- Con
motivo del Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia,
conversamos con Montserrat Pedreira, psicóloga y doctora en educación, que
habla de la importancia de saber enseñar las ciencias con una perspectiva
inclusiva desde la primera infancia
Una mujer
tiene la mitad de posibilidades de que un hombre de terminar una licenciatura o
un máster en ciencias. Si hablamos de doctorados, los hombres triplican las
mujeres. Estos datos muestran la realidad de la brecha de acceso a los estudios
y en los trabajos relacionados con las ciencias que sufren las niñas y las
mujeres. Aunque las notas de las chicas son mejores, tienden a sentirse menos
cualificadas que sus compañeros hombres, comenzando así una carrera llena de
estereotipos y impedimentos.
El Día
Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia tiene como objetivo trabajar
para igualar el acceso y las oportunidades, pero «ojalá podamos dejar de
conmemorarlo pronto», se lamenta Montserrat Pedreira. Psicóloga, doctora en
Educación y maestra del grado de Educación Infantil en la Uvic especializada en
Didáctica de las Ciencias, Pedreira opina que no debemos esperar a que los
jóvenes elijan una formación postobligatoria para inculcar la pasión por la
ciencia.
Es por
ello que impulsó los proyectos Nido de Ciencia, del Museo de Ciencias Naturales
de Barcelona y el Lab 0-6, un centro de descubrimiento e investigación sobre la
educación científica en las primeras edades.
¿Cuál es
la importancia de comenzar en edades tempranas a inculcar la pasión y la
vocación por la ciencia?
Tenemos
un lema que nos gusta mucho que es Ciencia desde el nacer. La ciencia es
interpretar los fenómenos del mundo y esto es precisamente lo que hacen los
niños, desde el momento en que nacen. A partir de experiencias, del contacto
con otras personas y su maduración desarrollan su manera de pensar. Y aquí hay
ciencia. Tenemos clarísimo que hay que empezar bien, porque ahora nos preocupa
que los jóvenes, cuando terminan la secundaria, no le ven la gracia a la
ciencia y no tienen vocación científica. Si en lugar de preocuparse de él a los
16 años, cuando ya no lo arreglaremos, empezamos bien y motivamos sus
capacidades, la ciencia se convertirá en una disciplina que les pueda gustar y
les parezca estimulante.
A todos
los humanos nos maravilla poder entender cómo funciona el mundo, poder
anticipar y controlar. ¿Cómo es, pues, que los jóvenes terminan la escuela sin
que les guste la ciencia? Piensan que no es para ellos, que no tiene ninguna
gracia ni utilidad y es muy importante cambiar esto, ya no tanto para que se
conviertan en científicos, sino porque vivimos en un mundo en el que es básico
tener conocimientos de ciencias, para no estar sometidos a que nos engañen, a caer
en teorías conspiranoicas, para tener criterio y decidir qué tiene sentido y
qué no. Qué nos creemos y qué no.
Lab 0_6
trabaja desde la educación no formal, aprovechando la curiosidad innata de los
niños. ¿La falta de vocación científica está relacionada con el enfoque
curricular de las ciencias?
Es un
problema que se gesta en la escuela, principalmente. Por ello, nuestro espacio
es no formal y formal a la vez. Vienen los niños y niñas con sus escuelas y
también hacemos mucha formación a maestros, familias y a varias entidades del
ocio y el tercer sector, porque creemos firmemente que no se educa sólo en la
escuela, sino en cualquier momento. Pero en la escuela la ciencia viene ligada
a un libro de texto, a tener que responder a problemas que no ves en ningún
otro lugar y que no sabes para qué sirven. Y esto ha hecho que las ciencias
cojan mala prensa entre los alumnos.
Debemos
enfocar el estudio de las ciencias desde el aprendizaje servicio. ¿Qué hace un
niño pequeño, lo pongas donde lo pongas? Remover, busca, tira al suelo, mira si
puede abrir, sacude, explora… Y debemos aprovechar este deseo exploratorio para
facilitar propuestas educativas que incentiven el pensamiento científico. En el
Lab 0_6 tenemos rampas que se pueden inclinar más o menos y buscamos ver si se
dan cuenta que la inclinación tiene que ver con la velocidad que coge un objeto
cuando cae. También les proponemos que pongan bolitas dentro de líquidos que
parecen iguales pero tienen diferentes densidades para generar la curiosidad y
piensen cómo puede ser que la bola caiga a diferente ritmo. Es el adulto el que
debe tener la ciencia en la cabeza y hacer propuestas para que los niños
jueguen y experimenten. Por eso es tan importante la formación a maestros.
