miércoles, mayo 29, 2013

Formación política del ciudadano

Si pensamos en “Calidad Educativa”, o la Educación que queremos, no podemos dejar de lado los aportes que puede hacer para la construcción de una verdadera democracia, y como se trata de una organización, ¿Bajo que principios debe actuar?
Todos, o casi todos, sostenemos la adhesión a los principios y valores democráticos, a pesar que vivimos en sociedades con profundos desequilibrios, lo que hace que “la democracia no sea muy democrática”. Muchos se hacen eco de las voces emitidas por los sectores conservadores, aludiendo a la “corrupción de los gobernantes”, socavando a toda la actividad política y a todas sus organizaciones vinculadas ¿Puede haber democracia sin organización? ¿Y sin un proyecto ético y participación? ¿Cómo obtener autorregulación y protección de derechos ciudadanos? ¿Cuáles son los valores emergentes de la participación democrática en el S XXI?


Tesis básica: los principios y valores democráticos y la participación logran su expresión y aplicación a través de la organización.
Poder participar en la sociedad exige estar organizado. Sin organización no hay participación y es en la organización en donde se practican los valores y se aplican los principios. Estos principios y valores delimitan las características de las organizaciones democráticas y orientan sus actuaciones.

Tesis 1: ser ciudadano es tener un proyecto ético y de participación.
Si aceptamos que un ciudadano es una persona que es capaz, en cooperación con otros, de crear, modificar o conserva el orden social que ella misma quiere vivir y proteger para hacer posible la dignidad de todos, es fácil entender que la ciudadanía conlleva en sí misma un proyecto ético: hacer posible la dignidad humana, es decir, hacer posible los derechos humanos.

Ser ciudadano implica entender que el orden de la sociedad (las leyes, las costumbres, las instituciones, las tradiciones, etc.) no es natural. El orden social es un invento, una creación hecha por los hombres y las mujeres de la misma sociedad. Y entender que, si ese orden no produce dignidad, se puede transformar o crear uno nuevo, en cooperación con otros.

Lo que me hace ciudadano es poder ser actor social, poder participar, poder modificar o crear órdenes sociales: poder crear o transformar los sistemas de transacciones sociales, económicas, políticas y culturales. Es a través de las transacciones como una sociedad crea, cuida o destruye valor (físico o simbólico). Son los diferentes tipos de transacciones las que vuelven reales e históricos los derechos y deberes de los ciudadanos en una sociedad. “Dime qué transacciones puedes hacer y yo te digo qué tipo de ciudadano eres”. Participar es poder hacer y crear transacciones en función de intereses, individuales o colectivos, orientados por el proyecto ético de dignidad humana. Aquí se entiende por dignidad humana trabajar para crear organizaciones y transacciones que hacen posibles los derechos humanos.

Tesis 2: es a través de la organización como yo puedo ser actor social, como puedo participar, como puedo hacer transacciones.
Siguiendo a D. North, podemos decir que las organizaciones son reglas de juego en una sociedad o, más formalmente, son limitaciones ideadas por los hombres y las mujeres y que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente estructuran incentivos de intercambio humano, sea político, social o económico.

Cuando queremos saludar a los amigos, comprar naranjas, hacer préstamos, enterrar a los muertos… sabemos cómo hacerlo. Esas reglas o limitaciones que hemos acordado, nos dicen y nos orientan sobre cómo hacer esos intercambios (transacciones) de una forma segura y productiva.

Las organizaciones y las instituciones nos ayudan a reducir la incertidumbre, porque proporcionan una estructura a la vida cotidiana. Constituyen una guía para la interacción humana. Las instituciones definen y limitan el conjunto de comportamientos de los individuos. Estas limitaciones dan forma a la interacción humana. Hasta aquí D. North.
De esto se deducen varias implicaciones:
·      Una organización es tanto más útil para la sociedad en la medida en que genera más intercambios que agregan valor (transacciones) con otras organizaciones o con las personas en su vida diaria.

·      Las organizaciones generan más transacciones útiles y fáciles cuando tienen reglas bien definidas para interactuar, entre sí o con las personas. Limitan adecuadamente la libertad.

·      Por el contrario, cuando las organizaciones y las instituciones tienen reglas que son ambiguas o contradictorias, los intercambios son lentos y costosos en tiempo y dinero.

·      Cuantos más intercambios (transacciones) útiles generen las organizaciones, la sociedad es más dinámica y produce más riqueza.

