La búsqueda
del camino que lleve a la Calidad Educativa es sumamente compleja, llevando a
veces a la construcción de mitos. A continuación reproduzco un reportaje a E
Tenti Fanfani, que si bien se refiere al contexto Argentino, es probable que
sea válido para otros. Se afirma que la
sociedad argentina valora el conocimiento. Que la escuela es responsable de
todo, del desempleo a la corrupción. Que llevar a más chicos a la escuela ya es
misión cumplida con el futuro. Que basta con aumentar el presupuesto para que
mejore la calidad educativa. ¿Realidad o mito?
Ése
es, justamente, el objetivo de su último libro, Mitomanías de la educación
argentina (Siglo XXI), escrito en coautoría con el antropólogo Alejandro
Grimson, en el que recorren los pilares de las ideas contradictorias que los
argentinos sostenemos cuando miramos las aulas: que son las culpables de todos
los problemas y la solución mágica a todos ellos.
"Es
imposible que la escuela actual pueda satisfacer gran parte de las expectativas
que la sociedad deposita en ella", dice Tenti Fanfani -que es profesor en
la UBA y consultor de Unicef y Unesco-, y postula, por el contrario, pedirle lo
que sólo ella puede hacer. "Hay que definir un zócalo básico de
conocimientos que todos los chicos tienen derecho a aprender y garantizárselo a
todo el mundo", afirma, y es tan crítico del neoliberalismo -por ejemplo,
de su idea de empezar una reforma educativa evaluando a los docentes- como del
progresismo -por ejemplo, en limitarse a reclamar presupuesto o en silenciar el
problema del ausentismo de los maestros-.
-Ustedes dicen en el libro que los argentinos
valoramos mucho la educación como derecho y camino a la movilidad social. ¿No
se contradice eso con el hecho de que las "indignaciones" sociales
sobre temas de educación se apagan enseguida, que la educación casi no está en
la agenda de los candidatos, o que en las encuestas nunca aparezca como
problema?
-¿Qué
quiere decir que los argentinos valoran la educación? Yo creo que valoran la
escolarización. Los padres de familia demandan escuelas; las ciudades, los
pueblos, los municipios exigen que se abran secundarios y universidades. Pero
no sé si hay demanda de conocimiento. Una de las características actuales del
mediano y alto desarrollo es que la escolarización alcanza niveles importantes
y se extiende cada vez más tiempo, pero la escuela, que era una institución que
estaba más allá de toda sospecha, da la impresión de no cumplir con todas sus
promesas. Aparece este desacople entre la escolarización y el desarrollo de
conocimientos importantes para las personas. Pero éste no es un problema sólo
de la escuela. Creo que todavía a nivel de la sociedad, incluso en las
familias, no estamos tan preocupados por si los chicos efectivamente aprenden. Yo
no he visto manifestaciones por la matemática. He visto manifestaciones por el
secundario, pidiendo que traigan la escuela, que creen un instituto, pero
tendría que haber mayor demanda social para que los chicos aprendan. Hay que
elevar y cualificar la demanda por conocimientos, no simplemente por
escolarización.
-¿No descansa todo el sistema
educativo argentino en el mito fundante de que "la igualdad cívica
requiere igualdad simbólica", de crear una nación de arriba hacia abajo?
-Eso
pasó en todos los Estados modernos capitalistas, en los que la escuela no
surgió para desarrollar la fuerza de trabajo ni para adquirir competencias
productivas, que pareciera ser la exigencia actual. En el origen, la misión de
la escuela era construir una nación, que necesitaba ciudadanos. Ésa era la
racionalidad inicial del sistema escolar. Hoy se han agregado otras cosas. La
escuela está sobreexigida y subdotada de recursos, de tiempos, de recursos
humanos. Se le pide todo, se le da poco, y entonces vienen la decepción y la
condena. Es imposible que la escuela actual pueda satisfacer gran parte de las
expectativas que la sociedad deposita en ella: si hay desempleo es porque la
fuerza de trabajo no está calificada; si hay corrupción es porque no se ha
enseñado ética; si hay accidentes de tránsito es porque no hay educación vial.
Las caries, la obesidad, el emprendedorismo? es demasiado. La prioridad es
pedirle a la escuela lo que es importante y sólo la escuela puede hacer.
-¿Y qué sería eso?
