Las exigencias de la profesión docente se pueden identificar
en cinco ámbitos:
– Conocer: conjunto estructurado de
conocimientos sobre el mundo natural y sociocultural. Las disciplinas del
currículo. Competencias cognitivas.
– Hacer: conjunto de procedimientos y
estrategias. Competencias procedimentales.
– Querer: motivación, compromiso,
esfuerzo. Competencias afectivas.
– Convivir: capacidad para trabajar y
relacionarse con compañeros y alumnos. Competencias comunicativas.
– Ser: desarrollo del profesor como
persona. Responsabilidad ética ante los alumnos, familias y sociedad.
Competencias personales.
Las competencias que han de desarrollar los profesores en
estos ámbitos se corresponden precisamente con las demandas a la educación de
los alumnos en nuestra sociedad. La educación tiene planteadas exigencias
múltiples, crecientes, complejas y hasta contradictorias en la sociedad actual.
Se requiere transmitir, masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de
conocimientos, que genera y requiere la sociedad cognitiva. Se exige ofrecer
criterios y orientaciones para no perderse entre cantidades ingentes de
informaciones, más o menos superficiales y efímeras, que invaden los espacios
públicos y privados, para mantener el rumbo en proyectos de desarrollo personal
y social. La educación debe proporcionar las cartas náuticas en un mundo
complejo y en permanente agitación, al mismo tiempo la brújula para poder
navegar por él y el ancla para detenerse, anticipar y valorar rutas a seguir.
En la sociedad del conocimiento el aprendizaje no se
circunscribe a un determinado espacio como las instituciones educativas: se
exige aprender en todos los contextos. Por otra parte, el aprendizaje no puede
quedar limitado a un determinado periodo temporal en el ciclo vital de la persona. No se puede
ya vivir de las rentas de conocimientos adquiridos en los años de formación.
Los continuos cambios en todos los niveles conllevan nuevas demandas
profesionales y nuevas exigencias personales. Es obligado aprender a lo largo
de toda la vida de la
persona. La enseñanza–aprendizaje en la Universidad debe
capacitar a las personas para ese aprendizaje permanente.
En la sociedad del conocimiento, cada persona ha de asimilar
una base de conocimientos rigurosos y estrategias eficaces; tiene que saber qué
pensar y cómo actuar ante las situaciones relevantes a lo largo de la vida;
hacerlo desde criterios razonables y susceptibles de crítica; ser sensible a
las exigencias cambiantes de los contextos; desarrollar el pensamiento
reflexivo, crítico y creativo. La enseñanza–aprendizaje para la comprensión,
como gran reto para nuestro tiempo, se ha de construir sobre los siguientes
pilares:
- aprender a conocer,
- aprender a querer y sentir,
- aprender a hacer,
- aprender a convivir,
- aprender a ser,
- aprender sobre el conocer, el querer, el sentir.
A) APRENDER A CONOCER.
Conocimiento es un término con un contenido semántico muy amplio. Hace
referencia a: los conocimientos comunes que las personas tenemos sobre el mundo
y que utilizamos en nuestra vida cotidiana; los conocimientos disciplinares
sobre distintos ámbitos de la realidad natural y sociocultural que conforman
las distintas ciencias y saberes; los conocimientos sobre la propia identidad
personal; los conocimientos sobre el conocimiento mismo o metacognición.
Conocer requiere asimilar información, tener memorias y
operar con ellas, realizar procesos, ejercitar procedimientos o estrategias
para sacar el mejor partido a lo que se conoce, conocer continuamente más,
resolver problemas, tomar decisiones. Pero conocer también requiere motivación,
esfuerzo, compromiso, constancia en un proyecto formativo de desarrollo
personal y social.
Aprender a conocer es una exigencia para responder a las
demandas prácticas y profesionales de la sociedad cognitiva; pero también es
condición imprescindible para desarrollarse con más plenitud como persona,
ejercitar las capacidades humanas, disfrutar del saber, dar sentido a la vida. Aprender a
conocer supone ejercitar todas las capacidades de la mente: los procesos de
atención, percepción, memoria, razonamiento, pensamiento crítico, creatividad,
resolución de problemas, lenguaje, motivación, afectividad.