·      La participación ciudadana crece cuando las personas pueden hacer más transacciones útiles, ya sean económicas, políticas, sociales o culturales. La burocracia, en sentido negativo, ocurre cuando las organizaciones y las instituciones vuelven las transacciones lentas y costosas. Por tanto, disminuyen la participación del ciudadano.

Otra forma de ver las instituciones es definirlas como ordenamientos o reglas orientados a
·      solucionar continuamente un problema,
·      prevenir continuamente un problema,
·      conservar en el tiempo la solución a un problema.

Desde este punto de vista, es la comprensión o evolución de los problemas lo que determina y orienta los ordenamientos institucionales útiles para la sociedad.

Si el problema evoluciona o desaparece en la sociedad, las instituciones deben evolucionar o desaparecer (con la invención del automóvil, el caballo dejó de ser relevante para el transporte… fueron desapareciendo las herrerías y apareciendo los talleres).

La burocracia surge cuando la organización institucional pierde de vista el problema social que le dio origen y se dedica a proteger la institución por la institución.
Según Toro, las personas se hacen sujetos sociales y políticos al generar organización, porque crear organización requiere:
a) Delimitar una identidad que la diferencie y la identifique dentro del todo social. Esto implica aceptar reconocerse como distinto y poder reconocer a los otros en su diferencia.
b) Crear reglas de inclusión (quiénes pueden pertenecer) y de exclusión (quiénes no pueden pertenecer). Esto implica aceptar reglas internas y externas, entender y obligarse a comportamientos específicos frente a otros y ante sí mismo.
c) Definir formas y normas de articulación, rearticulación y desarticulación con otras organizaciones, para establecer convenios, contratos, intercambios y concertaciones.
d) Aprender a hacer planes y proyectos para garantizar la supervivencia y la proyección de la organización. Esto implica aprender a diseñar futuros sociales (con los otros), a cuidarlos y a defenderlos.
e) Y, quizá lo más importante, se requiere aprender a buscar el reconocimiento en el “todo general”, es decir, en el Estado. Esto implica aprender que el Estado debe reflejar la organización de la sociedad a la que pertenece y que debe estar cerca de ella.
La creación y el desarrollo de las organizaciones son, al mismo tiempo, factor pedagógico para la formación de ciudadanía y el fortalecimiento de la democracia, porque aumentan el tejido social. Y a través de las organizaciones las personas pueden negociar y establecer su futuro… Y poder definir el futuro es la máxima expresión de autonomía, es decir, de ciudadanía.

Tesis 3: la organización genera la autorregulación, la protección de los derechos ciudadanos y la gobernabilidad.
Las mayores o menores posibilidades de actuación ciudadana (ser actor social) están relacionadas con el número de organizaciones a las que pertenece activamente una persona, al número de contratos sociales que tenga constituidos. A mayor numero de contratos más incidencia social y pública porque puede hacer más transacciones.
Por eso podemos decir que uno de los indicadores de pobreza es no estar organizado. Una persona que no esta organizada, es posible excluirla, tiene dificultades para demandar sus derechos, es vulnerable social y políticamente. El primer paso para superar la pobreza es organizarse, ya sea vinculándose a una organización o creando una organización.

Cuando una persona pertenece a múltiples organizaciones (de todo tipo), tiene una mayor protección de sus derechos. Si alguien pretende violarle un derecho a dicha persona, ella puede activar toda su red de organizaciones para ser protegida. Pero, al mismo tiempo, esta persona tiene una mayor autorregulación social y política, porque, si no respeta los diferentes contratos que tiene, la red de organizaciones la excluye.

Saber organizarse, saber asociarse es la ciencia maestra de una sociedad, porque la asociación organizada produce autorregulación en la sociedad y permite más fácilmente la protección de los derechos.

Si entendemos la gobernabilidad como la capacidad de una sociedad para darse orden a sí misma a través de las instituciones que ella misma crea y fortalece, es fácil deducir que esta gobernabilidad está relacionada con el número y calidad de organizaciones a las que pertenecen los ciudadanos. Si todos los ciudadanos están organizados, es mayor la autorregulación social y los derechos del conjunto están mejor protegidos, tendrán mejores condiciones para ejercer su ciudadanía y hacer control administrativo y político a las instituciones y gobernantes públicos.