-Hay
dos competencias básicas. La primera es la competencia expresiva, más que
lengua o gramática; es poder ponerles forma a pensamientos, ansiedades, gustos,
preferencias, reclamos; oralmente, por escrito, en español y en inglés. Y lo
segundo es el lenguaje del cálculo. Son los dos grandes conocimientos
instrumentales. Sin esas dos competencias, es muy difícil que un chico aprenda
los problemas de la vida, la sociedad, el poder, el conflicto, el mundo físico,
el clima, las otras disciplinas. Eso sí que no hay ninguna otra institución que
pueda enseñarlo. Con tantas demandas que recargan el currículo escolar, los
docentes se pierden en el bosque de los contenidos y su ansiedad es cuánto
logran completar del programa. Y resulta que después de muchos años de
escolaridad los chicos tienen problemas en esas cuestiones básicas.
-¿Pueden coexistir en el sistema
educativo la inclusión y la desigualdad?
-Sí,
está claro que la inclusión escolar, que los chicos vayan a la escuela, es una
condición necesaria, pero en la Argentina no es suficiente. Hay que apuntar al
desarrollo de conocimientos poderosos en las personas, al derecho que tienen
todos los chicos a desarrollar un zócalo básico de conocimientos. Definir lo
que todos los chicos tienen derecho a aprender y garantizárselo a todo el
mundo. Como hay un salario mínimo, debería haber un piso básico de
conocimientos. Hoy, casi todas las sociedades consideran que ya no bastan los
seis o siete años de primaria, sino que ese piso básico debe llegar a los 17
años. Si la primaria es la educación general común para todos los ciudadanos,
sociológicamente tenemos que primarizar la secundaria. Otro gran mito es que el
paraíso está en el pasado. La secundaria del pasado servía para la sociedad del
pasado. Eso nos distrae de usar la imaginación para resolver los problemas del
presente.
-Le
preguntaba esto porque durante los gobiernos kirchneristas se ha aumentado el
presupuesto y se ha logrado incluir en el sistema a muchos chicos, pero muchos
estudios encuentran que hay desigualdades educativas que se han mantenido.
-Desigualdades
de todo tipo. Curiosamente, la democratización del acceso va de la mano de la
concentración del conocimiento en pocas manos. ¿Cuántos chicos argentinos de 15
años son bilingües? Yo estimo que el 10%, el 15%. Esos chicos tienen ya un
recurso estratégico que va a determinar su trayectoria por un derrotero
distinto del 85% restante. Eso para no hablar de matemática o de lengua. Todos
están estudiando inglés, pero no todos están aprendiendo inglés. La pregunta
que me hago es por qué en la sociedad capitalista este capital que es el
conocimiento va a estar distribuido igualitariamente. El conocimiento está
distribuido tan desigualmente como está distribuida la tierra, la propiedad,
los otros capitales. Es demagogia decir que se puede dar conocimientos a todo
el mundo. Construir sociedades igualitarias hoy es más complejo que en otras
etapas del capitalismo. La tierra se puede distribuir; el conocimiento no; hay
que coproducirlo y es muy complejo hacerlo. Supone una participación del aprendiz,
y si el aprendiz no está en condiciones de hacerlo, hay un problema. La
paradoja es que éste es un capital cada día más estratégico, porque incluso la
reproducción de los otros capitales depende del conocimiento.
-En el libro son muy críticos del
neoliberalismo de los 90 y su impacto en la educación. ¿Se puede seguir
pensando en el neoliberalismo como el culpable de lo que hoy nos pasa después
de 11 años de un gobierno que se presentó al menos como distinto?
-Ése
es otro mito.
-¿Cuál?
-Culpar
a un ministro de los problemas de la educación, que son problemas
estructurales, no coyunturales. En los 90 hubo ministros en la región que nos
querían hacer creer que en una gestión de 3 años había mejorado el promedio de
matemáticas. Los problemas que tiene la educación en el país responden a una
confluencia de factores múltiples: la concentración del conocimiento, factores
pedagógicos y sociales, si las familias pueden o no satisfacer ciertas
necesidades básicas. Ni la pobreza ni el subdesarrollo son producto de la
década del 90, eso es un simplismo.
-¿Pero qué impacto han tenido estos
11 años?
-Han
producido mayor inclusión escolar. Se intentó desde el Estado apoyar la demanda
con ayudas de distinto tipo, viendo que no sólo hacía falta una buena escuela,
sino que los chicos comieran y tuvieran necesidades mínimas satisfechas. Pero
en la escuela todo lo que se haga es poco, porque el desafío es de una
complejidad y de un tamaño que requieren décadas.
-¿Dónde están los déficits de esta
década?
-Tuve
mucha esperanza con el Instituto Nacional de Formación Docente, que creaba una
herramienta para hacer una política nacional. En los 90 se descentralizó todo,
y cada provincia hizo lo que quiso con los institutos. Creo que debe haber
ciertos objetivos nacionales. Me preocupa que haya 1300 institutos en el país.