La sociedad del conocimiento actual (sociedad de la imagen
es caracterización más propia) está sesgada hacia un tipo de información, la
icónica, las imágenes, lo que si bien conlleva oportunidades, también entraña
serios riesgos. Las informaciones en imágenes, con su rapidez, inmediatez,
variedad, novedad, atractivo, plantean unas exigencias de procesamiento de
información mental diferentes de la información lingüística, propias del texto
y discurso. Los formatos multimedia requieren un tipo de atención,
concentración, planificación, esfuerzo distinto del procesamiento de textos,
más significativo y profundo. Manejar el mando a distancia de la TV, o el
buscador de páginas web en el ordenador, es tarea muy distinta a enfrentarse y
enfrascarse con la lectura de un libro. La hegemonía de mensajes icónicos en la
sociedad de la información puede obstaculizar, paradójicamente, el desarrollo
mental de las personas, el pensamiento elaborado, significativo, crítico,
creativo, que requiere precisamente la sociedad del conocimiento.
B) APRENDER A QUERER
Y SENTIR. La voluntad, el esfuerzo, el compromiso son imprescindibles para
alcanzar los proyectos de desarrollo personal y comunitario. El aprendizaje
continuo que conlleva la sociedad cognitiva exige comprometerse activamente con
proyectos formativos personales que requieren constancia, esfuerzo, renuncias.
Más de un 80% de la población adulta considera clave la formación, pero
solamente menos de un 25% elabora planes de formación personal y se implican en
ellos.
Desear, querer, amar lo que se hace es condición obligada
para alcanzar buenos resultados. Las motivaciones pueden ser más externas, como
el deseo de reconocimiento, prestigio social, recompensas monetarias, etc.; o
más internas como el deseo de saber, de realizar bien el trabajo, de superarse,
etc. Los seres humanos estamos motivados, interna y externamente, en distintas
proporciones según circunstancias. Es preferible que la motivación tenga origen
más interno, puesto que las fuentes externas tienden a ser más pasajeras. Las
personas automotivadas internamente mantienen los niveles altos, aún cuando las
recompensas externas disminuyan o desaparezcan. Una proporcionada combinación
de motivación externa e interna es deseable.
Cada persona ha de comprometerse con su propia formación. Ha
de querer aprender de forma independiente y autónoma en contextos cambiantes.
Ha de querer ser competente para evaluar y tomar decisiones sobre qué, cuándo,
cómo necesita aprender y dónde obtener los recursos precisos. El interés y
motivación resultan claves para un aprendizaje eficaz. Cuando el conocimiento
resulta relevante y significativo para la persona, tanto intelectual como
afectivamente, es asimilado de forma más fácil, duradera y eficaz.
C) APRENDER A HACER.
El curriculum escolar ha puesto tradicionalmente énfasis, cuando no
exclusividad, en transmitir conocimientos, prestando menos atención a los
procedimientos, las prácticas, los modos de hacer. Pero el saber hacer presenta
unas demandas especiales en la sociedad actual. Ya no se trata de
especialización profesional, de preparar para una tarea definida y un trabajo
profesional estable en el tiempo. Hoy se requiere un continuo aprender a hacer,
una adaptabilidad a los contextos tan cambiantes.
En la nueva economía, el trabajo está en un proceso que
podemos calificar de desmaterialización. Cada vez tiene menos que ver con la
materia como ocurría en sociedades agrarias (cultivar la tierra) o industriales
(fabricar objetos), y más con el conocimiento, la comunicación, el
asesoramiento, planificación, supervisión, relaciones interpersonales, etc.
Aprender a hacer no es aprender prácticas rutinarias, más
propias de la formación profesional del pasado. La nueva economía exige nuevas
competencias. Las tareas industriales en cadena, fragmentadas y repetitivas,
están dando paso a colectivos de trabajo, grupos de proyecto, satisfacción del
cliente, calidad total. Los empleados ya no son anónimos e intercambiables y
las tareas se personalizan. Junto a la formación profesional y calificación
técnica se requieren otras competencias como la capacidad de iniciativa,
proyecto personal y compromiso, aptitud para trabajar en grupo, disposición a
asumir riesgos, afrontar y resolver conflictos, planificar, tomar decisiones y
evaluar procesos y resultados, introducir innovaciones y mejoras.