Tesis 4: en las democracias lo público se construye desde la sociedad civil y en esta construcción se reflejan los principales valores ciudadanos.
Aquí se define lo público como aquellos bienes, servicios y transacciones que convienen a todos de la misma manera para su dignidad. Desde una visión ética, una sociedad es tanto más equitativa cuanto más bienes públicos pueda construir y gestionar. La calidad ética y abundancia de los bienes públicos son un indicador del grado de desarrollo de la participación y valores ciudadanos en una sociedad.

Es frecuente confundir los bienes públicos con los bienes estatales o suponer que un bien es público porque es estatal. Un bien es público porque conviene a todos de la misma manera: si ese bien, que debiera ser igual para todos, provee a unos de una calidad y a otros de otra, no es público, provéalo quien lo provea. Por ejemplo, en los países latinoamericanos se acepta como normal la existencia de una educación de dos calidades: una educación privada, que se estima de mejor calidad que la educación fiscal o del Estado. Si la educación es un bien público, debe ser de igual calidad para todos, independientemente de quien ofrezca el servicio (Estado o privado). Aceptar y favorecer la existencia de una educación de dos calidades es negar el carácter público de la educación. Poniendo esto en términos de imágenes, la educación es pública cuando el hijo de la señora que trabaja en la casa de un gran empresario va a la misma escuela que va el hijo del empresario… sea la escuela estatal o privada.

El producto máximo de la actuación política del ciudadano en la democracia es la creación y fortalecimiento de los bienes públicos, porque son ellos los que fundamentan la equidad en una sociedad. Por eso es importante que en los procesos de formación para la participación democrática se aprenda a conocer y a saber producir los bienes públicos esenciales (los que hacen posible la dignidad humana): el Estado, la ley, el presupuesto público, los servicios públicos básicos (agua, luz, alcantarillado), la educación, la posibilidad de generar ingresos, la salud, la vivienda, el transporte, la información pública, las comunicaciones, la libertad de pensamiento y de conciencia… y que se entienda que es la sociedad civil organizada la que le da validez y sustentabilidad a todos los bienes públicos.

Los bienes públicos para su existencia y gestión requieren:
Formación en las competencias para el debate público, como medio para construir la unidad a partir de la multiplicidad de intereses. Es a través del debate como se fortalece el reconocimiento del otro como legitimo diferente, con intereses diferentes.
Formación para articular y generar la convergencia de intereses y la construcción participada de agendas colectivas para hacer posibles los cambios que favorecen la dignidad humana. Estos procesos son los que fundamentan la cultura de la autorregulación y la trascendencia ética.
Legitimación y fortalecimiento de los espacios de debate publico: parlamentos, asambleas, foros, centros de investigación e información, industrias culturales (editoriales, periódicos, conciertos, TV, radio, etc.).

Tesis 5: la solidaridad, el cuidado y la compasión son los nuevos valores emergentes de la participación democrática para el siglo XXI.
La solidaridad, entendida como la capacidad de trabajar colectivamente para lograr metas y objetivos que benefician a otros.

El cuidado de sí mismo, de los otros y del planeta, como la nueva categoría emergente para la sostenibilidad. El cuidado no es una opción, aprendemos a cuidar o perecemos.
Cuando amamos cuidamos y cuando cuidamos amamos […], el cuidado constituye la categoría central del nuevo paradigma de civilización que trata de emerger en todo el mundo [...]. El cuidado asume una doble función de prevención de daños futuros y regeneración de daños pasados (Leonardo Boff).

La compasión, entendida como la capacidad de prevenir, evitar o disminuir el dolor en los otros y en nosotros.

Las fuerzas impulsoras del cambio (la demografía, la economía, los conflictos sociales, la cultura, la tecnología y el medio ambiente) demandan hoy una nueva gobernabilidad y, por tanto, un ciudadano con nuevos valores personales y políticos: los derechos humanos como norte ético compartido, la autorregulación personal y colectiva (autonomía ética), la solidaridad, el cuidado, el respeto al otro como legitimo y diferente, dialógico y trascendente. Es el desafío de la educación, de los partidos y movimientos políticos y de las industrias culturales.



Extraído de
Participación y valores ciudadanos
Tesis para la formación política del ciudadano
Bernardo Toro
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone,
Coordinadores
Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios


lunes, mayo 20, 2013

Aprender a convivir


Calidad Educativa significa mucho más que la adquisición de algunos conocimientos y/o competencias, y entre otras cosas es el camino que lleva a “Aprender a convivir”, teniendo en cuenta que esté término no se limita a lo que suceda en el entorno escolar, sino que apunta a la formación de individuos responsables, para lograr una convivencia democrática.


