El esta publicación nos ocupamos del concepto de calidad educativa. Se trata de una idea política, está atravesada por intereses sectoriales ¿Por qué resulta difícil definirla? ¿Qué perspectivas se reconocen en la actualidad? ¿Qué factores favorecen la calidad educativa?
Es evidente que la educación no puede entenderse como un
producto físico o manufacturado sino como un servicio que se presta a los
alumnos. Pero, al igual que ocurre con otros servicios, la naturaleza de este
servicio resulta difícil de describir, así como los métodos para evaluar la
calidad.
La dificultad de definir la calidad educativa seguramente
deriva de hechos como los siguientes:
1. La educación es una realidad compleja en sí misma, ya que
afecta a la totalidad del ser humano, entidad ciertamente compleja y
multidimensional. Por ello, si resulta difícil precisar el resultado que se
debe obtener de la educación, no debe extrañarnos que resulte complicado
establecer métodos y criterios para determinar el nivel de calidad.
2. Existen notables diferencias entre las ideas o conceptos
de lo que debe ser la
educación. El resultado son las discrepancias sobre las metas
o fines a lograr y sobre los procesos a llevar a cabo para lograrlo. Por ello,
no disponemos de una teoría suficientemente consolidada para explicar la
eficacia en el ámbito educativo.
3. Los procesos mentales de aprendizaje no son evidentes, y
sólo podemos inferirlos a través de los resultados que produce. En
consecuencia, no podemos medir la actividad del intelecto de los alumnos, sino
las manifestaciones externas de la actividad mental o intelectual.
4. El educador es un ser libre y el motivo último de su
comportamiento es siempre su propia decisión, más allá de los modelos en los
que se haya formado. Ello hace que la elección sobre el tipo de enseñanza o
modelo educativo sea una elección personal, que no siempre se corresponde con
la trayectoria o el ideario de la institución educativa.
En la actualidad, encontramos diversos enfoques sobre el
concepto de calidad educativa. El primero de ellos se refiere a la eficacia. Un programa
educativo será considerado de calidad si logra sus metas y objetivos previstos.
Llevado esto al aula, podríamos decir que se alcanza la calidad si el alumno
aprende lo que se supone debe aprender.
Un segundo punto de vista se refiere a considerar la calidad
en términos de relevancia. En este sentido los programas educativos de calidad
serán aquellos que incluyan contenidos valiosos y útiles: que respondan a los
requerimientos necesarios para formar integralmente al alumno, para preparar
excelentes profesionales, acordes con las necesidades sociales, o bien que
provean de herramientas valiosas para el trabajo o la integración del individuo
a la sociedad.
Una tercera perspectiva del concepto de calidad se refiere a
los recursos y a los procesos. Un programa de calidad será aquel que cuente con
los recursos necesarios y además que los emplee eficientemente. Así, una buena
planta física, laboratorios, programas de capacitación docente, un buen sistema
académico o administrativo, apropia das técnicas de enseñanza y suficiente
equipo, serán necesarios para el logro de la calidad.
La experiencia nos dice que la calidad no puede reducirse
sólo a una de estas tres dimensiones, sino al concurso de las tres. Por
consiguiente, la calidad depende de más factores.
Esto significa, por ejemplo, que la responsabilidad por la
calidad educativa no recae sólo en los directivos de una institución educativa,
sino en todos sus participantes, y, por su función en el proceso educativo,
principalmente en el profesor.
El título IV de la LOGSE dedicado a la calidad de la
enseñanza señala como factores que favorecen la calidad, entre otros:
La
cualificación y formación del profesorado.
La programación
docente.
Los
recursos educativos y la función directiva.
La
innovación y la investigación educativa.
La
orientación educativa y profesional.
La
inspección educativa.
La
evaluación del sistema educativo.
La calidad educativa se entiende como un servicio que se
presta a quienes se benefician de la misma. Lleva implícita dos conceptos básicos, los
de eficacia (sirve para aquello para lo que fue realizado)y eficiencia
(relación entre el costo y el resultado).
Por otro lado, la Consejería de Educación y Cultura se
identifica con Pérez Juste1 cuando afirma que la calidad integral en educación
pasa por “la armonización integradora de
los diferentes elementos que la componen: eficacia en el logro de un servicio,
bien u objeto excelente, mediante procesos eficientes, satisfactorios tanto
para los destinatarios, directos e indirectos, como para el personal de la
organización encargada de lograrlo”.
Se destaca que lo esencial es la satisfacción de los
destinatarios y del personal de la organización. Es decir, la esencia de la calidad
no se encuentra en el producto o resultado, sino en los destinatarios, que son
quienes la determinan.
Lo esencial es la satisfacción de las necesidades reales y
percibidas por los usuarios, y no tanto el resultado o producto final.
Por tanto, una escuela de calidad o si se quiere una escuela
eficaz es aquella en la que los alumnos progresan educativamente al máximo de
sus posibilidades y en las mejores condiciones.
En el marco de la educación, Mortinore señala que “la escuela de calidad es aquella que
promueve el progreso de los estudiantes en una amplia gama de logros
intelectuales, sociales, morales y emocionales, teniendo en cuenta su nivel
socioeconómico, su medio familiar y su aprendizaje previo. Un sistema escolar eficaz
maximiza las capacidades de las escuelas para alcanzar estos resultados. Lo que
supone adoptar la noción de valor añadido en la eficacia escolar”.
Este horizonte de calidad toma cuerpo y encuentra una
situación propicia cuando el centro sabe lo que hace y por qué lo hace y está
dispuesto a hacerlo de una forma permanente cada día mejor.
Extraído de http://ocw.usal.es/ciencias-sociales-1/investigacion-evaluativa-en-educacion/contenidos/Calidad.pdf
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