lunes, agosto 31, 2020

Santos Guerra: "Una pantalla no es la escuela, la dimensión socializadora exige presencia"

 El pedagogo español Miguel Ángel Santos Guerra advierte que la dimensión emocional se profundizó con la pandemia.

 

Desde el inicio de la pandemiael pedagogo español Miguel Angel Santos Guerra recibió distintas historias de docentes y alumnos angustiados frente a un presente incierto, donde el distanciamiento social es la dinámica que reina. Tiempos de pantallas que dejaron expuestos la brecha digital de los chicos y sus familias. “Las emociones se han extendido y profundizado durante la pandemia, sin embargo, el currículum ha seguido centrado en los conocimientos académicos”, dice el educador.

 

Destacado conferencista y con una extensa carrera como profesor en todos los niveles del sistema educativo, Santos Guerra acaba de publicar Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela (Homo Sapiens Ediciones). Una obra donde reúne textos que hablan de la necesidad de la educación emocional y reivindica el derecho a la ternura y a perseguir la felicidad en las escuelas. También aborda por qué la escuela tradicional, a la que describe como el reino de lo cognitivo, debería ser el reino de lo afectivo. Y afirma: “Una pantalla no es una escuela, la dimensión socializadora exige presencia”.

 

—En este tiempo sin clases presenciales mucho se ha hablado de la cuestión emocional de docentes y alumnos ¿Le han llegado consultas al respecto?

—Pues sí. De diversa naturaleza, pero todas de mucha intensidad. Algunos docentes han sentido angustia ante una situación nueva, imprevista, desconocida, que ponía patas arriba la seguridad a la que estaban acostumbrados. De la noche a la mañana, se vieron obligados a asumir unas responsabilidades para las que algunos no se sentían preparados por la dificultad de manejar herramientas digitales (me preocupa más el analfabetismo pedagógico que el analfabetismo digital). Han tenido que trabajar muchas horas sometidos a una tremenda tensión. Algunos docentes me han dicho que se han sentido solos, recluidos en sus casas, sin la presencia física de los colegas, sin su ayuda cercana, sin el soporte emocional que supone la compañía. Hay docentes que han vivido con dolor la brecha digital en la que sus alumnos y alumnas estaban inmersos: familias sin cobertura, con un celular como único canal de comunicación para toda la familia, con malas condiciones ambientales... Les ha llegado la demanda de una ayuda que, en muchos casos, no podían o sabían dar. También me han llegado testimonios de alumnos y alumnas que echaban de menos a sus profesores, a sus compañeros y amigos. No es lo mismo compartir llegadas y salidas, recreos, trabajo en el aula, que estar encerrados entre las cuatro paredes de una habitación. Y todos, profesorado y alumnado, con el temor al contagio, invadidos por noticias desalentadoras, con la tristeza de ver a tantos ancianos que se despedían del mundo sin la presencia de ningún familiar o amigo. Las emociones se han extendido y profundizado durante la pandemia. Sin embargo, el currículum ha seguido centrado en los conocimientos académicos.

 

—¿Qué lugar debería tener la educación emocional en las aulas?

—Hablo de las aulas y de las escuelas. Porque la educación emocional es parte sustancial del proyecto educativo de la institución. No se puede entender el desarrollo integral de una persona sin tener en cuenta la dimensión afectiva. La educación emocional es una tarea colegiada, en la que ha de estar comprometida toda la comunidad. No hay niño que se resista a diez profesores que estén de acuerdo. Pero, claro, también en el aula debe estar presente esta preocupación. Porque es en el aula donde se produce la convivencia más intensa y duradera. Los quince capítulos de mi libro Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela están dedicados a reflexionar sobre la importancia de esta exigencia educativa y a orientar la acción para llevarla a cabo con éxito. La educación emocional es importante no sólo para la aceptación de nosotros mismos y la buena comunicación con los demás. Es también importante para el aprendizaje. Porque, para que se produzcan aprendizajes significativos y relevantes hace falta que el conocimiento tenga una lógica interna y otra externa, sí. Pero también hace falta una disposición emocional para el aprendizaje. Solo aprende el que quiere. El verbo aprender como el verbo amar, no se puede conjugar en imperativo. Para enseñar y aprender hace falta tener cuidado el corazón.

 

—¿Qué trabas comunes encuentra en la escuela tradicional para que sea, como afirma en el libro, el reino de lo cognitivo y no de lo afectivo?

—La escuela, en efecto, ha sido siempre el reino de lo cognitivo. Al entrar, a profesores y alumnos se les ha preguntado: ¿qué sabes? A la salida se les ha vuelto a preguntar: ¿qué has aprendido? Pocas veces se pregunta, a unos y a otros: ¿qué sientes?, ¿eres feliz?, ¿sabes expresar tus emociones?, ¿sabes captar las emociones de los demás? Las trabas son la rutina, que es el cáncer de las instituciones, la falta de formación emocional de los docentes, la presión institucional y social sobre el currículum académico. No se puede dar lo que no se tiene. No hay forma más bella y más eficaz de autoridad que el ejemplo. Enseñamos como somos, no como les decimos a los alumnos que tienen que ser. Por eso digo que es fundamental la formación emocional de los docentes. Decía Gabriela Mistral: “Si no eres capaz de amar, no puedes dedicarte a la enseñanza”. Por otra parte, hay que seleccionar para esta profesión a las mejores personas de un país, porque van a dedicarse a la tarea más difícil, más decisiva y más hermosa que se le ha encomendado al ser humano en la historia: van a trabajar con la mente y el corazón de las personas. Y, como bien es sabido, no hay ningún filtro relacionado con estas cuestiones para acceder a la profesión docente. ¿Qué hace en esta tarea una persona sádica, desequilibrada, inestable, bipolar?