En 1993 la UNESCO conformó una Comisión Internacional y le encargó el análisis del perfil que debería tener la Educación en el Siglo XXI. Esta Comisión, presidida por Jacques Delors, determinó la conveniencia de construirla sobre cuatro pilares fundamentales:

Aprender a conocer: Dada la rapidez de los cambios sociales producidos en función del progreso científico y de las nuevas formas de actividad económica y social, es necesario promover el acceso permanente a nuevos contenidos.
Aprender a hacer: Más allá de los oficios o profesiones obtenidos, indica la conveniencia de adquirir competencias que posibiliten hacer frente a nuevas situaciones laborales, propiciando el trabajo en equipo.
Aprender a ser: Sostiene que el progreso de las sociedades depende de la creatividad y capacidad de innovación de cada individuo o grupo.
Aprender a convivir: Alude al desarrollo de conocimientos sobre los demás, sobre su historia, sus costumbres, tradiciones y su espiritualidad en el marco de sociedades cada vez más multiculturales y competitivas.

Si bien los cuatro aprendizajes resultan igualmente significativos, deseamos referirnos al citado (aleatoriamente) en último lugar. El hecho de convivir con nuestros semejantes es un asunto difícil desde siempre y, por cierto, atañe a todos los sectores sociales. Las instituciones educativas conforman espacios complejos en los cuales las personas, especialmente cuando son niños o jóvenes, pasan buena parte de sus vidas.

Allí no sólo acceden al dominio de las disciplinas tradicionales (lengua, matemática, etc.) sino que para hacerlo deben afrontar la convivencia con los demás miembros de la escuela, es decir, con la comunidad educativa de la que forman parte. Esto hace evidente la insoslayable intersección que tiene lugar entre los aspectos curriculares y los institucionales.

A la escuela le cabe enseñar también modos de convivencia social e institucional. Una de las formas de hacerlo tiene que ver con las ideas y conceptos que propone, y que los alumnos deben aprender como requisito curricular. Si bien esta forma es importante, mucho más significativa resulta aquella otra inherente al modo de convivencia que genera la escuela en su cotidianidad y que involucra a todos sus miembros sin excepción (alumnos, docentes, directivos, preceptores, auxiliares, padres, técnicos, etc). Modalidad que con frecuencia no aparece explicitada en las planificaciones que se establecen o en los tipos de gestión (directiva, pedagógica, etc.) que se enuncian.

Nuestro país está impulsando, desde hace algunos años, una fuerte transformación educativa. La misma incluye todas las dimensiones de la tarea pedagógica y no simplemente aquello que tiene que ver con la enseñanza de las disciplinas acostumbradas; en consecuencia, revisa y rediseña nuevas alternativas de gestión institucional y también modalidades más confiables para regular convenientemente la convivencia escolar. Tenemos la convicción de que una real transformación pedagógica contribuirá decididamente a mejorar la convivencia institucional y social.

Asimismo, sostenemos que el logro de una satisfactoria convivencia en la escuela debe ser entendido como un insumo primario e insustituible para transformar positivamente la educación e incidir favorablemente en todos los órdenes sociales. Ello redundará en beneficio de una educación más apropiada a las necesidades e intereses de los alumnos, generará mejores y más saludables condiciones de trabajo para los docentes y fortalecerá el acceso y cuidado de una cultura democrática y respetuosa de la diversidad.

¿Qué conceptualizaciones nos ayudan a entender de qué se trata la convivencia escolar ?
Desde siempre la convivencia fue un problema difícil de comprender, de controlar y aún más de predecir; es conveniente considerar que todo el edificio del Derecho se constituyó en un fuerte regulador social, indispensable para posibilitar la vida en sociedad. En tal sentido, fue necesario mitigar las diferencias entre pueblos, etnias, confesiones, estamentos sociales, géneros, generaciones, ideologías, etc.

La ausencia de marcos explicativos que puedan dar cuenta de ella -lo que pareciera ser más una dificultad estructural que de desarrollo provisorio de la ciencia- ha redundado en explicaciones parciales cuando no reduccionistas. Con frecuencia se han materializado en manuales de procedimientos, un cuerpo de regulaciones jurídicas y administrativas, como si gobernarla, legislarla o corregirla fuese más fácil y rentable que explicarla. Por cierto, las regulaciones aludidas siempre son secundarias, es decir que procuran regir aquello que -en primera instancia- se supone que puede ser deseable o tentador transgredir.

