La Calidad Educativa admite múltiples dimensiones y fundamentalmente excede a la idea de aprendizajes en algunas áreas ¿En qué se fundamenta el concepto de “Educación Inclusiva”? ¿A qué apunta una Educación Inclusiva? ¿En qué niveles debe darse este cambio radical?
La educación inclusiva es un proceso de formación
fundamentado en la idea de que en el ser humano existen singularidades en la
forma de aprender que promueven la utilización de los recursos necesarios para
cada individualidad y considera que cada persona tiene una historia de vida
marcada por factores de naturaleza orgánica, social o cultural; e implica, al
mismo tiempo, que todos en una determinada comunidad aprendamos juntos,
independientemente de nuestras condiciones personales, sociales o culturales,
incluidos quienes presentan una discapacidad.
De esta manera, la educación inclusiva se nos presenta como
un nuevo paradigma fundamentado en las directrices que recogen las diferentes
legislaciones, encuentros y congresos internacionales que, sobre temas
educativos y de derechos humanos, se han celebrado desde 1948. Y responde a un
debate internacional iniciado en la Conferencia Mundial
celebrada en 1990 en Jomtien,
Tailandia, bajo el planteamiento de “Educación para todos” (EPT), y que tiene
en la Declaración de Salamanca de 1994 su punto de partida definitivo, al reconocerse
que la escuela ordinaria debe y puede proporcionar un buen nivel educativo para
a todos los alumnos, independientemente de sus diferentes aptitudes.
La educación inclusiva (EI) trabaja en pro de la consecución
de dos objetivos fundamentales: la defensa de la equidad y la calidad educativa
para todos los alumnos, sin excepciones, la lucha contra la exclusión y la
segregación en los procesos de enseñanza.
Tomasëvski explica que, con base en los derechos humanos, la
educación no sólo es un derecho social, sino una obligación de los gobiernos,
por lo que el derecho a educarse sólo se entendería a partir de la obligación
que tienen los mismos para garantizarlo.
Bracho y et al., con base en Tomasëvski, describen, como
mínimo, cuatro características que debería tener este derecho: “que la
educación debe estar disponible; así como ser accesible, aceptable y adaptable
para todos”; refiriéndose, al mismo tiempo, a tres formas de entender el
derecho social de educación: “derecho a, derecho en y derecho a través de la
educación”.
Para conseguir estos objetivos es necesario un cambio
radical a dos niveles paralelos y complementarios: el primer nivel tendría que darse
en la mentalidad de la gente: las familias, las organizaciones de personas con
discapacidad, además de las autoridades, directores de escuela, personal y
sindicatos, etc. El otro cambio radical se daría al percibir la educación a
través de un prisma inclusivo que suponga pasar de considerar al niño como un
problema, a reconocer que el problema, en todo caso, se manifiesta en el
sistema educativo para de esta forma lograr, entre otros factores, una
reconfiguración de las escuelas que garantice que todos los educandos, sin
excepción, puedan aprender eficazmente.
De lo anterior, afirmamos que el nuevo paradigma educativo
de la educación inclusiva es un proceso de cambio que promueve igualdad,
equidad y justicia social en el derecho de todos a una educación con calidad.
La educación inclusiva percibe la educación como primordial
para el desarrollo, tanto del individuo como de la sociedad. En el
informe de la Unesco, La educación encierra un tesoro, se afirma que la
educación es más que adquirir una serie de habilidades básicas. Por ende, ésta
es crucial para el desarrollo social y personal, también es concebida como
imprescindible en el intento de los seres humanos “de lograr los ideales de la
paz, la libertad y la justicia” y “uno de los principales medios disponibles
para fomentar una forma más profunda y armoniosa del desarrollo humano, y de
ese modo, reducir la pobreza, la exclusión, la ignorancia y la guerra”.
