sábado, enero 19, 2013

El escenario contemporáneo, riesgos y desafíos para la equidad y la calidad educativa.

Todos afirmamos estar a favor de “la calidad educativa”, aunque no esté claro a qué nos referimos, entonces ¿Cuáles son los obstáculos para ingresar a ese camino? ¿A partir de qué realidad debemos pensarla?  ¿Qué sucede con las desigualdades sociales? ¿Y con los sistemas educativos? ¿Cuáles son los desafíos?
Tal como lo planteáramos en otras ocasiones, el mundo ha estado experimentando desde hace unos años un complejo proceso de cambios en la organización económica y en el mercado de bienes y servicios que normalmente se denomina globalización. En la base de este proceso se encuentra un desarrollo acelerado y permanente del conocimiento, expresado entre otras cosas en innovaciones técnicas que son rápidamente incorporadas a los procesos productivos, simultáneamente con un desarrollo también acelerado de las tecnologías informáticas y de su utilización. Estos cambios conllevan a su vez un incremento permanente de la velocidad de la circulación de información de todo tipo y la constitución mucho más expandida de un mercado internacional de trabajo, capitales y bienes materiales y culturales.

Ya desde hace algunos años se sostiene que este proceso implica cambios profundos en la estructura social en general y en los mecanismos de acceso a y de permanencia en los puestos de trabajo en las más diversas ocupaciones, así como en la organización del trabajo, en particular. Esto proceso, de amplias implicaciones en la vida de las sociedades y en el mercado laboral tiene entre otras las siguientes consecuencias.

 - El cambio en el espectro de los trabajos formales existentes y su dualización entre trabajos en los cuales se introduce progreso técnico por un lado y otros muy rutinizados y mecanizados por otro;
 - La rapidez de los cambios en los perfiles de las ocupaciones;
 - La aceleración de los procesos de flexibilización laboral y la consecuente separación cada vez más intensa entre los trabajos formales y los no formales por un lado y entre trabajo protegido y no protegido por otro;
- La renovación continua de las habilidades y competencias necesarias para un desempeño exitoso en la inmensa mayoría de las ocupaciones;
 - La creciente exigencia de un título secundario para ocupaciones de mediana y aun baja calificación.

A fines del siglo XIX los sistemas educativos se organizaron en base a dos ejes. El primero era la secuencia de niveles establecidos según la edad. El segundo, la jerarquización, derivada de la complejidad de los conocimientos y los procesos intelectuales requeridos para desempeñar posiciones laborales de mayor ingreso y prestigio. Se asumía además que, además de transmitir conocimientos, el sistema educativo cumplía un decisivo rol en el proceso de socialización en términos de la internacionalización de las pautas y valores dominantes y consensuales en la sociedad; esto es el sistema educativo formaba ciudadanos y eran el principal mecanismo de identificación nacional por encima de las identificaciones políticas y religiosas.

Por lo demás la generalización de la enseñanza primaria y la mucho más lenta expansión de la secundaria implicaron un avance democratizador, modernizador y secularizador, que constituyó también un mecanismo privilegiado de movilidad social ascendente, y por tanto, contribuyó decisivamente a la democracia social entendida como el avance en la igualdad de oportunidades. Este rol perduró muchas décadas y fue tan importante en Europa como en América Latina.

Este sistema educativo entró en crisis hace algunas décadas; no es posible desarrollar aquí en que consistió y cómo se generó la misma. A los efectos de esta presentación parece suficiente señalar sus siguientes aspectos.