En los espacios educativos formalizados la convivencia ha sufrido una doble reducción subsumiéndola ya en la relación pedagógica, ya en la mera consideración de la disciplina (particularmente cuando ella alude a los comportamientos de los alumnos, no así a los de los adultos). En tal sentido, la Psicología Evolutiva clásica tributó un inestimable servicio al ofrecer el paradigma del niño o del adolescente hiperadaptado, normal y sano, desde los cuales los desempeños y conducta de tales grupos etarios serán justipreciados en función de su proximidad o lejanía respecto de esos perfiles promedios, altamente prescriptivos.

Si nos atenemos estrictamente a la etimología y a las distintas acepciones del concepto disciplina (término que no es más que un elemento dentro del campo mayor de la convivencia), tendremos que decir que en las instituciones educativas se ponen en juego dos aspectos inseparables de aquélla:

- la transmisión de un cierto saber disciplinario (matemática, lengua, historia) a un cierto sujeto (alumno, discípulo) en el marco de un cierto dispositivo (*) pedagógico- didáctico, y

- el disciplinamiento (“hacer guardar la disciplina”) de ese mismo sujeto frente al dispositivo disciplinario-disciplinante imperante en una determinada institución.

La persistencia de ambos aspectos favoreció que en los espacios institucionales el término aparezca fuertemente homologado al de conducta, por lo que “tener buena conducta” es igual a ser un alumno disciplinado que aprendió el oficio de ser alumno y viceversa.

Doble reducción, entonces, del concepto de Convivencia (a disciplina en el segundo sentido; a conducta como evidencia empírica); simplificación abusiva de un problema por demás complejo. De allí el fracaso de los manuales de procedimientos o del tan conocido sistema de amonestaciones (cuya única ventaja es que se pueden contar, y ya sabemos que todo lo que se puede contar -en el sentido numérico, no narrativo- es grato para la burocracia del sistema), pues no modifica la práctica de los alumnos o, en el mejor de los casos, enseña a obedecer y no a promover en el otro pautas de auto- control.

Otro elemento a tener en cuenta en este punto, es que los alumnos no se apropian de tales pautas por la mera acción de un acto de enseñanza conceptual sobre valores, dis- valores o anti-valores, sino por ponderación de los comportamientos de los adultos significativos más próximos (esto es, familia, maestros, mass-media). Si ante situaciones críticas, tales adultos reaccionan descontrolándose, pues muchos de ellos aprenderán que esa es la respuesta adecuada y/o esperada en situaciones difíciles, y si perciben una distancia importante entre lo que sus docentes dicen y lo que hacen, no sólo se percatarán de tal distancia sino que aprenderán que se puede perfectamente afirmar una cosa pero hacer otra.

Dice Bruno Bettelheim en No Hay Padres Perfectos  ...la mayoría de nosotros asociamos el término discípulo (*) con los discípulos de Cristo, que tan profundamente admiraban y amaban a su maestro (*) y a los que tanto impresionaban su persona, su vida y sus enseñanzas que procuraban seguir su ejemplo. Su deseo más profundo era emularle, no sólo porque creían en su enseñanzas sino por el amor que le profesaban... Hay una gran diferencia entre adquirir disciplina mediante la identificación con las personas a las que se admira y que te la impongan por la razón de la fuerza, por lo que aprender a obedecer no es lo mismo que aprender a bien obrar...

Conducta no es lo mismo que disciplina, del mismo modo que disciplina no es sinónimo de convivencia. No simplifiquemos entonces una cuestión de tanta complejidad. La convivencia, en todo caso, es una suerte de transversal que atraviesa toda la trama de relaciones al interior de cualquier institución, una resultante de distintos aspectos o dimensiones, entre los que consignamos los siguientes:
1) la trama vincular al interior de la institución
2) los procesos y estilos comunicativos prevalentes en la escuela, desde la misma a la comunidad circundante y al resto del sistema, y hacia ella.
3) la distribución de poder, los estilos de liderazgo, los criterios o modos predominantes de tomar las decisiones, el estilo de tratamiento ante situaciones conflictivas
4) los umbrales de tolerancia a las discrepancias y la mayor o menor aceptabilidad de la diversidad
5) la historia institucional y el posicionamiento actual frente al proceso de transformación
6) el estilo institucional y el clima de trabajo
7) la relativa definición de su identidad institucional
8) el grado de pertenencia a la institución de los distintos actores, etc.