La Unesco, en su informe Orientaciones para la inclusión,
menciona que la educación inclusiva se concibe como un proceso que permite
abordar y responder a toda la diversidad educativa, al reducir la exclusión
dentro y fuera del sistema educativo. Asimismo, el objetivo de la inclusión es
dar respuesta apropiada a todos los estudiantes, tanto en entornos formales
como en los no formales de la educación.
El documento resalta que la educación inclusiva simboliza un
camino que examina cómo convertir los sistemas educativos y otros entornos de
aprendizaje, con el fin de responder a toda la diversidad educativa. Siendo el
propósito de ésta permitir que los maestros y estudiantes se sientan cómodos
ante la diversidad, y no la perciban como un problema, sino como un desafío y
una oportunidad para enriquecer el entorno de aprendizaje.
Ya desde 2003, Ainscow había identificado cuatro elementos
recurrentes en todas las definiciones de educación inclusiva:
• La inclusión
es un proceso. Es decir, no se trata simplemente de una cuestión de fijación y
logro de determinados objetivos y asunto terminado. En la práctica, la labor
nunca finaliza. La inclusión debe considerarse como una búsqueda interminable
de formas más adecuadas de responder a la diversidad.
• La inclusión
se centra en la identificación y eliminación de barreras. Supone la recopilación
y evaluación de la información de fuentes muy diversas, con el objeto de
planificar mejoras en las políticas y las prácticas inclusivas.
• La inclusión
es asistencia, participación y rendimiento de todos los alumnos. Se refiere al
lugar donde los alumnos aprenden, a la calidad de las experiencias de los
alumnos cuando se encuentran en la escuela y a los resultados escolares de los
alumnos a lo largo del programa escolar.
• La inclusión
pone una atención especial en aquellos grupos de alumnos en peligro de ser
marginados, excluidos o con riesgo de no alcanzar un rendimiento óptimo.
Tedesco et al., con respecto al Informe Delors, mencionan
que uno de los pilares básicos de la educación del siglo XXI es “aprender a
vivir juntos”. Y continúan: “para que un sistema se considere eficazmente
inclusivo se requieren cambios profundos en las mentalidades, las políticas y
las prácticas”. Afirman que “los sistemas inclusivos tienen su mirada en el
aprender, pues es una de sus características centrales, la cual exige ser
vinculada con tres elementos:
• La calidad
de los conocimientos trasmitidos por los docentes a sus estudiantes en la
diversidad de áreas de aprendizaje y disciplinas asociadas.
• La multiplicidad
de oportunidades de aprender donde se pueda aplicar competentemente los
conocimientos.
• Y el énfasis
en valores y actitudes que muestren el aprecio por la libertad, la solidaridad,
la paz y la justicia, entre otros valores fundamentales”.
Los autores concluyen que la educación inclusiva puede
percibirse como un principio transversal a la organización y funcionamiento de
los sistemas educativos, que este enfoque busca incluir, a través de una
atención diferencial y personalizada que toma en cuenta las diversidades de los
estudiantes. Para lograr esto se necesitan marcos universales que establezcan
de forma clara la visión, objetivos y resultados comunes para la diversidad de
poblaciones y grupos.
Esto indica que el mundo cambia, la sociedad exige centros
educativos que ayuden a construir el cambio social trabajando en conjunto; y
busca la colaboración entre grupos, personas, comunidades e individuos para
lograr una verdadera transformación de la cultura que apoye a la mejora del
tejido social y que trabaje en pro del colectivo y no de las individualidades.
México ha tomado decisiones importantes en este rubro; para
que este cambio pueda llevarse a cabo, las nuevas reformas educativas buscan
garantizar el derecho a la educación de calidad para todos los mexicanos. Entre
estas reformas se encuentra el Acuerdo 711,9 por el que se emiten las reglas de
operación del Programa de Inclusión y la Equidad Educativa,
que entró en vigor el 1 de enero de 2014 y que incluye, ahora, el nivel medio
superior y superior.
