Todos buscamos la “Calidad Educativa”, y no existe unanimidad de criterios sobre lo que significa. En este caso, el artículo se refiere a la Escuela Pública ¿Qué escuela es necesaria? ¿Cuáles son los riesgos que corre? ¿Qué`políticas resultan aconsejables?
El lugar de lo público
Lo público, como espacio y servicio, histórica y actualmente, se asocia a una de las funciones y responsabilidades básicas del Estado -o de los poderes públicos en su versión descentralizadora y a uno de los derechos sociales básicos de la ciudadanía. Asimismo, se relaciona con la escuela del pueblo y de la comunidad.
Los países que son escrupulosos en el cumplimiento de los Derechos Humanos y de la Infancia y gozan de un sistema democrático bien asentado suelen disponer de una red de centros públicos extendida y consolidada, siendo la red privada totalmente subsidiaria, bastante minoritaria o cuasi residual. Por el contrario, hay países como el nuestro donde el peso de una dictadura -algunos de cuyos efectos aún colean y la emergencia de las políticas neoliberales han propiciado y mantenido una extensa red de centros privados concertados o subvencionados. Así, se mantienen privilegios ancestrales de La Iglesia católica y el mercado empuja fuerte para convertir al ciudadano en cliente, bajo el engañoso discurso de libre elección de centro: sea público o privado. ¿Qué familias pueden realmente elegir, en una sociedad crecientemente desigual, cuando no se dispone de información y mucho menos de capacidad adquisitiva?
Un modelo con más valores y oportunidades
No es verdad que los centros privados, contrariamente a lo que quiera venderse, sean mejores que los públicos. Los escasos estudios comparativos muestran que no hay diferencias apreciables entre ambos modelos, aunque sí son significativas en el interior de cada uno de ellos. Sabido es que hay centros públicos y privados de cualidades muy dispares. El hecho de que en los resultados del informe PISA -o de cualquier otra evaluación salgan más favorecidos los colegios privados se debe única y exclusivamente a la condición social del alumnado, perteneciente a la clase media y alta.
La escuela pública atesora otros valores y oportunidades de las que no gozan -o al menos no tan plenamente otros modelos escolares. En primer lugar, se trata de una escuela inclusiva e integradora, donde se escolariza todo el alumnado, con toda suerte de carencias y capacidades, de cualquier condición social y cultural, sin discriminación ni exclusiones de ningún tipo. De este modo, la institución escolar se convierte un fiel reflejo de la diversidad social existente, en una comunidad democrática en miniatura que educa para la sociedad democrática del mañana. Este carácter interclasista es un elemento que favorece, de forma más determinante y normalizada, el intercambio, el diálogo, la convivencia y la cohesión social. En contraste, en los centros privados con frecuencia se selecciona al alumnado inmigrante y socialmente más desfavorecido y se expulsa al más problemático.
En segundo lugar, se garantiza la gratuidad para favorecer la plena escolarización y la igualdad de oportunidades. Y en los servicios que no alcanza la gratuidad -transporte escolar, comedor, libros de texto,…se conceden becas para las familias más necesitadas. Por otro lado, existen los dispositivos adecuados para facilitar la atención a la diversidad, la acogida y mediación intercultural, los programas de adaptación curricular, la tutoría y seguimiento del alumnado, el apoyo y refuerzo escolar,… Una serie de medidas de discriminación positiva o de compensación escolar destinadas al alumnado con necesidades educativas especiales o que presenta ciertas dificultades. En los últimos tiempos también se están ofreciendo programas para el alumno con alto rendimiento.
Y en tercer lugar, la escuela pública, amén de garantizar la coexistencia social y la coeducación -así como el respeto a las diversas opciones sexuales-, vela por el pluralismo y la libre expresión de las ideas, siempre que éstas no atenten contra la dignidad humana, la vida y los principios democráticos más elementales. Por ello, las creencias religiosas y los adoctrinamientos políticos deben encontrar acomodo en el ámbito privado y fuera de la escuela. Si quiere preservarse la libertad de conciencia la cultura escolar debería ser totalmente laica, algo que sólo se logrará plenamente en el caso español con la derogación de los acuerdos entre el gobierno y el Vaticano firmados durante la dictadura franquista.
Tres amenazas a la escuela pública comunitaria
La escuela pública tiene sus riesgos y sus derivas hacia otros modelos educativos que desnaturalizan e incluso pervierten las señas de identidad que acaban de exponerse. Ello es debido tanto a las políticas educativas dominantes como a las relaciones de poder que se establecen entre los diversos agentes en el interior de cada centro escolar.