Siempre
se ha pensado que las ciencias son cosa de chicos. Usted, que trabaja con la
primera infancia, ¿ve diferencias entre niños y niñas a la hora de relacionarse
con los objetos o experimentar?
Intentamos
que los materiales sean atractivos para todos, sin connotaciones ligadas al
género. Pero hemos acogido algún trabajo final de grado orientado a ver si hay
diferencias entre niños y niñas y descubrimos algunas cosas. Por ejemplo, en
las rampas tenemos coches y es verdad que esto parece que atrae más los niños
que las niñas. Y cuando los niños están y ocupan el espacio, las niñas se
retraen un poco. Todo esto es intuitivo a partir de nuestra experiencia, pero
es verdad que la revista Science ya publicó en 2017 un informe
que mostraba que las niñas de 6 años ya empezaban a pensar que la ciencia no es
para ellas, porque no se ven tan inteligentes como los niños.
Debemos
trabajar desde ya para cambiar esto, porque está muy bien que tengamos un día
para reivindicar el papel de la niña y la mujer en la ciencia, pero espero que
dentro de unos años podamos dejar de tenerlo. Es triste que en 2021
todavía tengamos que tener una jornada para recordar que las niñas y las
mujeres también deben tener acceso a la ciencia.
¿Cómo
puede ser que, a estas edades, piensen que los niños son más listos?
Cuando un
niño dice algo, tendemos a darle más importancia que si lo dice una niña.
También solemos darles más la palabra. Cada año hacemos una feria de
experimentación y pedimos que los maestros graben secuencias interesantes para
analizarlas, como parte de su formación. El 2019, de las 21 grabaciones que
tuvimos, 18 estaban protagonizadas por niños. Sólo salían niñas en 3 de ellas.
Me cuesta creer que no haya más niñas que hagan cosas interesantes. Es la
mirada adulta que, desde el inconsciente, valora mucho más lo que hace un niño
que lo hace una niña.
Y eso nos
pasa también en la vida adulta. ¿Cuántos nombres de epidemiólogas mujeres me
puedes decir? Muchos menos que de hombres. Es verdad que han salido menos en
las noticias, pero cuando se les da la palabra a las mujeres, no las
recordamos. Tienen menos visibilidad y, encima, les damos menos valor.
¿Es lo que se conoce como efecto Matilda? ¿Cómo
afecta la falta de referentes a las niñas?
Durante
mucho tiempo las mujeres no podían estudiar, ni votar, ni hacer
descubrimientos. Así que se escondían detrás el nombre de un hombre. Son ellos
quienes se llevaban el reconocimiento y son ellos los que salen en los libros
de texto. Nuestras niñas no tienen un referente que les haga pensar que pueden
ser como ellas. Así es muy difícil que se dediquen a la ciencia. Y esta
concepción no sólo la tienen las niñas y jóvenes, sino que nos ha calado los
adultos y en toda la sociedad.
Por eso
es importante que las maestras tomen conciencia de sus sesgos como educadoras.
Hay un proyecto europeo, el Communities for Science, que trabaja la educación
científica inclusiva, no sólo para las mujeres, sino para cualquier persona,
sea de la cultura y del origen que sea. Y para lograrlo se deben repensar los
materiales que usamos, cómo organizamos los espacios, qué lenguaje usamos y si
es libre de estereotipos. La clave es hacer que la ciencia escolar sea
atractiva para todos y que nadie crea que se le está excluyendo desde el
inicio.
La
invisibilización de las mujeres científicas se notó mucho durante el
confinamiento. En mayo se publicó un informe que evidenciaba que, durante los
meses de cierre, el número de publicaciones firmadas por mujeres cayó en
picado. ¿La perspectiva de un futuro laboral con dificultades y
discriminaciones también afecta la vocación científica de las niñas?
