En la presente publicación se propone una reflexión en torno al sentido que se le puede dar a la “Calidad Educativa” ¿Cómo definirla en términos de excelencia? ¿Qué explicación daríamos si la consideramos un producto, o un servicio? ¿Qué opinan las teorías críticas? ¿Y la teoría del Capital Humano?
El concepto de Calidad ha sido usado históricamente en
múltiples ámbitos y, en la actualidad, ocupa un lugar privilegiado en el ámbito
del desarrollo de organizaciones y de la economía, los negocios y el marketing.
La Calidad se ha planteado como un concepto multifacético y que frecuentemente
lleva a confusión en distintos ámbitos. Se ha planteado que el significado de
la Calidad no puede ser definido cuando se busca establecer una relación entre
distintas variables, con un constructo que mirado como una variable dependiente
continuamente se modifica.
Reeves y Bednar proponen que las primeras discusiones
respecto al concepto provienen de los filósofos griegos, como un concepto
relacionado con un ideal, llamado “Areté”, es decir, Excelencia. El concepto,
según esta vertiente, puede variar según el contexto y el fenómeno analizado;
así, en una carrera de caballos, por ejemplo, el concepto tiene relación con la
velocidad, con la fuerza, con el carro; en cambio, una persona es excelente en
términos de las connotaciones morales, intelectuales, físicas, prácticas que
implica para un determinado asunto. Para Platón, el “Areté” es definido en
términos absolutos: el bien en su más alta forma, la mayor idea de todas.
Actualmente, se define la Calidad en términos de excelencia,
como la manera de investir con la mejor habilidad y esfuerzos posibles para
producir el resultado más fino y admirable posible. Se plantea que este tipo de
definiciones poseen el problema que la experiencia directa muchas veces no se
relaciona con las abstracciones intelectuales.
Rondando el siglo XVIII, en el ámbito de los negocios, otra
corriente define Calidad como un valor; es decir, dado que la Calidad no es en
sentido popular lo mejor en términos absolutos, su definición se circunscribió
a términos relativos dentro de un mercado y bajo la experiencia de un
consumidor, en la que se incluye el precio como una variable importante para
evaluar los productos.
En el primer tercio del siglo XX, la definición que entró en
juego fue la Calidad conforme a especificaciones o, en otras palabras, la
creación de estándares por consenso en determinados productos, concepto desarrollado
en Estados Unidos producto de la necesidad de vender piezas intercambiables en
la industria de armamentos. Siguiendo la formula: si la parte no reúne las
especificaciones no puede ser intercambiable y si no es intercambiable no es
una buena pieza. Dicha formula se intensificó con el desarrollo de la industria
automotriz, en donde el producto se masificó. Con la implementación del control
de ingeniería de procesos, se logró asegurar en parte que las piezas pudieran
lograr las especificaciones y entonces se introduce a la idea de cumplimiento
de ciertas características: el control del proceso al menor costo posible. De
esta manera, la Calidad en los productos industriales se transformó de algo que
no podía ser cuantificable en algo que sí lo podía ser y, además, en algo que
podía ser controlado y comparable entre mercados.
En la actualidad, la definición dominante de Calidad
corresponde a si un producto o servicio es apropiado o no o si excede las
expectativas del cliente, definiciones que han sido utilizadas en otros campos,
como el educativo.
Construcción de las
Nociones de Calidad Educativa
La discusión sobre calidad de educación puede
circunscribirse a diferentes marcos y niveles. Un primer nivel corresponde a la
función social atribuida a la educación, la que, a su vez, se vincula a
diversas visiones de desarrollo social y humano y con definiciones de los fines
éticos y políticos de la
educación. Desde la función clásica de transmisión de los
valores que dan cohesión a la sociedad y mantención de las estructuras
sociales, la calidad educativa estará dada por su capacidad para mantener los
equilibrios macrosociales y su efectividad en la transmisión de normas,
valores, actitudes y conocimientos que favorezcan la adaptabilidad de los
sujetos a su entorno y a la estructura social.
Por otro lado, desde las teorías críticas de la Reproducción Social,
la función de la educación es favorecer la concientización y la integración
social por medio de procesos de develamiento de las desigualdades y de
empoderamiento de las nuevas generaciones (Freire). Ello requiere desarrollar
el pensamiento crítico y la creatividad en los sujetos, pero también
transformar las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad. Desde
este enfoque, la Calidad de la educación se asocia a su capacidad para
empoderar a los individuos y favorecer la transformación social.
