La
educación que ofrecemos no responde a las necesidades y exigencias del
presente, menos aún a las que tendrán los niños actuales cuando egresen del
sistema educativo. Casi lo digo de balde porque todos lo sabemos. Ya es inútil
echar la culpa de esta situación a los maestros, al Ministerio de Educación y
Ciencias, a los políticos y sus partidos, a la reforma o al bilingüismo mal
resuelto, a las universidades o a la corrupción. Solo hay tiempo para trabajar
inteligentemente y con la mayor rapidez posible. En veinticinco años, el mundo
ha cambiado vertiginosamente, por ejemplo, no existía la sociedad virtual y hoy
hasta los niños están sumergidos en ella. En estas circunstancias, la educación
no puede seguir igual.
En
cualquier plan que se haga, algo es necesario: que trabajemos todos con
entusiasmo, escuchando el clamor silencioso de los derechos de los niños y que
colaboremos: quien tenga ideas que crea interesantes y fundadas sobre qué y
cómo hacer, que las proponga y que el Congreso y el Ministerio lideren la firma
de un pacto social para salvar el presente y el futuro de nuestro país.
Cualquier
proyecto educativo que se emprenda tiene que construirse sobre cuatro “pilares
pedagógicos”, que no tenemos definidos: 1) el modelo de hombre y mujer que
queremos encarnen y desarrollen los niños; 2) la corriente sicológica principal
en la que vamos a inspirarnos para promover su desarrollo psicológico; 3) el
modelo de sociedad que deseamos construyan; 4) la educación y desarrollo de su
natural dimensión espiritual.
Estos
cuatro pilares, que responden a las cuatro dimensiones esenciales
constituyentes de todo ser humano, según la antropología integral, deben estar
orientados por una “filosofía de la educación” que fundamente sólidamente todo
el sistema educativo en las coordenadas de nuestro tiempo acelerado.
Si
el sistema necesita cuatro pilares pedagógicos fundamentales, los estudiantes
tienen que afrontar cinco desafíos básicos: 1) aprender a ser, 2) aprender a
conocer, 3) aprender a hacer, 4) aprender a vivir juntos y 5) aprender a
aprender permanentemente.
En
consecuencia los educadores, “pilar central de la educación”, son requeridos y
serán competentes para enseñar con los “pilares pedagógico-didácticos”
correspondientes, de manera que los estudiantes puedan lograr tales
aprendizajes.
“El
ser humano es el único que tiene que saber lo que es, para poder serlo”. Por
eso, para que los niños “aprendan a ser”, el MEC necesita definir
explícitamente la antropología, la psicología, la sociología y la
espiritualidad de la educación que ofrece. Para que los educandos aprendan a
conocer, aprendan a hacer, a vivir juntos y aprendan a aprender continuamente
necesitan adquirir “competencias” y no solo conocimientos ya elaborados, porque
ellos mismos deben saber “producir conocimientos” y no solo repetir los que
otros produjeron. Y en una sociedad, en la que el poder y la riqueza están en
el conocimiento, la educación incorpora en sus procesos el dominio de la
investigación y los lenguajes y recursos de las tecnologías de la información y
la comunicación (TIC). No basta el cognitivismo, ni siquiera el
constructivismo, hoy necesitamos además el paradigma del “conectivismo”.
Nuestro
sistema educativo es parte del sistema socio-económico-político nacional y se
apoya e integra en él con muy débil “pilar jurídico-legal”. El cuerpo de leyes
del sistema educativo es radicalmente insuficiente por ausencia de leyes
fundamentales y por vulnerabilidad de las pocas vigentes, que necesitan ser
actualizadas y coordinadas entre sí y con la Constitución Nacional.
Igualmente
podemos insistir en la debilidad del “pilar de la infraestructura” de las
instituciones educativas, empezando por el mismo MEC, que amerita por razones
obvias una infraestructura acorde con su misión, sus altísimas responsabilidades
y funciones, y en consonancia con las exigencias de la nueva Ley Orgánica del
MEC. Recordemos la sabida debilidad de la infraestructura de las demás
instituciones educativas escolares e incluso de la casi totalidad de las
universitarias.
Y,
por falta de espacio, aludo no más a la extraordinaria debilidad del “pilar
financiero”. Mientras quienes tienen poder de decisión se mantengan tercamente
en la obstinación de no invertir en educación como mínimo el 7% del producto
interno bruto, el sistema educativo no podrá sostenerse.
Sin solidez en
estos pilares, imposible será la calidad de currículos, programas, procesos y
resultados.
Fuente
del artículo: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/los-pilares-de-la-educacion-1674262.html
Por
Experto en
educación
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