Las utopías tienen vigencia ¿Aspiramos a una democracia plena? La formación en
ciudadanía debe ser una de las mayores preocupaciones de los sistemas
educativos de este siglo. Se trata de llevar a cabo acciones que preparen a las
personas a mantener actitudes emprendedoras y transformadoras de la realidad
que nos toca vivir.
Las vías de aprendizaje son la práctica, la observación, y
la reflexión y construcción personal, las situaciones que comporten
colaboración y participación de calidad, así como que favorezcan comprensión
crítica de nuestro mundo mediante la observación y la reflexión personal, serán
factores de aprendizaje ético y ciudadano.
Por tanto, es importante incidir, tanto desde los ámbitos de
educación formal como desde los no formales e informales, en la promoción de
competencias que favorezcan construcción colaborativa del conocimiento,
argumentación de calidad sobre cuestiones social y éticamente controvertidas,
participación y actitudes proactivas, emprendedoras y transformadoras. Por
ello, y para finalizar, me voy a referir a cuatro cuestiones que por supuesto
tan solo apunto, ya que requerirían un análisis más pormenorizado.
Es difícil avanzar hacia un modelo de ciudadanía como el
propuesto sin una ciudadanía bien atendida en sus necesidades básicas. La
sostenibilidad personal, familiar y laboral son condiciones para la
sostenibilidad comunitaria y la construcción de ciudadanía. No es posible
alcanzar los logros propios de una ciudadanía activa, colaborativa y
participativa solo formulando propuestas pedagógicas y declaraciones de buenos
objetivos. Son necesarias políticas públicas que garanticen una vida digna para
toda la población y, en especial, políticas en materia de infancia, familia y
salud que hagan realidad más equidad y más inclusión en los países de nuestra
comunidad iberoamericana.
En segundo lugar, debemos ser capaces de superar el nivel
declarativo sobre lo que debemos promover y hacer en relación con la formación
en ciudadanía, y situarnos en un nivel propositivo. Esta ha sido nuestra intención,
al proponer entornos de aprendizaje colaborativos y espacios para el
aprendizaje de una participación de calidad. En este sentido, conviene que en
especial la escuela y el profesorado aborden su tarea también en clave
colaborativa y participativa.
En tercer lugar, no debemos suponer que solo con propuestas
procedimentales sobre la educación podamos lograr los objetivos que nos
proponemos. No es posible construcción colaborativa de conocimiento ni
participación de calidad sin información y formación sobre los contenidos y
proyectos en torno a los cuales gira la colaboración y la participación. Es
necesario profundizar en el conocimiento y en la comprensión crítica de nuestro
mundo. La educación en sus diferentes ámbitos, y en especial en el ámbito formal
e institucional de la escuela y de las instituciones de educación superior,
debe proporcionar las claves para comprender este mundo, que es un mundo
complejo. El rigor y la densidad cultural deben estar presentes en el discurso
escolar y, por supuesto, en el de las instituciones de educación superior. Solo
es posible una ciudadanía activa en nuestras sociedades democráticas y en
nuestro mundo globalizado si esta es una ciudadanía informada y formada.
Y por último, conviene abordar la formación ciudadana
implicándose en la
comunidad. En este sentido, las experiencias de
aprendizaje-servicio, que combinan aprendizaje de contenidos académicos con
prestación de servicios a la comunidad, mediante acciones relacionadas con los
aprendizajes de la escuela que contribuyen a la mejora de la calidad de vida en
el territorio, suponen un buen modelo de educación en la práctica, de aprender
ciudadanía haciendo ciudadanía colaborativa y participativa.
Extraído de
Educación y ciudadanía en sociedades democráticas: hacia una
ciudadanía colaborativaMiquel Martínez Martín
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia TalloneCoordinadores
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