viernes, abril 24, 2009

FORMACIÓN DE ESTUDIANTES DELIBERANTES PARA UNA DEMOCRACIA DELIBERATIVA

Comenzamos hoy con la publicación de un extenso e importante artículo de Abraham Magendzo Kolstrein sobre un aspecto de la calidad educativa, la formación en democracia.

1. PRESENTACIÓN
La relación entre educación y democracia ha sido planteada en innumerables veces desde que la educación se sitúa en su rol político, social y cultural. Basta recordar a John Dewey, que precisamente intituló a comienzos de la década del siglo pasado a su libro emblemático: Educación y democracia. La pregunta que surge, es ¿de qué tipo de democracia estamos hablando?


La democracia ha recibido las adjetivaciones más dispares, como democracia representativa, democracia pluralista, democracia elitista, democracia populista, democracias populares, democracia constitucional, democracia directa, democracia participativa, democracia congregativa. Inclusive se ha llegado al sinsentido y a la paradoja de hablar de democracia autoritaria o democracia protegida.
En este trabajo optamos por la democracia deliberativa y reflexionaremos sobre el sentido y el rol que juega la educación en formar ciudadanos deliberativos.


Comenzaremos, en primer lugar, respondiendo a la pregunta ¿qué hace valiosa la democracia? Reconocer el valor de la democracia nos señala explícitamente que no podemos ser indiferentes en la manera en que entendemos y vivimos la democracia socialmente, pues esto afectaría el valor que le asignemos a la democracia frente a otras opciones de ordenamiento social y moral. Lo que afirmamos es que el concepto de democracia no es neutro, sino que compromete una cierta forma de mirar el mundo; hay un implícito moral en la decisión conceptual que asumimos frente a la democracia.


En seguida nos proponemos aclarar qué se entiende por democracia deliberativa. Desde ya quisiéramos decir que la democracia deliberativa conlleva una serie de complejidades tanto políticas, morales, sociales como procedimentales; la democracia deliberativa es más que el proceso de coordinación del poder, es también un medio por el cual se fortalece la ciudadanía.


Con el fin de aclarar operacionalmente el concepto de democracia deliberativa, hemos incorporado algunos ejemplos de indicadores que revelan cuándo nos hallamos en presencia de una democracia deliberativa y cuándo no.


Finalmente, dado que el propósito central de este trabajo es analizar el rol que la educación tiene en la formación de sujetos deliberantes para una democracia deliberativa, haremos referencia, en primer lugar, al curriculum explícito en el cual enunciaremos cuáles son los contenidos y en especial las capacidades y competencias que debe incluir un curriculum para la deliberación. De igual forma, mencionaremos al curriculum oculto, es decir, cómo la cultura escolar tiene una responsabilidad directa en la formación de estudiantes deliberativos. Por último, nos referiremos a la pedagogía deliberativa que se nutre de la pedagogía crítica, la pedagogía de la alteridad y de la pedagogía problematizadora.


2. ¿Qué hace valiosa a la democracia?
Plantear que la democracia es sólo el procedimiento más legítimo para los procesos de toma de decisión en una comunidad o sociedad, en tanto se llega a un resultado que represente a la mayoría por medio de la participación y suma de sus preferencias, es empobrecer la esencia de la democracia y es delimitarla a un espacio muy menor, negando la potencialidad transformadora y enriquecedora a la que puede acceder la sociedad que participa de la cultura democrática. Como sostiene Carlos Santiago Nino (1997:101):
Si la democracia se justificara mediante el valor de sus resultados, su atractivo sería débil y su carácter contingente, debido a que se podrían alcanzar mejores resultados a través de algún otro proceso. Si la democracia estuviera justificada, en cambio, en valores inherentes a su procedimiento distintivo, su valor debería ser ponderado con los resultados alcanzados a través de ella. A diferencia de aquellas prácticas que valoramos debido a ciertas reglas intrínsecas a ellas (como los juegos o los deportes), los resultados del procedimiento democrático no son moralmente irrelevantes sino de una importancia moral inmensa. El modo en que se resuelve la tensión entre procedimiento y sustancia debería ser considerado relevante al momento de evaluar las teorías de la democracia”.


En este sentido, resalta el autor, la democracia genera resultados que tienen implicaciones fundamentales en una sociedad; pero también en el ejercicio y forma en que entendamos la democracia vamos a recrear el valor en nuestro ordenamiento social y moral que este proceso conlleva. Por eso, no podemos ser indiferentes en la manera en que entendemos y vivimos la democracia socialmente, ya que esto va a intervenir en el valor que le asignemos frente a otras opciones de ordenamiento social y moral.


Como se ha planteado, el concepto de democracia no es moralmente neutro, y el tipo de democracia a la que aspiramos tendrá un papel fundamental en esto, pues cada concepción va a determinar la manera en que deseamos guiar el proceso democrático en una sociedad, como también va a establecer las relaciones de los ciudadanos y sus representantes/autoridades, y la constitución de nuestros derechos y deberes. Ello nos impone dos preguntas opuestas: ¿creemos que la democracia es capaz de cambiar los intereses de las personas? o ¿la democracia debe mantener inalterables los intereses de las personas? De este modo, distinguimos dos caminos: la primera opción es ver a la democracia como indiferente de los intereses de las personas, en el sentido de que no está en ella la responsabilidad de transformarlos; y, en la otra posición, una democracia que no es indiferente a los intereses y preferencias de las personas, en tanto que concibe que el ejercicio democrático es capaz de intervenir en ellos. Es en este último camino donde se intentará responder lo que realmente hace valiosa a la democracia, más allá de sus resultados (Nino, 1997). Con el objetivo de aflorar el valor transformador de la democracia en los intereses y preferencias de las personas —ciudadanos libres e iguales— en los procesos decisionales colectivos, intentando que ellos apunten a valores sociales como la igualdad y la justicia, el respeto a los derechos humanos, a la tolerancia y a la no discriminación, la solidaridad y el bien común.



Recuperado de
http://www.rinace.net/arts/vol5num4/art4_htm.htm
el 27 de enero de 2008

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