Con base en este nuevo compromiso, la Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies) se sustenta
para transitar hacia una nueva generación de políticas de educación superior. Y
para lograrlo presentó, en 2012, el documento: Inclusión con responsabilidad
social. Una nueva generación de políticas de educación superior, en el que
propone diez ejes que permitirán impulsar y dar soporte a un nuevo modelo de
desarrollo nacional, basado en la inclusión con responsabilidad social:
• Un nuevo
diseño institucional para la gestión y coordinación de la educación superior.
• Un nuevo
sentido de cobertura de la educación superior.
• La
vinculación, atributo fundamental de las funciones sustantivas.
• Renovación
de la evaluación para mejorar la calidad académica.
• Fortalecimiento
de la carrera académica.
• Innovación:
creación de polos regionales de investigación.
• Plena
movilidad en el sistema de educación superior.
• Un nuevo
enfoque de internacionalización.
• Financiamiento
con visión de Estado.
• Reforzamiento
de la seguridad en los CAMPI e instalaciones de las instituciones de educación
superior.
En este sentido, la Universidad Autónoma
de Nuevo León (UANL), actualmente se posiciona en términos de educación
inclusiva, ya que la Visión 2020 UANL se sustenta en esta nueva generación de
políticas inclusivas. Esta propuesta de proyecto académico obliga a todas las
instancias académicas de la UANL a adecuar sus objetivos y a mostrar una sinergia
con el mismo.
De esta forma, la UANL pretende inculcar valores inclusivos
entre sus estudiantes, como equidad, solidaridad, justicia y respeto a la vida
y a los demás. Asimismo, busca privilegiar la equidad, la atención de grupos
vulnerables, el enfoque de género, el acceso de la democratización del
conocimiento y de la cultura, el respeto a los derechos humanos y la no
discriminación. Pretende consolidar un espacio público de aprendizaje y
ejercicio ciudadano, caracterizado por la promoción permanente de la utilidad
social del conocimiento y la cultura y la democratización del acceso a los
mismos, particularmente entre los grupos vulnerables.
Esto no ha quedado sólo en el papel, en estos últimos dos
años se han llevado acciones importantes para el cumplimiento de estas metas.
Acciones encaminadas al fomento de valores de responsabilidad social en los
estudiantes, maestros y personal administrativo. Asimismo, en el aspecto
académico se han efectuado coloquios, seminarios y congresos, que reflejan de
alguna manera la tendencia del cambio institucional al nuevo paradigma
inclusivo.
Para lograrlo, la UANL tendrá que superar muchos retos, por
ejemplo, en el ámbito académico, los programas curriculares del nivel medio
superior y superior habrán de modificarse para convertirse en inclusivos; esto
se lograría si se crea un currículo de diseño universal.
Otro aspecto en el que se tendrían que generar cambios es la
formación de los profesores, ya que éstos tendrán que desarrollar medios de
enseñanza que respondan a las diferencias individuales y, por tanto, beneficien
a todos. Ellos son los principales protagonistas para la culminación de las
metas planteadas, pues los académicos son responsables, a fin de cuentas, de
que los conocimientos se transmitan a sus alumnos, sobre todo si aceptan la
diversidad y hacen los ajustes necesarios en sus procesos de enseñanza para que
todos, y no sólo unos cuantos, logren sus objetivos de aprendizaje.
Un reto más habrá de enfrentar la UANL: la accesibilidad en
la infraestructura de sus edificios, aulas, bibliotecas, laboratorios, etc.
Asimismo, en la accesibilidad de la información, a través de páginas webs
asequibles.
Concluimos: la educación inclusiva significa reducir o
eliminar las barreras que dificulten el aprendizaje. Esto forma parte de una
meta más amplia en busca de una sociedad más justa para todos: la educación es
un derecho, y una educación de calidad e inclusiva es una prioridad de justicia
social.
Extraído de:
La educación inclusiva, el nuevo paradigma educativo en la
UANL
LETICIA GARZA MORENO
Universidad Autónoma de Nuevo León. Capilla Alfonsina.
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