 

—¿Cómo garantizar el derecho a la ternura que plantea en Educar el corazón en esta época de distanciamiento social mediado por pantallas y sin abrazos?

Una pantalla no es una escuela. La dimensión socializadora exige presencia. El encuentro, la conversación directa, la colaboración, el saludo sincero, el abrazo son indispensables para el crecimiento personal y para el desarrollo de la comunidad. Los alumnos y las alumnas necesitan conocimientos, estrategias y destrezas, pero necesitan, sobre todo, el amor de quienes enseñan. Los alumnos aprenden de aquellos docentes a los que aman. Los alumnos y las alumnas tienen derecho a la ternura en dos sentidos: en primer lugar, a vivirla en su relación con los otros, a darla a los demás. Y también a recibirla, a ser tratados con respeto, con cariño, como corresponde a la dignidad consustancial que conlleva ser personas. La ternura es el alimento del alma. Digo en un capítulo del libro Educar el corazón que existen algunos obstáculos que impiden cultivar la ternura. Uno de ellos es la concepción del mundo como un campo de batalla. En la escuela, resulta un obstáculo la idea de que los profesores son máquinas de enseñar y los alumnos máquinas de aprender.

 

—Cuando pase la pandemia, ¿Qué enseñanzas le gustaría que se haya aprendido para la escuela?

   —No saldremos de la crisis igual que entramos. Cuando salgamos habremos aprendido muchas cosas. Unas relacionadas con el análisis de la realidad. Otras con la vida emocional. Hemos visto cómo el virus se ha ensañado con los más vulnerables, con los más débiles. Y hemos aprendido que las terribles desigualdades existentes deben ser superadas a través de la educación. La crisis nos ha enseñado la fragilidad e importancia de la vida. Y qué decisiva es la solidaridad para vivir de una forma más hermosa y más justa. En mi blog El Adarve, dediqué doce artículos a reflexionar sobre la crisis. Uno de ellos llevaba este título: La cruel pedagogía del virus. Hablo en él de algunas lecciones:

 

   Lección primera. La pandemia causa conmoción en todo el mundo, pero de forma desigual. Médicos sin Fronteras advierte, por ejemplo, de la extrema vulnerabilidad al virus de los miles de refugiados e inmigrantes detenidos en centros de intercambio en Grecia. En uno de ellos (campo de Moria) hay un grifo de agua para 1.300 personas y no hay jabón. Los refugiados viven hacinados. Familias de cinco o seis personas duermen en un espacio de menos de 300 metros cuadrados. Esto también es parte de Europa, es la Europa invisible. Estas condiciones también prevalecen en la frontera sur de Estados Unidos, hay también allí una América invisible. ¿Nos importa que exista un orden mundial tan discriminatorio?

 

   Lección segunda. El tiempo político y mediático condiciona cómo la sociedad contemporánea percibe los riesgos que corre. Ese camino puede ser fatal. Las crisis graves y agudas, cuya letalidad es muy significativa y rápida, movilizan a los medios de comunicación y poderes políticos, y llevan a tomar medidas que, en el mejor de los casos, resuelven las consecuencias de la crisis, pero no afectan sus causas. Por el contrario, las crisis severas pero de progresión lenta tienden a pasar desapercibidas incluso cuando su letalidad es exponencialmente mayor. La pandemia de coronavirus es el ejemplo más reciente del primer tipo de crisis. Mientras escribo esto, ya ha matado a unas 40.000 personas. La contaminación atmosférica es el ejemplo más trágico del segundo tipo de crisis. Como informó The Guardian el 5 de marzo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación atmosférica, que es solo una de las dimensiones de la crisis ecológica, cada año mata a 7 millones de personas.

 

   Lección tercera. La extrema derecha y la derecha hiperneoliberal han sido (con suerte) definitivamente desacreditadas. La extrema derecha ha crecido en todo el mundo. Se caracteriza por el impulso antisistema, la manipulación grosera de los instrumentos democráticos, incluido el sistema judicial, el nacionalismo excluyente, la xenofobia y el racismo, la defensa de la seguridad que otorga el estado de excepción, el ataque a la investigación científica independiente y la libertad de expresión, la estigmatización de los opositores, concebidos como enemigos, el discurso de odio, el uso de redes sociales para la comunicación política en menosprecio de las herramientas y los medios convencionales. Defiende, en general, el estado mínimo pero aumenta los presupuestos militares y las fuerzas de seguridad. Ocupa un espacio político que a veces le fue ofrecido por el rotundo fracaso de los gobiernos provenientes de la izquierda que se rindieron al catecismo neoliberal bajo la astuta o ingenua creencia en la posibilidad de un capitalismo con rostro humano, un oxímoron que ha existido siempre o, al menos, que existe hoy

 

  Lección cuarta. De los 194 países soberanos que existen en el mundo reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con autogobierno y completa independencia, solo diez están gobernados por mujeres. Pues bien, esos países han tenido una gestión de la crisis más efectiva, más rápida, más audaz. Pensemos lo que ha pasado en Alemania, Nueva Zelanda, Islandia, Finlandia, Noruega, Dinamarca... Sólo el 5% de los países del mundo están gobernados por mujeres. Pues bien, de los 12 más efectivos, 7 están dirigidos por mujeres. No es una casualidad. La gestión de la crisis en estos gobiernos ha sido más eficaz, más valiente, más creativa, más compasiva, más ética. (¿Hemos pensado alguna vez que no ha habido dictadoras en la historia?). Sobra mucha testosterona en el poder.

