Vouchers educativos. Algo muy trillado, puesto en el tapete como nuevo
Miguel Andrés Brenner
Facultad de Filosofía y Letras
Agosto de 2023
El presente texto fue publicado en el año 2022. Actualmente adquiere relevancia en
Argentina porque el primer electo en las últimas votaciones fue Javier Milei, de la
extrema derecha, que se posiciona a favor de los bonos o cheques o vouchers
educativos, y está siendo discutido en los medios masivos de comunicación.
¿Menos Estado y más libertad? ¿O qué?
Hablemos de los vouchers educativos o de los bonos educativos. Voy a tomar como
base un texto mío del año 2000, “La educación para todos. Un paradigma neoliberal”.
No vamos a realizar una explicación desde sus orígenes, pues demasiado se ha dicho
hasta ahora. En Argentina los ha impulsado, hacia fines del siglo pasado, el economista
Juan José Llach, como Ministro de Educación del entonces gobierno de la Alianza (su
presidente, Fernando de la Rúa), desde fines de noviembre de 1999 hasta fines del año
2000. Ahora se reitera su instalación a través de la comunicación masiva. Importa la
publicidad en los medios de difusión, ya que vale su incorporación en las mentes de los
argentinos, como tantas otras cuestiones relativas a las concepciones del mercado en
materia educativa, como si éste lo resolviera todo. El Estado no debiera intervenir en las
decisiones de los particulares. En tanto así se diera, se autorregularía el sistema escuela,
como si en el trasfondo existieran “leyes” que “a futuro” condujeran a la riqueza de las
naciones. Aquí radica una especie de determinismo económico. Conste que dicho
artículo periodístico no tiene ningún valor académico, ni de ideas novedosas que se
transmitan, sirviendo solamente de difusión político-partidaria y que revisa ideas ya
establecidas y remanidas.
Originalmente han sido propuestas por Milton Friedman, Escuela de Economía de
Chicago, en su ensayo “El papel del gobierno en la educación”, año 1955. Es por ello
por lo que me voy a detener solamente en una publicación, Diario La Nación de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, regida por un gobierno de derecha, ¿Podría el
sistema de voucher fortalecer la educación pública?, cuya autora es Marina Kienast,
diputada de esa Ciudad por Republicanos Unidos, abogada, traductora pública en inglés,
Master en Economía y en Derecho, quien afirma que su afán es el problema de las
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“desigualdades”. En realidad, la autora considera que habría una “igualdad” hipotética,
o una igualdad natural, que solo se da en un discurso matemático formal. 1 Idea tal que
ni el mismo Karl Marx avala, quien, literalmente, se burla de la noción de “igualdad
social” 2 . Y menciono a Marx, por cuanto actualmente aún es frecuentada por las
llamadas izquierdas.
Dentro de la temática, la autora no es nada creativa, simplemente, desde el poder del
gobierno que dirige Horacio Larreta, reitera la propuesta.
Según ella lo entiende, parte en sus afirmaciones del deterioro de la escuela pública que
atenta contra el principio de la “igualdad de oportunidades”.
Al respecto de la igualdad de oportunidades, por motivos de brevedad en razón que
podría escribirse todo un libro referido a las críticas de aquel concepto, invitamos a ver
un video con la alocución de Michael Sandel, quien es profesor de filosofía en la
Universidad de Harvard, donde comenta las ideas fundamentales de su libro “La tiranía
del mérito”. Ha sido orador principal en materia de filosofía en el Foro Económico
Mundial de Davos 2021. 3
Por lo visto recientemente, no es acertada la afirmación de Marina Kienlast: “Una de las
alternativas que emergió en la arena política recientemente y que generó mucha
controversia, es el modelo del voucher educativo como uno de los instrumentos del
financiamiento de la demanda en la educación.” Es que la misma no es reciente. Sí es
reciente la propaganda política, la lucha política para instalar dichas ideas, que son las
del Partido Político PRO - Propuesta Republicana-.
Reiterando, pido disculpas, valga la redundancia, por la reiteración. Es que el artículo
del diario La Nación, nada original es. Lo único que pretende es promover nuevamente
una idea desde la arena político/partidaria. Dado el antecedente señalado, transcribo
solo alguno de sus párrafos:
“A través de este sistema, el alumno tiene a su disposición un vale que asegura
su derecho a recibir educación. Los padres, junto a sus hijos, deciden a través de
qué institución hacen uso de ese vale. Es decir, qué institución eligen para llevar
adelante la escolarización de sus hijos. Es importante aclarar que el voucher en
cuestión no equivale a dinero. De ningún modo alguien podría sacar provecho de
ese vale más que el mismo chico, ya que sólo se canjea por educación.
