- “Solo juntos lo conseguiremos”. “Este
virus lo paramos unidos”. “Es el momento de ayudarnos unos a otros”… Todos
y todas hemos oído este tipo de mensajes, que se han repetido, desde el
inicio de la crisis del coronavirus. ¿Aprenderemos la lección una vez que
pase la crisis?
En la escuela,
“educar para cooperar” es un principio básico, que se ha venido planteando y
proponiendo desde infantil hasta la Universidad (hasta que llegó la LOMCE, con
su “competencia estrella”
del emprendimiento neoliberal).
Pero ¿y el resto de
la sociedad? ¿Educa para cooperar? Puesto que “para educar se necesita a toda
la tribu”, como ahora todo el mundo recuerda.
Lo cierto es que el
mensaje que han recibido constantemente nuestros niños, niñas y jóvenes, ha
sido, hasta ahora, el de la competencia individualista del modelo neoliberal.
Un mantra ideológico, eje esencial del capitalismo. Un mantra constante y
persistente que se repite en los medios de comunicación, se ensalza en el
deporte, se induce en el trabajo, se insiste en la economía…
Sorprende este
dogma tan extendido y difundido por la agenda mediática, política y económica,
cuando los seres humanos preferimos cooperar a competir en nuestra vida diaria,
especialmente cuando buscamos el bien común. Esto es lo que ha demostrado el estudio antropológico de la
universidad de Oxford que ha encabezado titulares en todo el mundo por la universalidad
de sus hallazgos.
Sorprende cuando
incluso desde la biología, la prestigiosa académica Lynn Margullis, una de las
principales figuras en el campo de la evolución biológica, muestra que todos
los organismos mayores que las bacterias son, de manera intrínseca,
comunidades. Cómo la tendencia es hacia el mutualismo y cómo “la vida no conquistó el planeta mediante
combates, sino gracias a la cooperación” . Cómo nuestra evolución no ha sido una
competición continuada y sanguinaria entre individuos y especies. Sino que la
vida conquistó el planeta no mediante combates, sino gracias a la cooperación.
De hecho, los nuevos datos están descubriendo una naturaleza que cuestiona
radicalmente la vieja biología: “de cooperación frente a competencia, de
comunidades frente a individuos”, como concluye Sandin . La tendencia fundamental en la dinámica de
la vida, de toda clase de vida, por lo tanto, es la simbiosis mutualista, la
cooperación universal .
Estas
investigaciones confirman lo que ha planteado uno de los grandes pensadores de
la economía colaborativa: Kropotkin. Frente al darwinismo social, el
anarquista ruso Kropotkin, demostraba que el apoyo mutuo, la cooperación, los mecanismos de
solidaridad, el cuidado del otro y el compartir recursos son el fundamento de
la evolución como especie del ser humano.
Esta realidad, que
se nos vuelve obvia en momentos de crisis como ésta, contrasta con los
principios y propuestas que rigen el núcleo y finalidad esencial del
capitalismo neoliberal: el individualismo competitivo.
Apoyar al grupo,
apoyarnos en la comunidad, contrasta con ese dogma de “libertad individual” al
margen del bien común. La solidaridad, el no dejar a nadie atrás, choca con la
competitividad que predica el neoliberalismo económico. El relato del “hombre”
hecho a sí mismo, competitivo e individualista, que no le debe nada a nadie y
que busca conseguir su “idea de éxito” para enriquecerse y olvidarse de las
dificultades, suyas y de los demás. Mito difundido por el populismo empresarial
norteamericano y que la ideología neoliberal y neoconservadora ha traducido en
la escuela a través del mantra del emprendedor. Ideología que mantiene como
dogma de fe esencial que la competencia por la riqueza y el poder es el único motor
que mueve al ser humano.
Estamos
comprendiendo, porque lo estamos comprobando y constatando con esta crisis, que
esta ideología neoliberal, que reivindica regularnos mediante “la mano invisible del mercado” es una postverdad, una fábula, una
invención que no tiene fundamento real. Que cuando vienen mal dadas, cuando nos
jugamos lo vital y esencial de las sociedades, necesitamos el amparo del grupo,
de la comunidad, de la solidaridad colectiva para superar las crisis.
Es entonces cuando
nos lamentamos, tardíamente, de los recortes de miles de millones que se han
hecho en la sanidad pública o en la educación pública. Nos arrepentimos de no
haber invertido en suficientes residencias públicas de mayores (las privadas
tienen como finalidad obtener beneficios). Nos damos cuenta del error que es no
tener ya una banca pública que sostenga la economía y la inversión pública para
generar nuevos empleos que sustituyan a los que los “temerosos mercados” van a
destruir.
La ideología
neoliberal siempre ha sido muy clara: aplicarse a sí mismos el capitalismo de
“libre mercado” (subvencionado siempre) cuando obtienen beneficios, para
repartírselos entre los accionistas. Pero reclamar el socialismo y la
intervención del Estado para que se les rescate cuando tienen pérdidas (hemos
rescatado a la banca con más de 60.000 millones de euros, a Florentino Pérez
con el Castor, a las autopistas…). Es lo que hacen también ahora, con esta
crisis. Aunque a algunos les sigue sorprendiendo todavía que estos “creyentes”
exijan más medidas de rescate y de intervención del Estado, renegando de su
fanático credo en el “libre mercado” y su “mano invisible”.
A ver si aprendemos
por fin. Y superamos el dogma neoliberal y el sistema económico capitalista y
avanzamos hacia un sistema económico e ideológico basado en el bien común, la
cooperación, la justicia social, la equidad y la solidaridad.
Esperemos que la
salida de esta crisis sea “una oportunidad” para ello. Que el “solo juntos lo
conseguiremos” no se olvide tras ella. Y que, después del coronavirus, haya un
auténtico Pacto de Estado, consensuado por todos, que blinde y destine
cantidades escandalosas de nuestros presupuestos a la Sanidad Pública, a la
Educación Pública, a los Servicios Sociales Públicos, a las Pensiones Públicas…
Que aprendamos de una vez por todas que el capitalismo y la ideología
neoliberal que lo sostiene es tóxico para la especie y el planeta. Y que, sin
ayuda mutua, sin cooperación, sin solidaridad y justicia social estamos
abocados a la extinción como especie y como planeta.
Por Enrique
Díez
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