Yo no puedo creer que la Argentina esté en condiciones de tener 1300
instituciones de calidad. Nadie habla de cerrarlos, pero sí de reconvertirlos.
Éste es un sistema intensivo en fuerza de trabajo. No se ha inventado la
máquina de enseñar a aprender. Hay tecnologías claro, pero todo pasa por la
mediación del profesional de la educación. Necesitamos maestros calificados e
instituciones ricas. A veces hay instituciones sobreequipadas con maestros subdotados,
o héroes en escuelas de chapa. Tenemos que juntar las dos cosas.
-Son en el libro muy críticos de la
evaluación docente. ¿No puede convivir la mejora en las condiciones de trabajo
y la formación con la evaluación?
-Primero
tratemos de formar mejor a los docentes. Empezar una reforma educativa por el
lado de la evaluación de los maestros me parece mal. Hay que meterle mano a la
fábrica de maestros y ahí sí, a esos nuevos maestros del siglo XXI, no los
puedo meter en las condiciones de trabajo actuales. Entonces yo negociaría con
los sindicatos: todos los derechos adquiridos se mantienen, pero hay que crear
un nuevo puesto de trabajo para nuevos agentes, con otro tipo de estímulos y
sistemas de controles, con evaluaciones complejas. Entonces sí va a ser una
reforma. No hay ningún oficio que se aprenda como el de maestro. Una persona de
18 años llega a la Facultad de Medicina y quizá nunca entró en un hospital. El
que va al instituto de formación docente lleva desde los 4 años en la escuela.
Esa persona ya sabe, en el sentido práctico: sabe disciplinar, ordenar, dar
clase, dar deberes. Según los estudios que hicimos con profesores y alumnos, en
el instituto se aprende a verbalizar ciertas cosas: que "el conocimiento
se construye", que "la escuela reproduce las relaciones
capitalistas"?. La práctica está incorporada y aprendida de manera
naturalizada y la teoría es palabra.
-Está claro lo que fue perjudicial
para la educación en los 90, pero es más políticamente incorrecto criticar al
progresismo. ¿Qué mal le hizo el progresismo a la educación?
-Hay
un montón de frases hechas y mitos. Como que basta aumentar el presupuesto para
que mejore la calidad educativa. Es una falacia total. Supongamos que podemos
triplicar el sueldo de los docentes de pronto. ¿Vos creés que se va a triplicar
la calidad del aprendizaje? Si alguien no tiene las competencias no las va a
adquirir. Sí van a estar más satisfechos, que es lo que pasa ahora, y eso se
nota. Otro tema es el ausentismo. Los sindicatos se enojan cuando se habla de
esto. Son todos progresistas, pero faltan a clase. Eso está perjudicando a los
sectores populares. Los más firmes defensores de la escuela pública son los que
viven de la escuela pública, pero hay que decirles que hay que mantener un
equilibrio entre el interés corporativo y el interés de la ciudadanía. No puede
ser que convaliden el ausentismo, que perjudica a la mayoría. La mayoría va,
trabaja, se esfuerza. ¿Por qué esa minoría es ocultada y ni se puede hablar del
tema?
Tenti
Fanfani, Emilio
Sociólogo
de la educación, coautor de Mitomanías de la educación argentina, cree que la
sociedad es "cómplice" de políticas que no aseguran los aprendizajes
básicos para todos
Autora
del reportaje: Raquel San Martín
UNA
BIOGRAFÍA AL COMPÁS DE LA HISTORIA
Hay biografías que
pueden sintetizar momentos clave de la historia. La de Emilio Tenti Fanfani es
una de ellas. "Llegué al país desde Italia con 5 años, y mi mamá me puso
en la escuela para que me fabricaran argentino", cuenta, como el ejemplo
que tiene más a mano para ilustrar el perdurable mito fundante de la educación
en el país. "Ahí aprendí el idioma oficial, los símbolos patrios; aprendí
a ser ciudadano", dice, con una particular cadencia al hablar, que mezcla
rastros de su lengua madre y el tono mendocino, el lugar donde se crió y
completó su formación en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad
Nacional de Cuyo. A la sociología de la educación llegó, más tarde, por otro
avatar de la historia: el exilio durante la dictadura en Colombia y México,
países donde se formó en este campo, de cuya vitalidad intelectual hoy es
crítico. Tenti Fanfani no habla como "experto": critica a derecha e
izquierda, salpica el diálogo con anécdotas de su tarea como profesor, de sus
encuentros con sindicalistas y ministros, y hasta de la elección de la escuela
de sus hijos, un tema en el que, admite, en algunos aspectos se equivocó. Quizá
por eso acepta largos minutos, fuera de grabador, para dar consejos sobre eso.
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