¿En qué consisten los contenidos a buscar en una Escuela de Calidad? ¿Cuáles deben ser los puntos de partida? ¿Cuál debe ser la relación entre los objetos de aprendizaje y los problemas que lo originaron? ¿Cuáles deben ser los contenidos escolares para una educación democrática?
Un aspecto que tiene que cambiar es el de los contenidos
escolares, lo que se enseña y lo que se aprende en la escuela. Los
contenidos escolares deberían tener como objeto primordial la vida en su conjunto,
y se debería tratar de todo lo que afecta a los individuos.
Al enseñar hay que partir de las necesidades y de los
intereses de los alumnos, y crear primero la necesidad de saber y luego
transmitir el conocimiento. Tenemos que fomentar la pasión por conocer, la
curiosidad, que todos los niños y niñas manifiestan en algún momento de su
vida, y que la escuela termina por apagar.
Nosotros, como adultos instruidos, tenemos una idea de las
ciencias, de las disciplinas que están constituidas: las matemáticas, la
física, la geografía, la historia, etcétera, y esas disciplinas tienen un
cuerpo bien establecido de conocimientos, pero las ciencias son el producto de
un larguísimo proceso que ha seguido la humanidad y han servido para resolver
problemas. Muchas ciencias tienen un origen práctico, han servido para resolver
problemas prácticos en su origen y poco a poco se ha ido elaborando un cuerpo
teórico, que ya se desarrolla por sí mismo. Sin embargo, en la enseñanza
escolar en general tratamos de transmitir a nuestros alumnos el cuerpo teórico
y las soluciones a los problemas, sin haber partido primero de los problemas
concretos a los que se trata de encontrar solución.
¿Y eso a qué conduce? Conduce a que los alumnos vean el
conocimiento como algo muerto, como algo inerte, que no sirve para nada
práctico, cuya utilidad y cuyas aplicaciones no están claras. La única cosa
para la que entienden que puede servir aprender esas cosas difícilmente
comprensibles es para seguir en la escuela, para pasar de año, para aprobar los
exámenes, para que el profesor o los padres estén contentos, pero no ven
ninguna relación con resolver problemas de la vida cotidiana. Por eso creo que
habría que partir mucho más de problemas y desde esos problemas llevar a los
alumnos hacía la teoría.
Habría que hablar, además, de los problemas que afectan a
las gentes, los problemas de la vida, de las relaciones humanas, de la
televisión, del deporte, de la vida política y social, y todas estas cosas y
convertirlas en temas de reflexión y de análisis, y eso es lo que la escuela
tiene que enseñar fundamentalmente: a analizar los problemas.
Hay que aprender a ver la ciencia y la cultura no como una
acumulación de conocimientos, sino como una actitud. La actitud de interrogar a
la naturaleza, de interrogar a la sociedad, y de buscar explicaciones que den
cuenta del cómo y del porqué; esa actitud de investigación que va unida al
nacimiento de la ciencia moderna, a partir de Galileo, de Newton, desde el
siglo XVII.
Hoy, la cantidad de conocimientos acumulados es en verdad
abrumadora. Es imposible recordar todos los conocimientos y tampoco es útil,
porque los conocimientos están por todas partes, están en las enciclopedias, en
internet. Lo importante es saber buscarlos, saber usarlos, darles un sentido,
poder utilizarlos. Eso es lo que resulta más importante, y entonces hay que
transmitir la idea de que la ciencia y el conocimiento sirven para resolver
problemas, para mejorar la vida y para encontrarle un sentido, y los contenidos
de las ciencias sociales, de la geografía, de la historia, que son los que más
relación tienen con esta formación ciudadana, con esta educación democrática,
de la que tanto se habla y tan poco se practica, son especialmente inadecuados.
Los contenidos
escolares para una educación democrática
Una educación democrática tiene que estar relacionada
necesariamente con unos contenidos educativos determinados, y también, sobre
todo, con una forma de funcionamiento de las instituciones escolares, porque la
democracia no es un conjunto de conocimientos, sino que es ante todo una
práctica.
Muchas veces, los contenidos relacionados con la democracia,
y en general con el funcionamiento de las formas políticas, aparecen en las
disciplinas referentes a las ciencias sociales, pero esto sólo resulta
insuficiente. Las ideas que voy a tratar de desarrollar de una manera muy
sucinta y, por tanto, con pocos matices, son que la enseñanza actual de las
ciencias sociales es inadecuada y no prepara de modo conveniente para
participar en una sociedad democrática. La participación en una sociedad
democrática como miembro responsable exige que se produzcan cambios y
renovaciones en la organización de la escuela, así como modificar la función de
los profesores.
Además, si examinamos el contenido de los programas de
ciencias sociales nos damos cuenta de hasta qué punto están desfasados respecto
a la idea de preparar para democracia. Aunque en cada país la enseñanza de las
ciencias sociales presenta orientaciones diferentes, suelen tener en común esa
falta de adecuación.
Si queremos que las ciencias sociales constituyan una
preparación para la democracia no pueden consistir simplemente en una
enumeración de hechos que permanezca muy alejada de la vida de los sujetos que
las estudien. Lo que sucede en la actualidad es que esos contenidos son
difíciles de conectar con la vida de cada uno.
La orientación predominante hacia la historia y la geografía
no me parece la única posible, ni la más adecuada. Sabemos que los niños de los
primeros cursos tienen dificultades para entender la historia. Numerosas
investigaciones (Carretero, 2012) muestran que entender el tiempo histórico
resulta algo muy complicado, y que sólo se empiezan a entender los procesos
diacrónicos a partir de los once años aproximadamente, y que una comprensión
más adecuada y científica de la historia no se logra antes de los trece o
catorce años.
Desde hace más de cuarenta años, estamos estudiando cómo los
niños y los adolescentes forman sus ideas, representaciones o modelos acerca de
cómo funciona el mundo social. Lo que hemos encontrado es que los niños tienen
un conjunto de ideas muy ricas acerca de la realidad que los rodea, ideas
personales y que no coinciden con las de los adultos, sobre las que debería
apoyarse en la enseñanza de las ciencias sociales.
Autor
Juan Delval
Extraído de: La escuela para el siglo XXI
Juan Deval
Doctor en Filosofía. Catedrático de Psicología Evolutiva y
Educación en la
Universidad Autónoma de Madrid. Sus líneas de investigación
versan sobre el desarrollo del pensamiento infantil, especialmente en lo
relativo a la lógica, a la formación del pensamiento científico y a la
construcción de nociones sociales, así como a su aplicación a la formación de
conocimientos en la escuela.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario