Una es la escuela a la que deseamos volver; otra, la más factible. El retorno podría ser a la misma escuela, a las mismas prácticas y deficiencias, sólo que ahora con gel antibacterial y jabones, aunque en miles de escuelas no existan agua, baños o electricidad; aunque más de un tercio de las escuelas primarias del país sean multigrado y no cuenten con apoyos para la limpieza o la desinfección de espacios; aunque sean los maestros el único e insustituible recurso escolar.
En Argentina
volvieron a abrirse las escuelas el lunes 9 de noviembre. Será paulatino el
retorno, pactado con las autoridades provinciales y basado en criterios
epidemiológicos, aseguró el ministro de Educación, Nicolás Trotta. Infobae tomó
una declaración de Trotta para encabezar la nota: “No es la misma escuela que
en marzo”. ¿A qué escuela volverán los niños argentinos? A esa pregunta siguen
otras: ¿volverán los chicos a la escuela?, ¿qué estudiantes volverán?, ¿cuántos
abandonaron la escuela? o, tal vez, ¿cuántos fueron abandonados por las
escuelas?
Una de las primeras
tareas del retorno argentino será la búsqueda en sus casas de los estudiantes
desconectados durante el confinamiento. Acción pedagógica en sí misma.
En Brasil, con
enorme contabilidad de infectados y fallecidos, las clases en niveles
terciarios regresaron en algunos estados y municipios hace un mes, con
flexibilidad para los centros escolares y voluntario para los estudiantes. Para
la primera semana de noviembre se preveía el retorno de los alumnos de
educación secundaria, en tanto que los más pequeños seguirán vía remota.
Uruguay fue el
primer país de América Latina en retornar a las aulas en junio. El control de
la pandemia por las autoridades, más el avance con el estratégico Plan Ceibal,
posibilitaron un manejo pedagógico menos lesivo para el aprendizaje de los
estudiantes.
En el Informe del seguimiento a las escuelas uruguayas (Seguimiento
del retorno a las clases presenciales en centros educativos en Uruguay),
publicado por Unicef en septiembre, se resaltan, entre otras, las siguientes
claves: conducción política; liderazgo de las autoridades para superar la
tensión entre salud y educación; conformación de un grupo de autoridades y
expertos; autonomía de centros escolares para adaptarse a las especificaciones
locales; retorno voluntario, gradual y por etapas; priorizar contextos
socioeconómicos vulnerables y concluir el ciclo lectivo; priorizar la
recuperación del vinculo y el encuentro con los estudiantes en el primer
momento de la presencialidad; el compromiso de docentes, auxiliares y
funcionarios fue “condición sine qua non”; acompañar con información
nutrida y clara; la conectividad en los hogares y los planes Ceibal y CREA, así
como asegurar la continuidad de la alimentación escolar y otras prestaciones
sociales complementarias, que tranquilizaran a las familias.
En Chile los medios
reportaron un regreso poco concurrido a las aulas a comienzos de octubre, por
temores de los padres al contagio y resistencia del Colegio de Profesores,
opuesto rotundamente. A finales de ese mismo mes, el Ministerio de Educación
insistía en la necesidad de volver a las aulas y pedían a las escuelas medidas
extremas de higiene para evitar infecciones.
El informe más
reciente de Unicef (noviembre) sobre la región califica la situación como:
“educación en pausa”, y advierte el peligro de que la generación de niñas y niñas
pierdan la escolarización; y América Latina los avances logrados en décadas
recientes. Según sus fuentes, en la primera semana de octubre todavía el 97 %
de los estudiantes latinoamericanos no volvían a las aulas. Advierte también
los riesgos de un millonario abandono estudiantil y la consabida inequidad de
las pérdidas, que se acumularían entre los sectores sociales más pobres.
México es uno de
los países que no ha retornado a las aulas, aunque ya el Gobierno Federal ha
hablado del tema y en algunos estados mejor librados del COVID-19 se proponen
condiciones. No obstante, la persistencia del coronavirus inhibe decisiones de
la vuelta escolar, cuando los muertos alcanzarán los cien mil a la mitad de
noviembre y se superaron ampliamente todas las predicciones que las autoridades
sanitarias habían hecho, minimizando efectos de la pandemia.
Como en el caso
argentino: ¿a qué escuela volveremos en México?, ¿cuántos niños y jóvenes no
regresarán a las escuelas?, ¿cuántos estudiantes abandonaron, es decir, cuántos
fueron desasistidos por el sistema escolar?
Un rasgo preocupa
para respondernos las interrogantes: la persistencia del secretario de
Educación Pública en que los aprendizajes nunca se detuvieron por la pandemia.
Su loa a sí mismo es inadmisible: México demostró una capacidad de respuesta
sobresaliente. En paralelo, el influyente diario Reforma, crítico
del presidente López Obrador, difundía una encuesta telefónica a 500 padres de
familia con niños en primarias y secundarias públicas cuyos datos, en general,
contradicen la versión del responsable de la educación nacional.
Frente a la
grandilocuencia del secretario de Educación Pública, el experto en temas
educativos, Manuel Gil Antón, ironizó: somos un caso único en el mundo, en un
artículo con título mordaz: “Educación: hacerse guajes”, expresión coloquial
que en México significa “hacerse tontos”.
La conducción
deficiente, insensibilidad e incapacidad de autocrítica en las decisiones
gubernamentales complica imaginar que las autoridades estén pensando en la
pregunta por la escuela a que volveremos.
Una es la escuela a
la que deseamos volver; otra, la más factible. El retorno podría ser a la misma
escuela, a las mismas prácticas y deficiencias, sólo que ahora con gel
antibacterial y jabones, aunque en miles de escuelas no existan agua, baños o
electricidad; aunque más de un tercio de las escuelas primarias del país sean
multigrado y no cuenten con apoyos para la limpieza o la desinfección de
espacios; aunque sean los maestros el único e insustituible recurso escolar.
¿A qué escuela
volveremos?, es un cuestionamiento lacerante en contextos así, precarios e
invisibles a las políticas educativas y los políticos de turno.
por
Juan Carlos Yáñez
Fuente
https://eldiariodelaeducacion.com/2020/11/16/a-que-escuela-volveremos-en-america-latina/
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