 

   Lección quinta. Hemos podido comprobar la importancia que tiene la sanidad pública. Los recortes que se realizaron y la privatización de los servicios han mermado la capacidad de respuesta ante la gravedad de la crisis. ¿Cómo no pensar en una forma segura y estable de garantizar la protección de la salud de todos los ciudadanos y ciudadanas de nuestra sociedad, sin entregar su suerte a la herencia o al azar?

  Lección sexta. Se han presentado varios dilemas durante la crisis. Uno de ellos ha sido el de salud versus economía. Cuidar de la salud suponía destruir la economía. El primer ministro inglés Boris Johnson dijo que había que seguir con la actividad a pesar de que hubiera que pagar el tributo de muchas vidas. Luego, no sé si por la presión social o por qué, tuvo que rectificar. Ha habido otro dilema que se ha adueñado de la opinión pública: derecho a la libertad de expresión versus difusión de bulos y fake news. El derecho a la información se ha llenado de confusión y de mentiras. Un tercer dilema ha sido el de salud versus restricción de libertades. El gobierno ha confinado a la población para conseguir frenar la expansión del virus.

 

   Lección séptima. Los docentes han trabajado con esfuerzo, creatividad y coraje desde sus domicilios, en una experiencia jamás imaginada: desplegar un proyecto educativo desde una institución virtual que se expande por el espacio y por el tiempo y adaptar nuevas metodologías y formas de evaluación. Están siendo héroes anónimos. Es hora de valorar la importancia de la educación y de la investigación. El impacto de la brecha digital va a agrandar las diferencias durante la crisis y se van a hacer más graves e injustas las diferencias. Habrá que ayudar a los más vulnerables a recuperar el espacio perdido.

 

   Lección octava. Nuestros ancianos y ancianas han sido castigados con crueldad por el Covid-19. Muchos de ellos han muerto en condiciones lamentables de soledad y angustia. Las residencias se han convertido en trampas terribles donde han encontrado la muerte muchos mayores por deficiencias de cuidado y de gestión. El personal sanitario se ha visto expuesto a situaciones de alto riesgo y hemos pagado un tributo elevadísimo de bajas y vidas He recibido una desgarradora carta de Rocío Casto Bertomeu en la que me cuenta que ha perdido en la crisis dos familiares a los que ha despedido en condiciones tristísimas: una sanitaria y una queridísima abuela. Cuánto dolor en sectores tan sensibles de la sociedad.

  Lección novena. La crisis ha sacado lo mejor y lo peor de nosotros. En la crisis ha habido actuaciones heroicas sin límite, se ha desplegado un inmenso abanico de acciones generosas. Personas que han arriesgado la vida para salvar a otros. Personas y grupos que han dedicado su tiempo, su conocimiento y sus bienes a la lucha por la recuperación. La ciudadanía ha respondido con responsabilidad y sacrificios a las exigencia que imponía el bien común. Pero también ha permitido mostrar lo más negativo de nuestro ser: personas que, con irresponsabilidad inconcebible, han contagiado a otras personas, individuos que se han enriquecido de forma injusta.

   Después de la crisis seremos distintos, pero no necesariamente mejores. Para ser mejores hará falta algo más que las simples evidencias. Hará falta clarividencia, unidad, solidaridad y voluntad para no repetir los errores. Lecciones duras, difíciles de asimilar. Lecciones que no se aprenden sin esfuerzo y humildad. El aprendizaje tiene que incorporarse a la construcción de una normalidad mejor, de más calidad humana, de más profundidad ética.

 

 

 

 

 

 

Por Matias Loja

Fuente  https://www.lacapital.com.ar/educacion/santos-guerra-una-pantalla-no-es-la-escuela-la-dimension-socializadora-exige-presencia-n2602894.html?fbclid=IwAR3l3lj8RhPnwe4kC6Kg9u-gsoh-H3wCCt7xvvbjNOnmaqRcovjGS2rGClU?fbclid=IwAR3l3lj8RhPnwe4kC6Kg9u-gsoh-H3wCCt7xvvbjNOnmaqRcovjGS2rGClU

viernes, agosto 28, 2020

LA UNESCO PREVÉ QUE 24 MILLONES DE ALUMNOS EN TODO EL MUNDO ABANDONEN LOS ESTUDIOS POR LA CRISIS SANITARIA

 Estima una reducción de las matrículas en educación superior de hasta el 3,5%, porcentaje que representa 7,9 millones de alumnos.

 

La UNESCO advierte de que 24 millones de estudiantes en todo el mundo, desde el nivel de preescolar hasta el ciclo superior, podrían no volver a la escuela en 2020 como consecuencia de los cierres provocados por el COVID-19, según el informe ‘Education in the time of COVID-19 and beyond’, que ha sido presentado este martes.