 - La misma expansión masiva del sistema (que en América Latina y en parte de Asia incluye ya en la mayor parte de los países a la enseñanza media, no así en Africa) implicó complejidades crecientes para el cumplimiento de los objetivos básicos, entre otras razones, porque fueron accediendo los sectores más pobres con un mucho menor nivel educativo y cultural familiar. Ello hizo entrar en contradicción una enseñanza estandarizada con un universo de alumnos cada vez más diferenciado; había muchos más alumnos que en décadas anteriores, pero el fracaso escolar aumentaba sin cesar aunque segmentadamente en términos del origen social de los alumnos. Y ese fracaso era mayor cuanto más alto era el nivel educativo.
 - En segundo lugar, el sistema educativo no estaba preparado para proporcionar una formación que permitiera a los egresados un aprendizaje continuo de conocimientos, tecnologías, habilidades y competencias.
 - En tercer lugar un creciente aumento de las desigualdades sociales -operado desde hace ya unas décadas en América Latina, estructural en Africa y que ha aumentado más recientemente en Europa aun en períodos de fuerte aumento del producto (CEPAL) fue incrustando en el sistema educativo mayores exigencias de todo tipo; desde la necesidad de políticas compensatorias –empezando por la alimentación en un amplio sector del alumnado de los países en desarrollo hasta estrategias pedagógicas diferentes para diferentes situaciones del mismo, pasando entre otras cosas por una redefinición de los objetivos mismos de la educación.
 -         A lo largo del siglo pasado, y especialmente desde la posguerra, la familia (y la sociedad) han experimentado cambios muy profundos mientras que la escuela ha permanecido casi igual. Las relaciones entre las generaciones dan mucho más margen de decisión a los jóvenes, la familia a tendido a nuclearizarse, la influencia de los contextos sociales sobre los adolescentes y jóvenes ha aumentado, etc. En la sociedad, especialmente en las últimas dos décadas, el trabajo se ha vuelto mucho más inestable, el acceso al mercado laboral, especialmente de los jóvenes, se ha hecho cada vez más difícil, los ciclos de ocupación desocupación, aun en personas con alta calificación se han hecho cada vez más frecuentes.
 - Los dos conceptos básicos del sistema educativo que constituyeron uno de los principales ejes organizadores durante el siglo XX, secuencialidad y jerarquización (que ya fueron presentados) se desestructuraron. La evidencia de que había que seguir aprendiendo a lo largo de la vida laboral erosionó la idea de la secuencialidad. El avance en los niveles del sistema cada vez garantiza menos el acceso a puestos de trabajo acorde con la formación recibida e ingresos satisfactorios.

Este escenario generó una pérdida de eficacia de la educación y de satisfacción con ella que constituyen el núcleo de la problemática actual. Los mecanismos de socialización se han debilitado, la educación no puede dar una respuesta satisfactoria a la diversidad de situaciones en que se encuentra el alumnado y tiene serias dificultades para encontrar una vía uniforme para reformular los contenidos de la enseñanza según las exigencias del mundo laboral actual.

En definitiva, la crisis de los sistemas educativos -con sus matices y variantes nada triviales según los casos expresó, con sus propias especificidades, la crisis de un modelo de funcionamiento económico y social que fue cambiando hasta llegar a lo que hoy -a veces con cierta ambigüedad se denomina globalización; y este a su vez está cambiando los mecanismos y requerimientos del acceso al trabajo (y de la permanencia en el mismo) en prácticamente todo el sistema social, desde los obreros hasta los profesionales. Las consecuencias críticas de estos cambios son aun mucho más profundas en la relación del conocimiento y sus aplicaciones sociales.

Este escenario se ha hecho aun más complejo y difícil para el sistema educativo en los últimos años, por el permanente crecimiento de las demandas que desde la sociedad, el sistema político y los organismos internacionales se le formulan, las que exceden ampliamente los objetivos “clásicos”. Una enumeración para nada exhaustiva de estas demandas incluye los temas de la planificación familiar (en relación en un conjunto de países con altas tasas de natalidad), ecología y medio ambiente (para contribuir a la conservación ambiental), la formación para una ciudadanía responsable, educación cívica (para formar para la democracia), enseñar la prevención del SIDA, educar para la solidaridad, educar para seguir las normas de tránsito y otras, sin mucha evidencia empírica acerca de que cargar los curricula con este tipo de contenidos genere efectos positivos en las estructuras y procesos sociales y políticos. (Benavot).


Extraído de
Panorama Internacional sobre Calidad y Equidad en la Educacion
Cecilia Braslavsky
Gustavo Cosse
Congreso “Calidad, Equidad y Educación”

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