Si nos atenemos a lo que los diccionarios nos dicen, diremos que si la vivencia (*) alude a vicisitudes subjetivas que contribuyen a definir una cierta manera de ser, la asociación de subjetividades y la participación activa de éstas producen modos de relación que contribuyen a construir la personalidad de los sujetos, no sólo de los alumnos, ni sólo en relación a contenidos curriculares bien secuenciados, ni sólo a partir de la enunciación eufórica o abúlica de valores y virtudes, sino de hechos que pongan de manifiesto el ejercicio efectivo de éstos.

Será relevante, entonces, repensar los modos de vinculación al interior del centro educativo, otorgar nuevo sentido a la enseñanza, reconstruir las claves con que contamos para descifrar los comportamientos infantil y adolescente - en función de que aquellas con las que contábamos hoy se muestran insuficientes-, favorecer la pertenencia a la institución, reconstruir normas de convivencia explícitas y consensuadas, poner límites a los comportamientos inadaptados procurando que aquellos guarden algún tipo de vinculación con la transgresión cometida, recuperar la historia de la institución y del medio inmediato en el que la misma está inserta, reconocer sus avatares más importantes como cualidades esenciales que contribuyeron a consolidar un cierto estilo institucional, analizar conjuntamente los conflictos que hoy la atraviesan y las alternativas de resolución, buscar consensos que no impliquen abolición de las divergencias, promover canales de comunicación explícitos, incorporar conceptos y estrategias de resolución de conflictos (mediación, negociación, arbitraje), consultar a especialistas cuando las dificultades requieran una lectura profesional específica, recabar información sobre iniciativas implementadas en otras instituciones de la provincia, de la nación o del extranjero (mediadores escolares, proyectos cooperativos, apoyo a instituciones que trabajan en condiciones desfavorables), reflexionar sobre la tarea docente, articular la oferta pedagógica al interior de la institución y con los demás niveles y modalidades del sistema, buscar apoyo en los institutos de formación docente, etc.


Gobierno de Córdoba (Arg) Ministerio de Educación
Dirección de Proyectos y Políticas Educativas
Programa convivencia escolar
Convivencia escolar
Aportes a considerar para el quehacer institucional en la escuela
Horacio Maldonado, Mirta Del Campo, Daniel Lemme, Silvia Paxote, Eduardo Lopez Molina, Gladys Toranzo

lunes, mayo 13, 2013

Temas para la discusión sobre Calidad Educativa

El concepto de “Calidad Educativa” tiene numerosos significados, ¿Es un concepto mecanicista? ¿Es fijo? ¿Depende sólo de resultados de aprndizajes? Está cargado de sentidos políticos, y siempre resulta valioso reflexionar sobre ella. Los siguientes párrafos hacen su aporte al tema.


El concepto de calidad está en permanente evolución. Efectivamente hay parámetros claros que permiten definir estándares para saber si un sistema educativo tiene o no calidad escolar: en el tema de la calidad están relacionados aspectos tales como la formación del cuerpo docente, las condiciones socioculturales de la niñez de 0 a 6 años, la calidad de la educación inicial (o parvularia) que reciben los niños y niñas, el ethos escolar y la incorporación del concepto del capital social ligado al de calidad. Hasta el momento estos son los que para nosotros definirían en gran medida la calidad educativa. Sin embargo, como no es una postura absoluta, se plantean los siguientes puntos para la discusión:

          Es necesario recalcar la idea de que la educación no es neutral. Esto significa que cualquier decisión en políticas públicas afectará directamente –a estudiantes y profesores – e indirectamente –a padres de familia y la sociedad en general – los intereses y necesidades de los distintos actores.
 
          El saber qué se está haciendo y qué se debe modificar en la formación de profesores y su evaluación es urgente, tal como lo indica el último Informe del Estado de la Educación. Y como dice Margery, “pocos profesores son conscientes de que nuestro actual sistema de enseñanza responde a la visión mecanicista del mundo (su ideal paradigmático es la cadena de montaje)”.
 
          La calidad escolar tiene que ver con la construcción de un nuevo ethos escolar. ¿Qué somos ahora, pero sobre todo ¿qué queremos ser?, ¿cómo es ese estudiante ciudadano que se aspira tener?
 