Asimismo, el voucher no tiene un valor fijo, sino que se actualiza en base del
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costo que supone que cada chico asista a una escuela pública. No requiere mayor
gasto público; simplemente cambia el modo en el que se aplica ese gasto. La
educación pública es una de las inversiones más importantes que realiza el
Estado. Por esto mismo resulta fundamental estudiar a fondo cómo maximizar su
rendimiento para que sea lo más beneficioso para los alumnos. De esta manera,
los recursos llegan directamente al chico, quien lo acredita a una institución,
subsidiando así la demanda educativa en lugar de la oferta. Y acá es donde
ocurre lo interesante. El sustento de la institución depende entonces de su
capacidad de desarrollar incentivos para atraer alumnos. Este incentivo no es
otro que el de ofrecer educación de calidad y gestionar adecuadamente los
ingresos para ofrecer a los alumnos un espacio motivador y próspero para su
escolarización. Parte del financiamiento de cada escuela pasa a depender de
cuántas familias la elijan. Es por esto que se genera un espacio competitivo entre
las instituciones educativas para posicionarse como la opción destacada entre los
alumnos.”
Aquí subyace fuertemente el principio sustentado en la demanda, pues el Estado sería
un pésimo oferente, y no corresponde que decida por los padres.
Visión crítica.
Si el Estado es un pésimo oferente, ¿por qué hasta los años setenta, las mejores
escuelas se hallaban en el ámbito de lo público? Sobre esta problemática no
haremos referencia en el presente texto.
¿Cómo harían los padres para elegir las mejores escuelas? Hay que determinar
“qué significa lo mejor”. ¿La eficiencia y eficacia exigida por el mercado? Si
fuese así, ¿qué hacemos con la mayor parte de la humanidad excluida del
aprendizaje de la lectoescritura, no apta desde los parámetros del mercado?
Precisemos. El modelo establece certificar la calidad desde los “resultados”
obtenidos en las pruebas estandarizadas de evaluación a los alumnos, y desde ahí
“se mediría” la calidad de los docentes. Los resultados, que se reducen a
“mediciones”, pueden compararse a nivel internacional. Es decir, se podría
comparar una escuela de nuestras “villas miserias” o “favelas”, entre otras, con
las ubicadas en los sectores sociales favorecidos por el sistema.
Además, tengamos en cuenta las tan mentadas trayectorias individuales del
aprendizaje, o sea, el recorrido que realiza cada estudiante dentro del sistema
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educativo, desde donde percibir que las necesidades y posibilidades de
aprendizaje de los alumnos son diferentes, como para que cada uno de ellos
“encaje” dentro de moldes prefijados. Así, por ejemplo, yo puedo ser docente en
dos escuelas distintas, y aún en dos cursos distintos, pero las condiciones
iniciales para el aprendizaje son diferentes, por lo que mi enseñanza también
será diferente, salvo que la escuela dedique su afán solo a responder ítems
evaluativos para acreditar y certificar.
La conflictiva, además, se manifiesta con los criterios de quienes elaboran las
pruebas, mientras que también las mismas evalúan los objetivos logrados y no
los procesos educativos. Valga dejar sentado críticamente que el término
“proceso” es multidimensional, ya que implica tanto las didácticas, como las
relaciones de clase social, los contextos culturales, políticos, económicos,
territoriales, etc.. Ese proceso es obviado en las pruebas estandarizadas.
Conste que, en situaciones de pobreza estructural, los alumnos realizan el
“aprendizaje social de la pobreza”, un aprendizaje no teorizado, pero sí,
vivencial. Es que la ausencia de expectativas sociales incide en el aprendizaje
social de la pobreza. La fuerte pregnancia de la escuela-contenedora-
asistencialista, implica el aprendizaje de los alumnos de la invalidez de sus
padres, por cuanto no podrían valerse por sí mismos, dependiendo paternalmente
del Estado. La alimentación, donde lo que interesa es consumir para subsistir,
sin otra consideración, debilita la comunicación interpares (“se consume como
animalitos”). La ausencia de pensamiento crítico no favorece entrever quién
gana y quién pierde, y por qué. En principio pierden quienes se alimentan con
valores nutritivos inhumanos (dejamos para otro capítulo la cuestión de “quién
gana”).
