentó como viceministra de Educación hubo opiniones bastante
favorables de gremios docentes, académicos, etcétera. Estuviste allí hasta
agosto. ¿Cuál es el balance que hacés de tu paso por el Ministerio?
—Tiene que pasar
tiempo para poder analizarla, pero fue una experiencia interesante. Creo que lo
más importante para mí fue la vinculación con las provincias. Hay que tener una
fuerte vinculación con las provincias, un vínculo que no sea de imposición y
tampoco que desdibuje el Ministerio de Educación de la Nación. Un vínculo en el
cual realmente haya muchísimo diálogo y construcción conjunta. El programa
Seguimos Educando, que estuvo a mi cargo hasta entonces, es un programa que en
gran parte funcionó pero que vamos a verlo a través del tiempo. Me gustó sobre
todo el hecho de poder compartir con las provincias y por supuesto con los
gremios docentes. Esa ha sido siempre mi manera de trabajar. Ahora el cargo que
tengo es el de asesora del presidente, otro tipo de tarea. Una tarea muy
importante y muy grata.
—También tengo que
decir que muchos lamentaron tu salida ¿se puede saber algo de tu alejamiento?
—Ese es un tema que
lo dejo para la historia.
—¿Cuáles son
algunos acuerdos básicos sobre los que se podría avanzar en materia educativa?
—Uno en el que se
debería avanzar justamente es el ciclo escolar. Una cosa elemental:
¿reconocemos o no que este año hubo ciclo escolar? Eso es totalmente ordenador.
Sobre algunas cuestiones de organización referidas a este año que está
terminando y lo que podemos preparar para diferentes escenarios en el año
próximo, eso se podría acordar. Se podría planificar teniendo en cuenta la
actividad de los diversos niveles educativos. No me parece que deba avanzarse
solo por el lado de grandes programas, sino que hay que avanzar por el lado de
darle fuerza a la estructura del sistema. Un acuerdo en ese sentido sería, por
ejemplo, el de trabajar fuertemente en el nivel inicial. No solamente con un
criterio de cuidados sino también con criterios pedagógicos. Un tema para
acordar muy importante es la formación y capacitación docente. Creo que están
trabajando bien el Instituto Nacional de Formación Docente y las provincias.
Pero me parece que hace falta una reflexión permanente para llegar a acuerdos
sobre la capacitación docente.
"Un acuerdo en
el que hay que avanzar es trabajar fuertemente en el nivel inicial, no solo con
criterios de cuidado sino pedagógicos"
—¿Qué escuela va a
necesitar la pospandemia?
—Una escuela muy
flexible, capaz de adaptarse a la presencialidad y la virtualidad combinadas,
una escuela que va a tener que reagrupar a los chicos. Esto es algo para
pensarlo mucho, va a haber que tener nuevos criterios de agrupamiento y tener
muchísimo cuidado de no producir discriminaciones. Porque si yo tengo que decidir
quiénes son los quince chicos que van a ir a la escuela en determinada franja
de horarios —y siempre hay una franja de horario privilegiada— cómo elijo esos
quince chicos. O a los quince que van a ir al local escolar y a los que van a
estar repartidos en otros locales que fueron prestados por la Sociedad de
Fomento o el municipio. Y una escuela con un tema absolutamente central que es
el ambiental, que tiene que dejar de ser algo lateral. No se trata solamente
que enseñemos a los chicos a lavarse las manos, a no dejar correr el agua más
tiempo del necesario, sino que el criterio profundo que atraviese todas las
áreas y espacios de conocimiento sea el saber ambiental. Está muy dejado de
lado el conocimiento del medioambiente y del mundo en el que vivimos. Voy a dar
un ejemplo: hace poco se descubrió agua en la Luna, que es una noticia
fantástica que tendría que haber ocupado las planas de todos los diarios. Pero
fue una noticia que pasó, corrió, se fue. De la misma manera nos acostumbramos
a que sean fumigadas las escuelas. Incluso hace un año murió una docente que
era una luchadora ambientalista (Ana Zabaloy, directora de una escuela rural de
San Antonio de Areco). Pero se siguen fumigando escuelas y ya casi nos
acostumbramos, es un hecho más. Doy estos dos ejemplos de cómo hay una
separación entre la enseñanza y el medio ambiente, la tierra, el universo, el
hábitat. Este lugar en dónde vivimos, en donde nos jugamos además la vida todo
el tiempo. Creo que un cambio importantísimo es ese: hay dos conceptos, que son
ambiente y derechos, que tienen que ocupar un lugar importantísimo en esa
escuela que tendremos en los tiempos próximos.
Por Matias Loja
Fuente
https://www.lacapital.com.ar/educacion/adriana-puiggros-la-escuela-la-pospandemia-debe-ser-flexible-adaptarse-lo-presencial-y-lo-virtual-n2621530.html?fbclid=IwAR3sTvY5XkePDWnS-o-tsg8Gyt2Sbn4dBGwH7dIv8-5Zg5RgIA0m-E6puTI
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