          Es evidente la necesidad que haya un planteamiento que genere cuestionamientos y aportes. Hay con dos aspectos puntuales que señala Espínola: debe haber mayor designación de recursos a las escuelas públicas y se deben generar estrategias de focalización como base para el diseño de políticas públicas.
 
          La educación para todos no es una frase hecha o eslogan, el tema de educación de calidad es un derecho. Entonces, educación para “los más pobres” tiene un aire de discriminación y de medida preventiva. Es menester de quienes laboramos en el área educativa generar esa educación de calidad no importa la población con la que trabajemos. Arancibia señala que es de vital importancia el papel que debería replantearse la escuela en la formación y no en la instrucción, punto con el que coincido. Deben por otro lado aprovecharse todas aquellas situaciones relacionadas con el área afectivo-social pues podrían potenciarse mejores relaciones humanas (aspecto reclamado por los estudiantes) y mejores rendimientos académicos.
 
          Se debe retomar la voz de los estudiantes. Muchas de las opiniones de los jóvenes (Arancibia) se relacionan con el “ideal”, sobre lo que quisieran en educación. No es que ellos deban indicar “hacia donde se va” en sentido estricto, pero su voz debe ser considerada. “La juventud se caracteriza por el sentimiento de tener una meta, quizá no precisada, pero sí sentida al menos como futuro afortunado de aquello que se está viviendo” (Guissani); o como lo hace la filosofía de Reggio Emilia, reflexionando sobre la cultura infantil y la necesidad de volver la mirada atenta a ellos. Así dice Hoyuelos, “la escuela tiene que tener la característica, sobre todo, de escuchar cómo es la cultura de la infancia, que muchas veces no se corresponde con la idea que el adulto tiene sobre la infancia. Recogiendo las ideas de los niños y las niñas, el adulto puede transformar su propia cultura a partir de los valores o del punto de vista que tienen los niños y niñas sobre la sociedad y la cultura” (Hoyuelos)

          Muchas de las políticas educativas y sociales de los gobiernos deben ir encaminadas al mejoramiento de los factores: nivel sociocultural, formación de profesores y madres de familia y apoderados en general, objetivos de calidad en educación. Ardua tarea, posiblemente sin muchas respuestas al corto plazo, pero de obligación en una sociedad que dice llamarse democrática. Como lo dice Guissani, “el gran problema de la sociedad es ante todo educar a los jóvenes (lo contrario de lo que sucede ahora)”.

          Apoyando la idea de Arancibia de que “la dinámica del proceso educativo está determinada por una multiplicidad de factores que interactúan, y cuyo efecto en el rendimiento de los alumnos depende de aspectos culturales, económicos y demográficos”, se remite a la idea, de que para que se genere cambio es necesario una visión sistémica de la educación.
 
          Es necesario seguir explorando este “ethos escolar”. Esa idea que va unida a las metas de la institución, identidad institucional y el proyecto de escuela en general.
 
          Se pueden visibilizar algunas experiencias educativas exitosas de nuestro país. Las hay en todos los niveles y se dan en el sector público y privado.

Finalmente, una escuela de calidad es aquella que permite empezar a andar la democracia y formar ciudadanos y seres humanos completos, una educación de calidad que permitiría analizar agudamente la idea de Víctor Hugo.




Autora
Laura Ramírez Saborío
Directora de la Escuela de Educación Campus San Pedro
San José, Costa Rica
Magíster en Psicología Educacional por la Pontificia Universidad Católica de Chile.

lunes, mayo 06, 2013

El desarrollo de la autonomía personal y sus límites

Como docentes, sabemos que permanentemente tratamos con personas diferentes, y todas ellas son partes de una comunidad. Bajo estos conceptos, ¿Cómo pensar la interdependencia?  ¿Qué límites podemos pensar para la autonomía personal?

Desde una posición liberal, la persona debe ser concebida en su absoluta desnudez, como un ser independiente de sus cualidades personales concretas, de su condición social y familiar, de su percepción sobre lo que es bueno y lo que no, etc., pero, sobre todo, como alguien que tiene un interés y una capacidad de orden superior para perseguir diferentes valores y principios éticos o concepciones del Bien (Rawls).