Regresando a un interrogante que nos quedó en el tintero. Subyace a tal postura
la “teoría de la elección racional”. No haremos, aquí, la historia de la misma y la
mención de sus detentores. Solamente diremos que los individuos elegirían las
mejores alternativas a partir de “decisiones racionales”. Mas, tajantemente, esto
no es cierto. Esta teoría olvida a Friedrich Nietzsche, quien sostiene que no hay
hechos, sino interpretaciones. Olvida a Sigmund Freud, quien enseñó que la
conciencia es el órgano sustentado por el inconsciente. Olvida a Karl Heinrich
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Marx, para quien la ideología es una imagen invertida de la realidad (falsa
conciencia). Nietzsche, Freud y Marx llamados los “maestros de la sospecha”.
No solo ello. Cuando los padres de los sectores populares eligen a una escuela,
lo hacen desde sus propios criterios sociales y culturales. Se preguntan explícita
o implícitamente: ¿Quiénes serán los compañeros de mis hijos?, ¿dan en la
escuela alimentación?, ¿el edificio escolar está cerca de mi casa o no?,
¿gastaré mucho o no en uniforme, útiles, etc.? Consideremos que los vouchers
o bonos o cheques educativos sirven tanto para escuelas públicas como para
escuelas privadas. Estas últimas cobran un “plus” a los padres. Los de los
sectores populares difícilmente estarían en condiciones para asumir dicho
“plus”. Además, los de los sectores sociales favorecidos difícilmente aceptarían
convivir con aquellos, en virtud de la discriminación existente (étnica, racial,
cultural, social).
Que tanto docentes como escuelas compitan entre sí para que queden las
mejores, olvida el concepto “mejor” como valorativamente ideológico, lo cual
resulta complicado en un sistema sin incentivos, que no reconoce el valor del
magisterio, y uno de sus indicadores es el salario, empero no el único. Es decir,
hay que establecer un sistema educativo que atraiga a la enseñanza a los
mejores. ¡Claro!, nos encontramos con una problemática similar, ¿cuál es el
criterio desde el que se determina lo mejor?
Otro tema, que requeriría de una profunda y extensa consideración, es el relativo
a la actual percepción social infravalorada de los docentes, además de todas las
variables desde las cuales interpretar su situación laboral. La competencia entre
docentes y escuelas, donde quien no tiene criterios de calidad sería barrido del
mercado, haría que maestros y escuelas luchasen en el campo de la competencia
para subsistir y no perder sus fuentes laborales. Aquí se da una flagrante e
inhumana contradicción, pues por un lado se desmerece el accionar docente,
aunque por el otro se lo somete a una dura competencia, como si estuviera al
alcance de todos lo que se denomina supuestamente lo eficiente y eficaz.
Sin embargo, haciendo un juego de imaginación, “juguemos” a que las críticas
que anteceden al presente trabajo no existieran. Entonces, digamos que sí, es
válida la competencia entre docentes y entre escuelas, para que sobrevivan las
mejores, puesto que los padres las elegirían. Aquí, nos encontraríamos con el
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naufragio de una hipotética racionalidad. ¿Por qué? Durante las últimas décadas
la formación docente ha tenido sus “agujeros negros”. Así, en el tren de la
competencia, quedarían fuera del sistema educativo una camada de docentes
inimaginable. Y la escuela, que se ha convertido tendencialmente en
“contenedora”, se hallaría sin personal titulado. Según la experiencia histórica,
en variadas oportunidades, ante la falta de docentes, se convocó para suplirlos a
personal no titulado. Conste que en la docencia no existe, como en la medicina,
“el ejercicio ilegal de…”.
Más allá de los planteos recientemente formulados, la actual grieta política conduce a la
imposibilidad del diálogo. No es ésta la mejor plataforma para la institución de los
bonos educativos que se pretenden imponer desde la propaganda político/partidaria. Es
que cualquier cambio significativo debe hacerse con los docentes y no sobre los
docentes.
1 https://www.lanacion.com.ar/opinion/podria-el-sistema-de-voucher-fortalecer-la-
educacion-publica-nid12032022/
2 Marx, Carlos. “Crítica al Programa de Gotha.”
http://190.186.233.212/filebiblioteca/Ciencias%20Sociales/Karl%20Marx%20-
%20Critica%20del%20programa%20de%20Gotha.pdf
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https://www.ted.com/talks/michael_sandel_the_tyranny_of_merit/transcript?language=e
s#t-118060 Importa ver el video mencionado.
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