El regreso a clases en circunstancias completamente atípicas. El programa Aprende en Casa II, su estrategia –en alianza con las televisoras– para que millones de niños alrededor del país no se queden sin clases mientras la pandemia sigue su curso e impide regresar a las aulas. La SEP transmitirá por ese medio contenidos educativos para cada grado, que el niño podrá ver desde su casa. El Secretario de Educación Pública aludió al hecho de que el medio con el que más niños cuenta en su casa es una televisión y por ello, se decidió continuar con la estrategia que habían planteado desde finales del último ciclo escolar, en el que la adaptación tuvo que ser instantánea.
Contar con una estrategia definida es mucho mejor
que no contar con nada. De eso no hay duda. Sin embargo, el planteamiento
elegido deja muchas preguntas e inquietudes. Principalmente, es curioso
ver que en una era en donde los desarrollos tecnológicos y la teoría educativa
están tendiendo hacia la personalización en la educación, la estrategia
planteada se apoya vitalmente en la masificación. Al ser un medio de
comunicación masivo, la televisión tiene, desde luego, un alcance muy grande.
Sin embargo, ¿puede realmente promover en nuestros estudiantes los aprendizajes
que se requieren para el siglo XXI?
Hay quien argumentará que ésta es una situación
temporal, una respuesta inmediata a un problema sin precedentes. Sin embargo,
creo que esa afirmación era válida al final del ciclo escolar pasado. Después
de semanas de vacaciones en donde la estrategia se podía ajustar y viendo que
la situación de la pandemia todavía tiene un largo camino por recorrer,
considero que hubiera sido necesario un replanteamiento. Las semanas con las
que empezamos se han tornado en meses. Más aún, incluso si el regreso a las
aulas es posible en un futuro cercano, los maestros y estudiantes deberían
tener la posibilidad de elegir, según su condición de salud y aquel de las
personas que vivan en sus casas, si pueden regresar físicamente al aula. Muchos
no podrán. ¿Qué sucederá con ellos? ¿Seguirán tomando el resto del semestre o
del año clases por televisión?
Desde un punto de vista pedagógico, la estrategia
es cuestionable ya que presenta, entre otros, los siguientes problemas:
- La
televisión es un medio unidireccional. Es decir, que sólo transmite
información. No hay posibilidad de intercambio y diálogo. Esto nos
recuerda a la didáctica tradicional en donde el profesor, poseedor del
conocimiento, lo transmite al estudiante, quien pasivamente absorbe la
información… un modelo que llevamos años intentando romper.
- A la
vez, imposibilita que exista retroalimentación a los estudiantes.
Continuamente se ha resaltado la importancia de dar buena
retroalimentación, como pilar para que el alumno aprenda y se desarrolle.
En este esquema esa opción desaparece.
- Rutas
de acompañamiento. Otro problema es que con este esquema no está claro
cómo se pueden crear rutas de acompañamiento para los estudiantes que más
lo necesitan. Y más aún la detección oportuna de dichas
necesidades se complica. La pandemia ha hecho evidente las numerosas
desigualdades y, desgraciadamente, en este modelo esas brechas corren el
peligro de ampliarse.
- Control
de los contenidos. En el caso de México, la educación y los contenidos a
enseñar históricamente han estado bastante politizados. En este
esquema el Estado tiene completo control de lo que se enseña, lo que
impide dar un toque humano a los contenidos, adaptarlos a necesidades
particulares de cada contexto y menos aún aspirar a formar un pensamiento
crítico en el estudiante, ante la carencia de perspectivas diversas.
- Rol del
docente. Finalmente, un punto esencial es que el rol del profesor –ese
agente fundamental en el proceso educativo– queda desdibujado. Hoy en día,
el profesor se entiende como un facilitador, un guía, un investigador.
Ante la masificación que trae la televisión, su tarea pasa a segundo
plano, siendo una figura absolutamente vital para el éxito educativo.
Es claro que no hay una solución única ni existe
una panacea para dar respuesta a los retos que la pandemia ha planteado a la
educación. Pero nos cuestionamos: ¿por qué no se está invirtiendo en
infraestructura para que los sitios más remotos y vulnerables tengan acceso a
medios que permitan esta personalización educativa? ¿Por qué no se fortalece el
papel del docente como guía y aliado ante la severa crisis que nuestros niños
están viviendo? ¿Por qué no se empodera a las escuelas para convertirse en
espacios comunitarios que apoyen a los padres de familia en esta tarea
titánica?
El Profesor Todd Rose, de la Universidad de
Harvard, resalta en su libro The End of Average la problemática
derivada del mito de la “persona promedio”, el cual plantea que si
diseñamos soluciones educativas para la persona promedio, excluimos a los
márgenes. Los que estaban atrás, se quedan más atrás. Los que iban más
adelantados, no tienen oportunidades de continuar desarrollándose en su nivel.
Cuando masificamos la solución, desgraciadamente se tiene en mente a
una “persona promedio”. En cambio, cuando se diseña para los márgenes,
automáticamente incluimos a la media y a todos los demás. Porque, si se analiza
en detalle —y mis colegas educadores no me dejarán mentir— descubrimos que
no existe el alumno promedio. Nunca ha existido y nunca existirá. Entonces,
¿por qué diseñar para la media?
Es contradictorio e irónico que hoy en día la
propuesta educativa sea la masificación. Espero verdaderamente que la
estrategia planteada vaya acompañada de otras que redireccionen su rumbo el
cual, en este momento, parece ir marcha atrás.
Por:
Isabel Diez
Fuente:
http://www.educacionfutura.org/marcha-atras-la-educacion-los-peligros-de-la-masificacion-en-la-era-de-la-personalizacion/
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