 

El documento se presenta en el marco de #SalvarNuestroFuturo, campaña plural coordinada por 10 organizaciones, entre otras la UNESCO, que se ha propuesto sensibilizar acerca de la situación de emergencia que atraviesa la educación en el mundo e instar a que se aumenten las inversiones en el sector, para construir mejores sistemas educativos, más inclusivos y resilientes, de cara al futuro.

 

Según el informe, la mayoría de los alumnos en situación de riesgo, unos 5,9 millones, se encuentra en Asia Meridional y Occidental, mientras que otros 5,3 millones de estudiantes corren el mismo peligro en el África Subsahariana. Ambas regiones ya se enfrentaban a graves problemas educativos antes de la pandemia, por lo que la UNESCO considera probable que su situación empeore considerablemente.

La educación superior podría experimentar los mayores índices de abandono, así como una reducción de matrículas de hasta el 3,5%, lo que redundaría en una pérdida de 7,9 millones de alumnos. El segundo nivel más afectado sería la enseñanza preescolar, en la que se ha previsto una pérdida de matrículas del 2,8%, es decir, unos 5 millones menos de niños escolarizados.

 

Y según las mismas proyecciones, el nivel de primaria podría perder el 0,27% del alumnado y el de secundaria el 1,48%, lo que equivaldría a 5,2 millones de niñas y 5,7 millones de niños que dejarían los estudios en ambos niveles.

 

Las estadísticas compiladas por la UNESCO muestran que casi 1.600 millones de alumnos de más de 190 países –el 94% de la población estudiantil del mundo– se vieron afectados por el cierre de las instituciones educativas en el momento más álgido de la crisis, una cifra que hoy se ha reducido a 1.000 millones. Alrededor de 100 países todavía no han anunciado en qué fecha volverán a abrir sus escuelas.

 

“Estas conclusiones ponen de relieve la urgente necesidad de velar por la continuidad del aprendizaje para todos, especialmente de los más vulnerables, ante esta crisis sin precedentes”, declara la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay.

 

148.000 millones de dólares de déficit

En el informe se pide a las autoridades nacionales y la comunidad internacional que aúnen esfuerzos para situar a la educación en la vanguardia de los planes de recuperación y proteger las inversiones en el sector educativo.

 

Precisamente, según los cálculos de la UNESCO, la pandemia ampliará en un tercio el déficit en la financiación necesaria para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en Educación, acordados por la comunidad internacional para 2030, en los países de ingresos bajos y medios-bajos, una brecha que en la actualidad alcanza ya la “impresionante” cifra de 148.000 millones de dólares estadounidenses.

 

Para esto, la UNESCO convocará, antes de que termine el año en curso, una sesión especial de la Coalición Mundial para la Educación.

 

El informe también pone de manifiesto que el cierre de escuelas no solo afecta a la educación, sino que también impide el suministro de servicios esenciales para los niños y las comunidades, entre otros el acceso a una alimentación equilibrada, y limita la capacidad de los padres para acudir al trabajo. Asimismo, las medidas de clausura incrementan el riesgo de que las niñas y mujeres puedan padecer violencia doméstica.

 

“La tarea de evitar que esta crisis del aprendizaje se transforme en una catástrofe generacional debería ser una prioridad para los dirigentes del mundo y para todos los interesados del sector educativo”, señala el informe, al insistir en la función de la educación como motor del progreso económico, el desarrollo sostenible y la paz duradera.

 

“Nos enfrentamos a una catástrofe generacional”

Durante la presentación del documento, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha advertido de que la pandemia ha causado el trastorno más grave registrado en los sistemas educativos en toda la historia y amenaza con provocar un déficit de aprendizaje que podría afectar a más de una generación de estudiantes.

 

“Ya nos enfrentábamos a una crisis de aprendizaje antes de la pandemia –afirma Guterres–. Ahora nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría despilfarrar un potencial humano incalculable, socavar décadas de progreso y agravar las desigualdades más arraigadas”.

 

Propuestas para atenuar los efectos de la pandemia

El informe contiene, asimismo, recomendaciones orientadas a atenuar los efectos de la pandemia en cuatro ámbitos. El primero de ellos es eliminar la propagación del virus y formular planes integrales para la reapertura de los centros escolares, que abarca las medidas sanitarias y de seguridad, la atención a las necesidades de los niños marginados, el planeamiento conjunto y la celebración de consultas con docentes, padres y comunidades.

 

El segundo punto es proteger la financiación de la educación y colaborar para atenuar las repercusiones negativas, seguido de incrementar la resiliencia de los sistemas educativos con miras al desarrollo justo y sostenible, prestando atención a la equidad y la inclusión, con medidas orientadas a abordar las necesidades de los estudiantes más vulnerables y marginados, y a garantizar que las presiones económicas y las costumbres relativas al género no impidan que las niñas vuelvan a la escuela.

 

Por último, la UNESCO insta a replantear la educación y dinamizar el cambio positivo en materia de enseñanza y aprendizaje, en el que las soluciones deben abordar las pérdidas en materia de aprendizaje, evitar el abandono escolar, en particular de los más marginados, y velar por el bienestar social y emocional de alumnos, profesores y demás personal docente.

Entre otras prioridades figuran la mejora del apoyo que se presta a la profesión docente, la supresión de las barreras que estorban la conectividad, la inversión en tecnologías digitales y la flexibilización de los itinerarios de aprendizaje.