Vista así, la persona es un ser contingente, un ser que se ve envuelto en determinadas circunstancias que son las que son, pero que habrían podido ser otras. El profesorado se encuentra ante un grupo de personas con diferentes capacidades para aprender distintos contenidos curriculares, que pertenecen a diversas estructuras familiares, que no manifiestan el mismo desarrollo socioafectivo, etc. Ante esta realidad, se puede pensar que, efectivamente, los alumnos son de una determinada manera pero que podrían haber sido de otra y que, por lo tanto, lo realmente importante es la persona y no sus circunstancias personales.

Por lo que se refiere a la educación en valores, se puede pensar en cada alumno como en una persona con determinados valores, adquiridos o aún por adquirir, que, en último término, son el producto de una decisión personal y autónoma. Es el alumno el que, por una cuestión electiva, decide vincularse a determinados valores y no a otros, tras haberlos seleccionado entre los mostrados por el docente a través de la acción pedagógica. El respeto a la libertad y autonomía del alumnado es el criterio que debe predominar en la educación en valores. El docente debe respetar que cada alumno es una persona distinta y singular que convive con otras personas que también son distintas y singulares y, sobre todo, debe asumir que las preferencias morales de todos y cada uno de sus alumnos pueden coincidir o no con las suyas propias. El liberalismo moral aporta a la educación en valores la importante premisa de que somos personas libres y autónomas, de que tenemos capacidad de elección y decisión, también el alumnado.

Pero ¿puede una persona afiliarse a unos valores de una manera realmente autónoma?, ¿o una persona decide de una manera autónoma y libre a partir de unos valores que le han sido transmitidos y que ya tiene asumidos?, ¿y qué ocurre con las personas en edad escolar? La perspectiva comunitarista nos advierte de que la persona no es solo un ser libre y autónomo a la hora de adquirir ciertos valores o principios éticos. Educar en valores es algo más que mostrar un escaparate de opciones morales, pues también consiste en incitar al conocimiento racional y a la estima de dichas opciones. Desde cierta perspectiva, la posición anterior no tiene en cuenta que dimensiones como la de pertenencia a una comunidad social concreta y tradición moral particular también forman parte de la identidad moral de la persona. El alumno considerado de una manera absolutamente liberal tendrá dificultades a la hora de dar sentido a toda la gama de aprendizajes éticos y de concepciones de uno mismo que están enraizadas en el conocimiento y la tradición de la comunidad a la que pertenece. La transmisión, no imposición, de los valores de la tradición comunitaria propia, incluso aunque estos no se hayan elegido de manera autónoma, no es un objetivo posible de la educación en valores, sino uno de sus ingredientes necesarios. Por supuesto, esto no niega que dichos valores puedan ser criticados y corregidos por el docente desde la razón.

De todo lo dicho se pueden extraer dos conclusiones que el profesorado no debería perder de vista. Por un lado, la educación en valores es una manera de desarrollar identidades personales y autónomas. Por otro lado, los bienes morales que aportan las comunidades históricamente construidas son bienes que no solo conforman a la persona sino que difícilmente pueden descubrirse únicamente por la vía autónoma e individual; además, dejarlos en manos de la propia voluntad personal es un riesgo demasiado grande si lo que se pretende es construir comunidades más justas, equitativas y libres.
 
En su tarea, el profesorado debe promover las mejores condiciones para el desarrollo de la autonomía personal de los alumnos y, al mismo tiempo, debe promover que sus identidades personales se construyan mediante la conjunción de tres factores: en primer lugar, que cada uno de los alumnos se sienta apreciado y valorado como persona, aceptado tal y como es. En segundo lugar, que el entorno escolar en el que crece y aprende sea un entorno afectivamente rico, en el que se sienta no solo aceptado, sino querido. En tercer lugar, que la escuela y el profesorado ofrezcan y compartan un conjunto de referentes estables que promuevan la integración de las identidades personales de cada alumno, primero en el grupo de clase y luego en la comunidad escolar, con la aceptación de los límites que toda comunidad comporta en relación con la identidad personal de cada miembro. Obviamente, este conjunto de referentes y de normas no debe ser inflexible, sino que debe ser estable y susceptible de transformación y estar abierto a la participación. Solo una autonomía construida en la interdependencia y en la aceptación de límites a la libertad personal puede ser un valor moral que haga más digna la vida de todos.


Autores
Martínez Martín, M., Esteban Bara F. y Buxarrais Estrada, M. R.
En  ESCUELA, PROFESORADO Y VALORES
Revista de Educación, número extraordinario 2011, pp. 95-113
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