El 2020 aumentó y desnudó la desigualdad existente en los sistemas educativos de América Larina pero también abrió una nueva posibilidad para relanzar una agenda de reformas educativas que mejoren los aprendizajes.
En 2020 aumentó la desigualdad que ya existía en los sistemas educativos
en América Latina, según cualquier indicador internacional o nacional.
Indudablemente, el hecho de que las escuelas permanecieron cerradas como medida
para evitar la propagación del Covid-19 potenció esta desigualdad e incrementó
la brecha entre los estudiantes que más tienen y con aquellos más vulnerables.
Varios factores explican esta realidad: el hacinamiento en el que viven
muchas familias donde los chicos no cuentan con espacios adecuados para
aprender; la falta de estudios de padres y madres que hace que no puedan
acompañar a sus hijos en sus tareas; o la falta de conexión a internet que
perjudica la continuidad de la enseñanza.
Esta tragedia para millones de chicas y chicos, y para el futuro de las
sociedades, será difícil de recuperar más allá de las horas extras y semanas de
vacaciones que se quieran utilizar para acelerar los aprendizajes.
Aún así, los países de América Latina podrían aprovechar esta crisis
para relanzar una agenda de reformas educativas que mejoren los aprendizajes,
con especial énfasis en los estudiantes más vulnerables.
En primer lugar, todos los países de América Latina tienen que comenzar
a abrir las escuelas, como ha hecho audazmente la Ciudad de Buenos Aires y
países como Uruguay, Chile y Perú. Es necesario que así sea, no pueden seguir
teniendo clases únicamente por zoom.
Segundo, repensar los marcos institucionales, legislativos y
regulatorios para que el nuevo “normal” de los sistemas educativos, no sea
igual a 2019. Repensar la flexibilidad en las modalidades académicas, las
materias a distancia en especial para los alumnos del secundario, la
alternativa del “homeschooling”, la formación docente en línea, las diferentes
formas de evaluar, la acreditación entre Universidades de toda la región, son
algunos ejemplos.
En tercer lugar, el rol de las familias ha cambiado, son más
protagonistas. Al tener a sus hijos en sus casas, se podría decir que han
recibido educación sobre la educación de sus hijos, entienden con mayor
claridad qué y cómo estudian y aprenden. Esto nos hace pensar que se volverán
más demandantes y exigentes sobre los aprendizajes y formas de estudio, lo que
representa una gran oportunidad para incluirlos en los debates y reformas
educativas. Llegó el momento de hacerlo, de darles los instrumentos para que
sigan recibiendo información, que puedan exigir y participar del debate sobre
educación, que hoy solo tiene dos voces: la de los gobiernos de turno y las
organizaciones gremiales.
Cuarto, más que nunca ha quedado en evidencia la importancia de
habilidades y capacidades socioemocionales, como el aprendizaje a lo largo de
toda la vida, y en todo tiempo y lugar; el pensamiento crítico y computacional;
la curiosidad y el trabajo en equipo. Es importante avanzar en incluirlas en
todos las curriculas escolares y enseñarlas en las escuelas.
En quinto lugar, la tecnología para la educación. Si bien viene siendo
aplicada desde hace años, en este último año demostró que está para quedarse.
Alumnos, docentes, escuelas, universidades y familias han experimentado la
educación a distancia, que ofrece una excelente oportunidad para avanzar en
la personalización de la enseñanza y que los alumnos puedan aprender según
sus ritmos, capacidades e intereses. De todos modos, como región tenemos una
deuda pendiente que es conectar a todas las familias a Internet, servicio tan
esencial como la electricidad o el agua potable.
Esta nueva normalidad que tenemos que pensar para la educación en
América Latina no puede quedarse únicamente en el debate, en la teoría, como
nos pasa habitualmente, sino que debe ser llevado a políticas prácticas, que
puedan ser evaluadas y medidas; que dejen de lado prejuicios e ideologías y se
enfoquen en la mejora de los aprendizajes. Los estados nacionales y
subnacionales tienen un rol prioritario en implementar reformas educativas, y
es clave que impulsen políticas efectivas que lleguen a los alumnos. Pero es
fundamental sumar a las organizaciones sociales, iglesias y sector privado. La
educación es una responsabilidad de todos.
¡No dejemos pasar esta oportunidad!
Fuente
https://agendaeducativa.org/una-oportunidad-para-mejorar-la-educacion/
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