D) APRENDER A
CONVIVIR. Aprender a convivir en los diferentes y simultáneos espacios en
los que transcurre nuestra vida: nivel familiar, escolar, laboral,
sociocultural, es quizá lo más urgente e importante. En la sociedad globalizada
y de la información, somos observadores impotentes de quienes generan y
mantienen los conflictos y la
violencia. Los modelos violentos en la familia, escuela,
empresa, medios de comunicación de masas, están alcanzando cotas alarmantes.
El derecho a la paz se declara prioritario al comenzar el
siglo XXI, como condición básica para el desarrollo y bienestar personal y
social. El descubrimiento, reconocimiento y respeto del otro se logra en
paralelo a la conformación de la propia identidad personal. Es objetivo
prioritario de la educación desarrollar la propia identidad a la vez que
comprender y valorar la personalidad de los demás. Si la familia, escuela,
trabajo, medios de masas fomentan actitudes de respeto, tolerancia se están
previniendo comportamientos violentos.
Aprender a convivir es objetivo prioritario en nuestra sociedad,
cada vez más multicultural. La inmigración plantea cuestiones de carácter ético
y político, de respeto a los valores y cultura de las minorías, a la vez que
exigencias de aceptación e integración en la cultura mayoritaria. Pero
especialmente exige respuestas educativas apropiadas para los hijos de los
inmigrantes y compromete a los profesores, sus valores, actitudes, metodologías
y prácticas.
Aprender a convivir no es un conocimiento meramente
declarativo, sino también y sobre todo procedimental. Es decir, se adquiere
practicándolo y exige tiempo y condiciones adecuadas. El pensamiento crítico y
el comportamiento responsable y solidario sólo se alcanzan con una metodología
de enseñanza–aprendizaje consonante.
La educación tiene una doble misión: mostrar la complejidad
y diversidad de la especie humana y, la vez, las semejanzas e interdependencia
entre todos los seres humanos. Todas las personas compartimos una estructura
mental, unos universales cognitivos, emocionales, lingüísticos, según ponen en
evidencia las ciencias cognitivas.
E) APRENDER A SER.
Ante el siglo XXI, el desafío de la educación no es tanto preparar a las nuevas
generaciones para vivir en una sociedad determinada, sino dotar a cada persona
de competencias y criterios que le permitan comprender el mundo cambiante que
le rodea y comportarse solidaria y responsablemente. Más que nunca, la función
esencial de la educación es proporcionar a todos los seres humanos la libertad
de pensamiento, sentimiento, imaginación y creatividad que necesitan para dar
sentido a su vida y alcanzar las cotas más altas posibles de bienestar y
felicidad.
La educación es un viaje interior desde el nacer hasta el
morir. El desarrollo del ser humano se ha de dar en todas las potencialidades
personales, intelectuales, efectivas, morales, estéticas, sociales, etc.; en
todos los contextos, de familia, trabajo, ocio, etc.; y a lo largo de todas las
etapas del ciclo vital.
Tal concepto de educación cuestiona la distinción
tradicional entre educación básica y educación permanente o de adultos,
entendida ésta como nivelación, perfeccionamiento, promoción o reconversión
profesional. La meta deseable de dar más años a la vida y más vida a los años
conlleva una disponibilidad educativa constante, tanto si se trata de brindar
nuevas posibilidades educativas, perfeccionar o ampliar la formación
profesional, como de satisfacer el deseo de saber, de belleza, de superación
personal y autorrealización. La autoestima, la autoeficacia y experiencias de
control sobre el medio, el optimismo, la solidaridad conllevan una vida más
feliz.
F) APRENDER SOBRE EL
CONOCER, QUERER Y SENTIR (TEORÍA DE LA MENTE). Resulta cuando menos extraño
que las personas tengan que conocer tantas cosas sobre el mundo natural y
sociocultural (matemáticas, física, química, biología, historia, sociología,
economía, etc.) y apenas reciban conocimientos sobre sí mismos, sobre sus
pensamientos y sentimientos, sobre su mente y la mente de los demás, cuando por
otra parte están muy interesados.