A continuación se esbozan algunas de las características y efectos de tres modelos que, al menos en algunos puntos, se alejan del modelo más plenamente público y democrático. El primero es el modelo de escuela estatal centralista, uniforme, funcionarial y excesivamente intervencionista, reglamentista y burocratizado, heredero de la revolución francesa e instaurado en la España de la Restauración y del franquismo, que en dosis no tan llamativas subsiste en algunas Comunidades Autónomas. La no reforma pendiente de la Administración , con mecanismos más flexibles y cercanos a la ciudadanía y a la comunidad escolar, ha impedido hacer tabla rasa de la administración educativa centralista de tiempos predemocráticos. Algunas figuras como la Inspección , por poner un ejemplo, siguen ejerciendo prioritariamente una labor de control burocrático por encima de la dinamización pedagógica para garantizar una mejora de la enseñanza y el aprendizaje.
El segundo es el modelo corporativo, que emerge cuando las relaciones y tensiones entre los distintos actores de la comunidad escolar se balcanizan, se segmentan y se encierran, obstruyendo los canales de comunicación y los proyectos compartidos, convirtiéndose en reinos de taifas. Y, sobre todo, cuando un sector confunde y antepone los propios intereses estamentales a los de la propia comunidad escolar y social, con el objetivo de alcanzar nuevas cuotas de poder particular. Hay que decir, no obstante, que los poderes de los diversos actores son muy asimétricos. Así, por lo general, la posición de dominio la ejerce el profesorado o un sector poderoso de éste que -con la connivencia activa o pasiva de la dirección del centro-, en la más pura clave funcionarial, hace dejación de sus funciones y responsabilidades y privatiza el espacio público de la enseñanza.
El tercero es el de la escuela pública devaluada que, como consecuencia del discurso y la política neoliberal, y con la coartada de la crisis económica, trata de convertir la escuela pública en una red subsidiaria de segunda categoría, priorizando la escuela privada e introduciendo nuevos mecanismos de privatización y segregación en el interior de la red pública. Una de las propuestas más llamativas es el llamado bachillerato de excelencia. Los efectos son bien conocidos con la brutal política de recortes en profesorado, prestación de servicios y diversos gastos que, en definitiva, afectan a la calidad educativa. Los medios de comunicación se han hecho eco de la magnitud de esta ofensiva contra el corazón de la escuela pública, sobre todo en la Comunidad de Madrid, donde actualmente el porcentaje de pública y privada es prácticamente similar.
Políticas y medidas para el impulso de la escuela pública comunitaria
Aunque ya se han apuntado algunas, y otras se deducen de las críticas a los tres modelos anteriores, vamos a señalar, de modo sintético, cuatro prioridades clave para avanzar hacia la escuela pública comunitaria, la cual basa su esencia en el poder y protagonismo de los actores educativos del centro escolar y su entorno.
1. Impulsar la red pública a lo largo de toda la vida. Hay que garantizar el derecho a la educación para toda la población: desde la escuela infantil hasta la educación de personas adultas.
2. Garantizar la calidad de la enseñanza. Hay que aprender y extender a todos los centros aquellos aspectos que la experiencia acumulada y la investigación internacional atesoran como factores de mejora: número de alumnos por aula, centros pequeños, clima escolar, enseñanza colaborativa entre personas de distintas edades, formación e implicación del profesorado, prácticas lectoras, proyectos educativos autónomos y consolidados, etc.
3. Fortalecer la democracia participativa. No basta con la representación formal. La democracia exige fortalecer, cuantitativa y cualitativamente, las AMPAS, los consejos escolares, los delegados y delegadas de curso, las comisiones y otros ámbitos de colaboración mixta familia-profesorado-alumnado para desarrollar iniciativas y proyectos colectivos.
4. Invertir más en educación. El presupuesto educativo, aún por debajo de la media europea, debe crecer porque hay que cubrir nuevas demandas y para lograr una educación de calidad para todo el alumnado. La enseñanza es ciertamente cara pero no hay que verlo como un gasto sino como una inversión. Como la mejor inversión de futuro.
Autor
Jaume Carbonell
Director de Cuadernos de Pedagogía
Extraído de
Padres y Madres de Alumnos y Alumnas
Revista de la
Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA)
Nro 111 Nov-dic 2011
No hay comentarios. :
Publicar un comentario