En la literatura sobre Calidad en Educación es posible
encontrar diversas perspectivas para definir este concepto, entra las que es
posible destacar algunas relevantes. En primer lugar, desde el enfoque de
derechos se enfatiza el cumplimiento del derecho a la educación y el pleno
desarrollo de la persona humana, cuya garantía es posible en el ejercicio de
otros derechos fundamentales. Desde esta óptica, la educación de calidad tiene
como cualidad fundamental el respeto de los derechos de las personas,
especialmente el derecho a la no discriminación y a la plena participación, el
que debe expresarse en garantías de gratuidad y obligatoriedad. La UNESCO
(2007) identifica cinco criterios de una educación de calidad:
la equidad,
debiendo “ofrecer los recursos y ayudas necesarias para que todos los
estudiantes alcancen los máximos niveles de desarrollo y aprendizaje”, la pertinencia y la relevancia, de acuerdo a las cuales los contenidos y
estrategias de la educación debe ser significativos, facilitando la apropiación
de los contenidos de la cultura y, a la vez entregar, las competencias
necesarias para participar e integrarse, según las finalidades que la sociedad
le otorga a la educación; finalmente, la eficiencia
y eficacia, asociada al uso
adecuado de los recursos y el logro de determinados estándares de aprendizaje.
Este enfoque se expresa también en la perspectiva de la
educación inclusiva, cuya principal aspiración es asegurar el derecho a una
educación de calidad para toda la población. Desde este enfoque se entiende que los
grandes fines de la educación son los mismos para todos los niños y niñas, sean
cuales fueren los problemas que enfrentan en su proceso de desarrollo y de
aprendizaje. Hay cuatro elementos que han contribuido a dar forma al concepto
de inclusión: visión del desarrollo como proceso, la identificación y la
eliminación de barreras al aprendizaje, la presencia, participación y logros
(resultados) de todos los estudiantes y el énfasis en los grupos de estudiantes
en riesgo de marginación, exclusión o bajos resultados.
Una perspectiva complementaria, también difundida por
UNESCO, enfatiza en una concepción holística. Esta perspectiva fue construida
basada en cuatro conferencias realizadas entre el año 2008 y 2009, cuyos
resultados indican cómo esta concepción podría ayudar a solucionar los
problemas del mundo contemporáneo en los que la educación podría influir,
siempre que se formulen políticas integradas basadas en una concepción
holística e equitativa del sistema educativo. En el informe se planteó que la
educación tiene como finalidad el desarrollo humano a través del ciclo vital
con miras a disminuir las inequidades, favorecer la inclusión, la cohesión
social y la justicia social, lo cual implica mirar la educación en un sentido
más amplio que sólo el desarrollo de habilidades cognitivas, sino también el
desarrollo de valores y habilidades a través de la educación formal y no
formal, a lo largo de la vida y donde los profesores poseen un rol
irreemplazable. En el mismo sentido de integralidad, pero con un foco distinto,
la UNICEF plantea que la calidad en educación corresponde también a otras
dimensiones, tales como lograr educar niños saludables y bien nutridos que se
encuentren dispuestos a aprender en ambientes seguros y saludables, sensibles a
condiciones de género y que tengan los recursos y facilidades para
desarrollarlas, que cuente con currículum que les permitan su desarrollo, con
profesores bien entrenados y con foco en los niños, que se cuente con clases
bien manejadas, con el foco en el desarrollo de conocimientos, habilidades y
actitudes que sean coherentes con los objetivos nacionales y con una adecuada
participación en sociedad.
Una tercera perspectiva corresponde a la propuesta por la
teoría del Capital Humano, según la cual la educación debe desarrollar las
competencias requeridas para que los sujetos logren insertarse productivamente
al mundo del trabajo, lo que implica un importante vínculo entre la educación y
el mercado, con foco en la formación en “destrezas productivas pertinentes”
(Ottone y Hopenhayn), favoreciendo el desarrollo productivo general y, a la
vez, la igualdad de oportunidades mediante mecanismos de movilidad social meritocrática.
Extraído de
Las Representaciones Sociales de calidad educativa presente
en los discursos en medios escritos: Un análisis en el contexto del conflicto
estudiantil en Chile 2011
Autores
Ricardo Cerda R
Doctorado en Educación, Pontificia Universidad Católica de
Chile. Escuela de Nutrición y Dietética, Facultad de Medicina, Universidad de
Chile.
Catalina Opazo
Doctorado en Educación, Pontificia Universidad Católica de
Chile. CIDE Facultad de Educación, Universidad Alberto Hurtado.
En: Estudios Pedagógicos XXXIX, Nº 1: 63-81, 2013
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