 

 

 

 

Fuente: https://www.eleconomista.es/ecoaula/noticias/10707057/08/20/La-UNESCO-preve-que-24-millones-de-alumnos-en-todo-el-mundo-abandonen-los-estudios-por-la-crisis-sanitaria.html

 

miércoles, agosto 26, 2020

Una secundaria que valore la producción colectiva del saber

 Entrevista a Octavio Falconi (*)

 

—¿Qué puede decir la investigación educativa acerca de lo que ocurre con las prácticas vinculadas a la evaluación?

—Los escasos estudios existentes muestran que, tomando como referencia la Ley de Educación Nacional de 2006, en resoluciones, diseños curriculares y otras normativas menores, se comienza a proponer la idea de “evaluación en proceso”, como herramienta para reorientar las prácticas, a fin de acompañar y fortalecer el aprendizaje de los estudiantes Allí también hay una intención de distinguir entre evaluar, calificar, certificar y acreditar. Pero, a su vez, por la propia lógica organizativa de la secundaria —que es el nivel en el que me focalizo—, donde cada profesor tiende a trabajar independientemente de los demás (aunque haya construcciones colectivas), el alumno o la alumna debe acreditar y promover, por separado, 10 o 12 espacios curriculares. En consecuencia, su trayectoria se va fragmentando y se dificulta reconstruir su desempeño general.

 

—¿Y cómo impacta eso?

—Más allá de que los docentes han producido cambios en la forma de evaluar y calificar y que hay intentos más estructurales, como el nuevo régimen académico (NRA) y la unidad técnica pedagógica (UTP), por construir una mirada global del desempeño del alumno; el dispositivo escolar de la secundaria hace que la asignatura aislada —y de cuánto contenido se ha apropiado el o la estudiante— sea el parámetro para evaluar. Nuestra hipótesis es que, por el volumen de los diseños curriculares, los docentes interpretan que deben enseñar (casi) todo lo que allí aparece, si no, se sienten en falta.  Entonces, muchos alumnos, sobre todo en el Ciclo Básico, no pueden sostener ese ritmo de trabajo y acreditación en todas las asignaturas y, por cuatro, terminan quedándose de año. No digo que no sea importante focalizar en el conocimiento disciplinar. Desde el Ministerio Provincial se está intentando acotar esa referencia en los contenidos “irrenunciables” y en las capacidades. 

 

—¿Qué otros desafíos hay para lograr una mirada integral de la trayectoria escolar?

—Se está corrigiendo la estructura trimestral de las calificaciones, que implica que un docente, con 30 horas y un espacio curricular de tres, tenga 10 grupos, 300 alumnos por semana: al trimestre, son 700 calificaciones, por año, 2000. Con el NRA se propone evaluar en dos momentos del año, sin promediar en la primera etapa y apreciar de manera global los desempeños de los estudiantes. Pero, aun así, el dispositivo demanda un enorme esfuerzo para sostener la escolaridad de los y las estudiantes. A su vez, en los espacios de trabajo interdisciplinar, a veces, no se termina de comprender que la evaluación también se debe acordar entre todos. Hay una cultura institucional y una estructura laboral que siguen permeando y traccionando las prácticas y lleva tiempo modificarlas. Paralelamente, el imperativo de inclusión, que se desprende de la obligatoriedad, cambió notablemente, tanto la forma de trabajar en el aula —que se volvió más intensa, en tanto atiende cada una de las singularidades y trayectorias— como las de evaluar y calificar.

 

—¿En qué sentido?

—En las investigaciones aparece que para sostener en la escolarización a los alumnos de sectores populares —no es exclusivo de ellos, pero sí son los que más dificultades tienen con la organización escolar—, los docentes construyen propuestas de enseñanza para que trabajen dentro del aula, porque es infructuoso pedir que lo hagan en el hogar. La clásica prueba de desarrollo de saberes, estudiados previamente, produce fracasos masivos: hay que buscar nuevas estrategias para que esa sea la referencia de la calificación. El mérito de la apropiación del saber y su comprobación se desplaza hacia el esfuerzo y la responsabilidad en el trabajo continuo del contenido enseñado. A su vez, hay una pérdida de eficacia simbólica de la sanción formal —que el sistema trata de evitar por ser expulsiva— o del aplazo para disciplinar, que ya no produce un compromiso hacia el estudio. La ­obligatoriedad genera que el docente les haga realizar producciones a sus alumnos, para construir la calificación. En tiempos pasados, si el alumno no trabajaba tenía un aplazo y no era responsabilidad del docente.

 

—¿Qué genera eso?

— A los docentes y a los investigadores se nos vuelve opaco reconocer cuánto se apropian del saber, más allá de las prácticas propias del oficio de alumno (aprender a leer, escribir, estudiar y trabajar dentro del aula). Se implementan trabajos prácticos, mediados por la carpeta u otros soportes, y evaluaciones situadas intraclases, como las denomino; pero cuando llega la hora de calificar, cuesta ver los logros, en dos sentidos: en la apropiación cognitiva del contenido trabajado y en la construcción del oficio de alumno. Aun teniendo en cuenta el esfuerzo del estudiante y el acompañamiento del docente, a muchos profesores se les viene el diseño curricular como referencia idealizada —si trabajó todos los temas— y se desdibuja ese trabajo conjunto: terminan evaluando con un parámetro tradicional de la relación entre volumen de contenidos y calificación, y la consecuencia para muchos alumnas o alumnos es terminar con un aplazo.

