Ahora bien, se podría comprender la democracia deliberativa y definirla en términos operacionales, es decir, identificando por un lado, aquellos indicadores que informan que sí estamos en presencia de una democracia deliberativa, y los indicadores que muestran que no lo estamos.
Indicadores que informan que sí estamos en presencia de una democracia deliberativa
Entre los indicadores que nos revelan que sí estamos en una democracia deliberativa, podemos listar a manera de ejemplo los siguientes:
En una democracia deliberativa aquello que es de interés público es político y por consiguiente, susceptible de deliberación y discusión publica; deliberación que no se agota en los debates que sostienen los representantes democráticamente elegidos.
En una democracia deliberativa, la deliberación se instala en la cotidianeidad de las personas, de suerte que es una práctica habitual que se emplea para decidir los asuntos que incumben a todos a los que la decisión afecta directa o indirectamente
En una democracia deliberativa se aprecia que hay disposición para argumentar, y persuadir a otros, y también dejarse convencer con explicaciones razonadas y razonables.
En una democracia deliberativa se favorece y se estimula la formación de una opinión pública informada que sólo censura aquella información o juicio que atenta contra los derechos humanos.
En una democracia deliberativa frente a un asunto de orden público en el que hay desacuerdos de preferencias o de convicciones, las personas no aceptan las imposiciones —que son en sí un acto antidemocrático— ni tampoco se suman sin fundamentos a la voluntad de las mayorías sino que transforman públicamente en la deliberación, las diferencias para alcanzar una voluntad común.
En una democracia deliberativa las personas, más que asumir una perspectiva individualista en relación a una situación pública que les incumbe o afecta, toman una posición colectiva, valorando la reciprocidad de argumentos y justificaciones.
Las personas que optan por una democracia deliberativa saben que interesa, en el momento de tomar decisiones que les atañen, tanto el proceso de la deliberación como su resultado. Por lo tanto, no estarán ansiosas de que las decisiones se concreten con premura y economía de tiempo, en un acto de votación, sino que dan lugar a que la deliberación fluya libremente.
En una democracia deliberativa se abren canales para que todos y todas participen en las decisiones que les conciernen y hagan valer sus argumentos racionalmente. Apriorísticamente no se excluyen posiciones, ni se descalifican explicaciones; se incluyen todas las voces y se registran las manifestaciones tanto de consenso como las de disenso.
En una democracia deliberativa se da preferencia a la participación, la deliberación y la argumentación para lograr que ciertas políticas públicas se aprueben e implementen por sobre el ejercicio del poder corporativo o impositivo.
Indicadores que informan que no estamos en presencia de una democracia deliberativa
Indicadores observables que evidencian que estamos en una democracia que no es precisamente deliberativa hay muchos, sólo a manera de ejemplo expondremos algunos:
Una democracia que se reconoce sólo porque los ciudadanos concurren a las urnas a elegir periódicamente a sus representantes en las diversas instancias gubernamentales o públicas, siendo una democracia representativa no es deliberativa.
Una democracia que induce a acatar a las mayorías, en donde las minorías deben sumarse, agregarse, incorporarse a las mayorías, es una democracia de las mayorías, pero no es una democracia deliberativa.
Una democracia que entrega mensajes explícitos o encubiertos que señalan que los gobernantes “saben lo que hacen” y si no lo saben hay que esperar a las próximas elecciones para removerlos, es una democracia elitista, pero no una democracia deliberativa.
Una democracia en la que los grupos “corporativos” valoran y suelen encontrar mayores incentivos para promover ciertas leyes que los favorecen, las presiones, las influencias, mediante el ejercicio del poder económico o político es una “democracia del lobby”, pero no es una democracia deliberativa.
Una democracia que permite que las personas sean libres para tomar decisiones individuales, pero que no promueve las instancias de encuentros solidarios para que la gente construya mancomunadamente proyectos colectivos que velen por el bien común, es una democracia liberal, pero no es una democracia deliberativa.
Una democracia en las que las decisiones que afectan al conjunto de la sociedad excluyen la diversidad social, cultural, ideológica, étnica, religiosa, sexual, de capacidades, etc.; que no incluye a los grupos históricamente marginados y por este acto estos grupos son ignorados en el proceso de decisiones que les atañe directa o indirectamente, es una democracia excluyente, y por lo tanto no es una democracia deliberativa. En este sentido la discriminación y la intolerancia son dispositivos que atentan contra la democracia deliberativa.
Recuperado de
http://www.rinace.net/arts/vol5num4/art4_htm.htm
el 27 de enero de 2008
No hay comentarios. :
Publicar un comentario