¿Para
qué sirve educarse? ¿Es para mejorar la posición social? ¿Mantenemos una visión
utilitarista de los aprendizajes? ¿Qué motivación existe en padres, alumnos y
docentes? ¿Interesa aprender? ¿No será esta la usina que genera los obstáculos
que impiden acceder al camino de la Calidad Educativa ?
Detrás de las cifras
de fracaso escolar existe en realidad un fracaso de la sociedad en su conjunto,
que tiene una visión de la educación meramente utilitarista y no como un instrumento
de la formación integral de la persona. Continuas modificaciones en la
legislación educativa crean inestabilidad en el sistema educativo y cuando
todavía no se ha desarrollado una ley, un nuevo gobierno aprueba otra, al
considerar que la educación es un asunto clave de la acción política y de la
toma de decisiones.
La sociedad ha
cambiado de manera vertiginosa y ha disminuido el tiempo que padres y madres
dedicamos a nuestros hijos e hijas, debido, entre otras causas, a los cambios
en el tejido productivo y eco nómico y a la incorporación de la mujer al mundo
laboral, que se traducen en dificultades para conciliar la vida laboral y
familiar. La televisión ha sustituido en muchos hogares al intercambio de opiniones
y a la conversación entre los miembros de la familia. Niños y
adolescentes pasan solos muchas horas, y cuando están acompañados no existe una
comunicación fluida con sus padres. En ocasiones, los padres pagan una
academia, en la cual, en general, el hijo recibe una instrucción no
personalizada y desconectada de las actividades que se realizan en el colegio o
instituto. Los padres tampoco entienden el mundo del adolescente, que, a menudo
les resulta incomprensible.
Los alumnos, grandes
protagonistas de la educación, en ocasiones tienen poco que decir de sus
propios estudios. Nadie les consulta lo que quieren saber o lo que les interesa
y se encuentran bregando con historias ajenas, que otros han pensado para
ellos. Las grandes carencias de su quehacer cotidiano pasan, en algunos casos,
por la falta de motivación y de interés.
En cuanto al
profesorado, una de las cuestiones principales es la falta de vocación que
invade a un sector de este colectivo. Hace años obtener una plaza de
funcionario del Estado era muy valorado socialmente. Un ejército de licenciados
abocados probablemente al desempleo vislumbraba una salida profesional haciendo
un curso de adaptación pedagógica y obteniendo una plaza de profesor. Como
consecuencia de ello muchos profesores, sin las herramientas pedagógicas para
transmitir conocimiento y pasión por el mismo, dan clase en aulas de secundaria
y se sienten desbordados ante situaciones de lo más variadas. Los alumnos también
se dan cuenta de que a algunos profesores la educación y el alumnado les interesan
poco. Raramente se ponen en lugar de los alumnos, y mantienen una relación
jerárquica, donde las evaluaciones y los exámenes son las herramientas del
profesor en esta interacción. Parece que aprender es secundario en este
proceso.
Finalmente, la
educación en general no indica ya un status elevado socialmente, ni tiene la consideración
de antes. Hoy muchos licenciados están desempleados, mientras que obreros
especializados tienen trabajo y un buen nivel económico. Muchos de estos
especialistas son padres de alumnos que piensan que, si a ellos les fue bien,
por qué han de esforzarse en los estudios sus hijos. En la actualidad, la
educación sólo se valora en relación al dinero que puede proporcionar o las
cosas que permite comprar. En una sociedad de consumo, la educación se vende
mal.
"En la actualidad, la educación sólo se
valora en relación al dinero que puede proporcionar o las cosas que permite comprar".
Extraído de
Padres y madres de
alumnos y alumnas Autor
Antonio López
Presidente de la Federación de APAs de Toledo (FAPA Toledo)
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