 

—¿Por qué no se puede ver el esfuerzo, el punto de partida?

—La forma escolar (principalmente la secundaria, por su parcelación) presenta dificultades para plantear la evaluación como proceso y el reconocimiento global del sujeto y su historia. La escuela tiene una lógica meritocrática, individualizante, vinculada al contenido, que es difícil de transformar. A través de la evaluación y la calificación, clasifica, diferencia y jerarquiza a los individuos (el abanderado por promedio es uno de esos ritos de distinción). Si no revisamos eso, está difícil construir propuestas de enseñanza donde se valore la producción colectiva del saber, donde los espacios áulicos se vuelvan comunidades de aprendizaje y lo importante sea la tarea solidaria y mancomunada para resolver un enigma, una pregunta, un problema. El valor del trabajo escolar es que el alumno genuinamente advierta que está aprendiendo, modificando su subjetividad y su intelecto (en vez de la calificación para la escuela, para el docente). Es un proceso de aproximaciones paulatinas y sucesivas a los conceptos, capacidades e incluso, a la norma, según los puntos de partida de cada uno.

 

—¿El planteo es que haya evaluaciones ahora denominadas auténticas?

—Sí, que sean como en la vida, para que haya una relación genuina con el saber: si quiero resolver algo, tengo que darme cuenta cuál es el error, estudiarlo, volver a leer, corregirlo. Eso generalmente ocurre en el trabajo con otros, en el intercambio de puntos de vista, el debate, el disentimiento y supone dudas y preguntas sin resolver. Ese proceso, donde el docente es promotor y sostén principal, lleva tiempo: no se puede enseñar una enorme cantidad de contenidos. Pero además de resolver situaciones problemáticas, la escuela no debería perder el objetivo de que los estudiantes aprendan a estudiar, en tanto apropiación y aprendizaje profundo de conceptualizaciones y conocimientos teóricos —a través, tanto de lecturas sistemáticas y por placer, como de producciones estéticas— para comprender la complejidad de lo humano y los fenómenos del mundo.

 

—Además de poner al alumno a resolver situaciones de la vida real y estudiar ¿cómo se logra que los chicos quieran aprender?

—No es un asunto sencillo convencer a cada uno de los alumnos y en grupos numerosos que, todos los días y todo el tiempo, hagan las tareas escolares dentro del aula. Antes la institución escolar era impersonal, cada quien valía por su logro y esfuerzo. Si alguien no podía o no quería, no era problema de la escuela, al menos de la secundaria, que no era obligatoria ni considerada un derecho. Hoy hay que lograr adhesión emocional, porque la cercanía personal produce sinergia y potencia el trabajo con el saber: uno siente deseo de aprender, si está en un lugar agradable, hay empatía y confianza con el otro, un propósito conjunto y una emoción de hacer eso juntos. Si no logramos esos climas, difícilmente la evaluación deje de estar asociada a la individualidad y a la calificación. No obstante, la escuela, con su matriz administrativa y burocrática, ­tiene la obligación de comunicar los logros a alumnos y familias. El docente tiene que resolver la calificación y en condiciones de trabajo masivas y en una matriz aún rígida, no le queda otra que poner estimativamente un número, aunque se pueda tramitar con una mirada global y atendiendo las particularidades. A la vez, los docentes también necesitan el apoyo de sus colegas y de otros profesionales en su tarea de enseñar y evaluar.

 

—¿Cómo o qué debería calificarse, entonces?

—Una producción, un trabajo colectivo —donde cada uno aprende, corrigiendo sus errores y mejorando su hacer y el del colectivo— con un sentido y un propósito comunicativo final. Eso todavía nos falta. Hay mucho de aprendizaje fáctico, de reproducción de datos, de un saber rutinario. Para cambiar las formas de pensar la evaluación y la calificación tenemos que repensar los procesos de enseñanza y para eso necesitamos otro modo de organizar la escuela y el saber escolar. Al educador se le hacen demandas en una estructura curricular que lo aísla, con una contratación laboral que solo paga las horas frente a curso, con aulas con escasos materiales y equipamientos. En consecuencia, las condiciones, el volumen de trabajo, la cantidad de alumnos, lleva a una economía del trabajo: los docentes usan la estructura de la organización escolar a su favor, tratando de minimizar el desgaste, lo cual es bastante razonable. Hay que ver cómo logramos que la escuela, que también es una organización laboral, no arrastre a una economía de trabajo que termine reproduciendo formas que no queremos que se sigan desarrollando.

 

 

 

 

(*) Doctor en Ciencias Sociales, coordinador del Área de Educación del CIFFyH (Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades), director de Cuadernos de Educación, profesor de Didáctica General y de Problemáticas de la Investigación Educativa, de la Escuela de Ciencias de la Educación, FFyH, UNC.

 

sábado, agosto 22, 2020

Rosa Linares: "Un modelo híbrido solo funcionaría si se simplifica el currículo y se bajan las ratios"

 Hace unas semanas se despedía de sus últimos alumnos de 2º de Bachillerato, tras una EvAU tardía como consecuencia de la pandemia. En el compás de espera hasta un septiembre incierto, esta profesora de Lengua y Literatura nos plantea algunas de sus ideas en torno a un sistema educativo que considera víctima muchas veces de sus propias inercias.

 

Rosa Linares es profesora de Lengua y Literatura y cofundadora del Grupo Guadarrama.