Las
mujeres son las que se siguen haciendo cargo de los cuidados. Y a la
imposibilidad de publicar e investigar en una situación como ésta, debemos
sumar la invisibilización que comentábamos. Los papeles e investigaciones se
firman con el apellido y la inicial. Nadie sabe quién está detrás, pero
tendemos a pensar que son hombres. Encima, en los países anglosajones, las
mujeres adoptan el apellido de su marido, como si dejaran de existir por sí
mismas.
La
ciencia a menudo deja de lado las mujeres, no sólo como estudiantes y
trabajadoras, sino también como sujeto de estudio. La doctora Carme Valls
denunciaba, en una entrevista reciente, que los experimentos médicos toman como
modelo el cuerpo de los hombres.
¡Cuánta
razón tiene esta mujer! Se tiene la idea de que estudiar un cuerpo de hombre
sirve para todos los humanos y, en cambio, estudiar un cuerpo de mujer ya es
una especialización. Las mujeres somos la mitad de la población, ¡no puede ser
que seamos una especialización! Hay que estudiar por qué un infarto tiene
síntomas y efectos diferentes en las mujeres. Debemos revisar el desprecio
hacia las enfermedades asociadas a la feminidad y que se nos deje de tratar
como neuróticas o histéricas. Tenemos que pensar en las consecuencias que los
muñecos que se usan para testar los accidentes de coche sean a imagen de un
hombre blanco. Todo esto es ciencia sin perspectiva de género.
Las niñas
y las mujeres también están influenciadas por el sistema patriarcal, que les
dice que no son tan válidas. Pero las notas de las niñas son más altas que las
de los chicos. Y también lo son en ciencias.
Tienen
mejores notas pero piensan que son peores. Y aquí volvemos a los adultos: cuando
una niña es buena, decimos que es muy trabajadora o aplicada pero, cuando un
chico destaca, decimos simplemente que es brillante. Y si hace mala letra nadie
dice nada, y si se comporta mal es que tiene carácter… hay toda una serie de
actitudes que impiden que las niñas se empoderen y se sientan capacitadas para
creerse mejores que sus compañeros hombres.
Hablaba
de la formación a docentes. Los primeros referentes de los niños son sus
maestros ¿cómo es su relación con la ciencia y cómo afecta a los niños y niñas?
Tenemos
que empezar a enseñar bien las ciencias desde el principio. Si los niños no
entienden las ciencias, se bloquean y no ven para qué sirven, ¿cómo podemos
pretender que las maestras, que recibieron una pequeñísima formación en la
universidad, transmitan la pasión por la ciencia? Las maestras son conscientes
de la pasión exploradora y la curiosidad de los niños, pero si ellas no tienen
vocación científica, no la transmitirán nunca. Tenemos que cambiar los adultos
para poder cambiar los niños.
Durante
los últimos años se ha hecho una tarea para recuperar figuras históricas de
mujeres en la ciencia. ¿Ha trabajado en desenterrar referentes femeninos?
Hemos
trabajado en buscar referentes, pero sin desenterrar a nadie. Hicimos una
exposición en el Lab 0_6 sobre mujeres del territorio, algunas jóvenes y otras
no tanto, que siguen vivas. Hicimos un mural donde explicábamos su vida y
búsqueda y lo acompañábamos de una foto de ella de pequeña, explicando un juego
que le gustaba. Lo hicimos así porque tenemos la costumbre de dar crédito sólo
a personas que están muertas; es verdad que hay clásicos que han hecho muy buen
trabajo, pero también debemos reconocer la labor de la gente que sigue viva,
porque así construimos referentes con los que los niños y niñas se pueden
identificar mejor.
Un niño
me dijo una vez que no quería ser músico porque todos acababan muertos. Sus
referentes de los libros de texto eran Mozart, Beethoven o Bach… Es por ello
que reivindicar científicas mujeres y que estén vivas es importantísimo. Si no
dejamos que las niñas sean científicas estamos perdiendo el 50% del potencial
de la humanidad.
Por
Sandra Vicente
Esta entrevista ha sido publicada en «El blog de l’educació
local» de El Diari de l’Educació
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