En las relaciones interpersonales continuamente
interpretamos el comportamiento del otro, suponiendo que tiene estados
mentales, como opiniones, creencias, deseos, intenciones, intereses,
sentimientos. Cuando alguien hace algo pensamos que tal conducta se debe a
determinados pensamientos, sentimientos o deseos que tiene en su cabeza. Los
seres humanos tenemos una teoría de las mentes ajenas que nos permite
naturalmente atribuir estados mentales a los demás y a nosotros mismos. Somos
animales mentalistas. Esta capacidad cognitiva–social del ser humano resulta
clave para comprender la comunicación interpersonal y la interacción social en
las situaciones educativas.
Los conocimientos, las teorías que de la mente se tengan no
es una cuestión meramente teórica, sino de extraordinaria relevancia práctica,
especialmente en aquellas profesiones (las más en nuestra sociedad de
conocimientos y servicios) que tienen que ver con otras personas y sus
comportamientos, y por tanto sus pensamientos, sentimientos y motivaciones.
Profesores, psicólogos, pedagogos, sociólogos, antropólogos, trabajadores
sociales, etc. perciben, enjuician, valoran y actúan en su práctica profesional
desde la teoría de la mente, que más o menos explícitamente sostienen. La
teoría de la mente constituye en la actualidad un dominio de investigación en
el que confluyen diversas ciencias cognitivas, y que está proporcionando
resultados sorprendentes y de extraordinaria relevancia teórica y aplicada.
La mente, entendida como un sistema de representaciones,
conocimientos e inferencias, merece el calificativo de teoría (Teoría de la
Mente) puesto que no es directamente observable y sirve para predecir y
modificar el comportamiento. En cierta medida se puede comparar con los
conceptos y teorías que los científicos emplean para explicar, predecir y
modificar la realidad que estudian. Las teorías de los científicos tampoco son
observables. Atribuir mente a otro es una actividad teórica, pues no podemos
observar su mente, pero a partir de esa atribución interpretamos sus pensamientos
y sentimientos y podemos actuar con él adecuadamente.
El cerebro dispone de redes neurales especializadas que nos
permiten crear ingeniosas hipótesis sobre cómo opera la mente de otras
personas. A partir de estas hipótesis anticipamos y predecimos con acierto las
conductas de los demás. Esta capacidad de mentalización con una base neuronal
determinada se considera de carácter modular, similar a la capacidad
lingüística, numérica o espacial. Se han caracterizado estas capacidades
básicas como conocimientos nucleares, que subyacen a todo cuanto aprendemos a
lo largo de la vida y nos identifican como miembros de una especie. Son
universales cognitivos con los que venimos al mundo, y se basan en módulos o
sistemas neuronales, congénitamente dispuestos para formar representaciones
mentales de los objetos, las personas, el lenguaje, las matemáticas y las
relaciones espaciales.
La Teoría de la Mente o la capacidad mentalista es condición
necesaria en los procesos de enseñanza–aprendizaje. En la enseñanza tenemos un
objetivo: cambiar la mente del otro, sus pensamientos, sentimientos y
comportamientos; procuramos transmitir algo que consideramos valioso y de modo
que el alumno lo pueda asimilar. Y para ello el profesor tiene que ponerse en
la mente del alumno, inferir su nivel de conocimientos, sus preocupaciones e
intereses, suponer lo que el alumno ya sabe, y lo que quizá desee saber. En la
enseñanza ponemos en juego un conjunto de estrategias para lograr una
comunicación eficaz: queremos llamar la atención del alumno en nuestro mensaje,
porque lo consideramos importante; utilizamos variados recursos para hacerlo de
forma interesante; sobre la marcha continuamente hacemos inferencias sobre si
entienden e interesa; introducimos modificaciones en el curso de la acción para
mejorarla; nos sentimos más o menos satisfechos con lo realizado. La capacidad
para interpretar adecuadamente la mente del alumno y actuar en consecuencia
resulta esencial en la tarea de profesor.
Autor: García García, Emilio.
Competencias éticas del profesor y calidad de la educación.
Dpto. Psicología Básica II Procesos Cognitivos Facultad de
Psicología Universidad Complutense Campus de Somosaguas
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