Rosa Linares no olvida que llegó a la educación “tras 15 años de encadenar trabajos precarios”. ¿Vocacional? “No me gusta hablar de vocación, prefiero apelar a la implicación y al compromiso”. Sostiene que a día de hoy no hay innovación educativa posible “si no se pone al servicio de la emancipación y la ética”, si no se tiene presente que se educa “para un futuro cuyos recursos naturales están muy por debajo de los que se necesitarían para satisfacerlo”.

Profesora de Lengua y Literatura en un instituto de la Comunidad de Madrid, cree que “la mayor muestra de respeto por la Educación sería que se facilitaran las condiciones para que la labor docente se desarrollara dignamente. No hay revolución educativa posible con aulas atestadas y sin atención a la diversidad”.

 

¿Cuál es tu idea de la educación?
–Una educación para la formación de una ciudadanía crítica y responsable, que tenga la justicia social y la salvación del planeta como objetivos últimos. Una educación que descubra los marcos ideológicos dominantes, tan mejorables muchos de ellos, que nuestra sociedad acepta como naturales y que intervienen estrechamente en el aumento de la desigualdad y de la incomprensible devastación de la biodiversidad. Una educación que explique y descubra los relatos hegemónicos que nos han traído hasta aquí, con sus aciertos y sus desatinos, para discutirlos o para admirarlos. En cualquier caso, una educación que les dé la oportunidad a nuestras alumnas y alumnos de vivir una vida plenamente consciente y, como se suele decir desde el ecofeminismo, una vida que merezca la pena ser vivida.

 

¿Qué aspectos del sistema educativo deberían cambiar?
–Por un lado, políticas que favorezcan la inclusión y, por otro, relacionado con esto y con la idea que tengo sobre el valor de la educación, la revisión de los currículos.

 

¿Por qué es necesaria esta revisión?
–El currículo concreta el conocimiento que una sociedad, por consenso, entiende que debe transmitirse a las sucesivas generaciones. El currículo, por tanto, propone una base cultural y de valores que se supone debemos compartir. Pero los retos actuales no son los mismos que los de hace medio siglo. La razón por la que determinados contenidos se siguen dando atiende sobre todo a la idea de la “dependencia de la senda”, más que a la pertinencia de estos. Es decir, como en el pasado se transitó por ellos, parece inevitable que, en el presente, continuemos pasando por ahí. Con frecuencia me veo en clase ofreciendo un conocimiento que no sé bien qué aporta y que, por lo tanto, está restándome oportunidad para trabajar otras cosas.

Por otro lado, debería revisarse la extensión de los currículos. La prisa y la obsesión por cumplirlos termina adueñándose de las dinámicas del aula, de forma que la atención que reciben suele ser superficial y, por lo tanto, en muchos casos, carente de sentido. Un contenido despojado de su significado profundo no es ni transformador ni duradero ni, si me apuras y, a lo que vamos, formativo. Apuesto por un currículo más abierto, que permita programar al docente de manera flexible y con libertad las sucesivas experiencias y aprendizajes.

 

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La razón por la que determinados contenidos se siguen dando atiende sobre todo a la idea de la dependencia de la senda

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¿Cómo has vivido la experiencia de enseñar desde casa?
–A una situación de desborde inicial le siguió un aparente control, ciertamente ficticio. Durante el confinamiento, se agrandaron los puntos ciegos e incertidumbres que cualquier docente sabe que forman parte de su trabajo. Las llamadas de teléfono, los infinitos correos, las video-conferencias, no me aclaraban del todo cómo estaban viviendo mis alumnos y alumnas el confinamiento al otro lado de la pantalla. Los riesgos de caer en el trabajo mecánico, en el planteamiento descontextualizado de tareas, fueron, para mí, amenazas constantes. Hice lo que buenamente supe para evitarlos.

 

¿Cómo ha sido la EvAU de este año?
–Desde el punto de vista pedagógico, las pruebas externas tienen una incidencia catastrófica. Siempre es igual, recibes en septiembre a chicos y chicas sonrientes, y ves cómo poco a poco se van apangando, liquidados por el tedio que supone visitar y revisitar los contenidos y prácticas que forman parte de la estructura del examen. La educación queda reducida a que el docente prodigue fórmulas o trucos para que los alumnos salgan airosos del examen. En Lengua y Literatura, se impone la tecnificación y el sistema de respuestas por plantilla. La memorización de corrientes literarias, autores y obras en los que no da tiempo a detenerse liquida las posibilidades de lo que debería ser central. Me refiero a la lectura y posterior reflexión de los textos. Es un conocimiento reducido al cliché, eco empobrecido, escasamente enriquecedor para quien lo consume. Un despropósito normalizado por la fuerza de la costumbre. Todo lo que sucede creativo, formativo y transformador en 2º de Bachillerato es a pesar de la EvAU.

En cuanto a la prueba de este año, valoro positivamente la ampliación de la opcionalidad.

 

¿Vamos a un modelo híbrido presencial-a distancia?
–En el caso de que se impusiera un modelo híbrido, solo funcionaría si se simplifica el currículo y si se bajan las ratios. La acción tutorial sería aún más indispensable, y con esto me refiero a que esta labor debería reconocerse en la liberación de horario. Asegurar los lazos humanos entre los estudiantes y la institución escolar y detectar posibles problemas personales y materiales en los alumnos: ahí deben estar los tutores y tutoras para asegurarlo. Los riesgos de que el alumnado más vulnerable termine descolgándose del ritmo general son elevadísimos. Los esfuerzos para contrarrestar este peligro deben redoblarse.

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En un modelo híbrido la acción tutorial sería aún más indispensable

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¿Qué falla en la relación profesor-alumno? 
–No siempre falla la relación docente-estudiante, ni mucho menos.

La vida de un menor está condicionada por sus circunstancias vitales (familiares y socioeconómicas) al margen de la escuela. Cuando he tenido problemas con un alumno o una alumna, he considerado insuficiente valorar el desencuentro como un asunto personal en el que solo él, o ella, y yo intervenimos. Sería una ingenuidad decir que la escuela puede y debe resolver todos los problemas de la sociedad, de la misma manera que sería muy arriesgado tratar de analizar las tensiones que puedan surgir entre docente-estudiante fijándonos exclusivamente en las conductas, y no en sus causas. No es casual que las escenas de mayor disrupción se den sobre todo en centros de alumnado desfavorecido. Aunque a veces es inevitable, me aplico a mí misma el consejo de no personalizar las posibles fricciones con alguno de mis estudiantes. En centros de difícil desempeño me resulta hiriente que se responsabilice al docente o al alumnado de un sistema que, ahí precisamente, hace agua por todas partes. Invocar a la varita mágica de la disciplina es la salida cínica para evitar atender las razones sociales de las que parten los fracasos y desencuentros.

Dicho esto, desde mi punto de vista, los docentes no debemos perder de vista nunca que los profesionales y los adultos somos nosotros, y que una mirada comprensiva, que resalte sobre cada uno de sus alumnos y alumnas su condición de menores vulnerables, y no tanto de estudiantes, suaviza bastante el clima.

Y volvemos a lo de siempre: cuanto más atestadas estén las aulas, más despersonalizado y distante será el trato entre docente-estudiante, condicionante que complica que termine triunfando el buen clima.

 

¿Qué opinas de la nueva ley de Educación?
–Pertenezco a Yo Estudié en la Pública, una asociación en defensa de una educación democrática, inclusiva, laica y, por supuesto, pública. Leímos el borrador y nos pareció que se desarrollaba de una manera un tanto decepcionante. Por ejemplo, en el borrador se habla de seis ejes transversales (valores que sustentan la democracia y los derechos humanos y valores ecológicos), que aparecen al principio, pero luego el borrador no anticipa que se vayan a apuntalar con el desarrollo y el diseño del currículo. Los partidos que gobiernan en coalición firmaron un documento (Documento de Bases para una nueva Ley de Educación. Acuerdo Social y Político Educativo). Sería interesante que las líneas generales de este documento estuvieran plasmadas en la nueva ley.

El borrador de la ley no habla de las ratios, ni de adelgazar y modificar el currículo, condición insalvable para lograr la inclusión de la que la Lomloe pretende hacer gala. La Religión ahí sigue, demostrando el poder que la Iglesia tiene en este país y entrando en colisión con lo que debería ser una escuela científica e inclusiva. Es una ley con muy escasa voluntad de reforzar la escuela pública. Se habla de qué centros privados tendrán prioridad para sujetarse al régimen de conciertos. Desde mi asociación, echamos de menos que no se ofrezcan mecanismos para revertir la privatización del sistema educativo y poder consolidar así la escuela de titularidad pública. Ni una sola línea en este sentido.

En cuanto a la tramitación, solo espero que el gobierno haga caso a las propuestas de enmiendas que desde diferentes colectivos de profesores les hicimos llegar. Veremos.

 

¿A quién admiras en educación? 
–A mis amigas y compañeras del Grupo Guadarrama. A Ángeles Bengoechea y a Flora Rueda y, por último, a Lupe Jover, de cuyo torrencial y extraordinario talento es imposible no aprender continuamente.

 

¿Cómo crees que volveremos a las aulas en septiembre?
–Una vuelta con menos recursos que el año pasado, con aulas abarrotadas, es una completa irresponsabilidad. Nadie en su sano juicio puede pensar que un planteamiento como este vaya a tener el mínimo recorrido. Ante esta inacción y negligencia por parte de la administración, los docentes pasamos de la perplejidad a la indignación, y de ahí, al miedo. En realidad, esa falta de previsiones descubre a unos políticos confabulando contra la educación presencial. No hay la más mínima muestra que nos haga pensar que manejan otros planes. Para colmo, el gobierno de Madrid no solo no tiene intenciones de aumentar la dotación sino que está aprovechando para darle un golpe más al desmantelamiento progresivo de la escuela pública. Es dramático. Por dignidad, deberíamos plantarnos.

 

 

Sobre el Grupo Guadarrama

·         El Grupo Guadarrama nació con la vocación de poner la enseñanza de la expresión y comprensión lingüística al servicio de una mirada crítica y comprometida sobre el mundo, y como una manera, también, de integrar los contenidos de manera significativa y funcional en los textos.

 

 

 

 

 


Por SARAY MARQUÉS

Fuente

https://www.magisnet.com/2020/08/rosa-linares-un-modelo-hibrido-solo-funcionaria-si-se-simplifica-el-curriculo-y-se-bajan-las-ratios/?fbclid=IwAR33bzVDqwtKboZ2YcVIY7rLvmrn6Ep5pM8QnibfQL2FixIOgxNGaL5HR2s

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