jueves, agosto 13, 2020

Repensar la educación en tiempos de COVID-19

  • Medio año de confinamiento a escala global, con la lamentable muerte de más de medio millón de personas y el contagio de otros diez millones en el mundo (y creciendo), es el infausto balance que va dejando el virus SARS-CoV-2. 

  • La pandemia del COVID-19 tiene el infame poder de estar haciendo retroceder a la sociedad. Sus estragos se pueden notar en todos los sectores de la población, uno de ellos, muy sensible porque entraña presente y futuro, es la escuela. Ningún sistema educativo del mundo, por más avanzado y previsor que haya podido ser, ha estado preparado para este, a decir de Taleb (2012), Cisne Negro. Nuestra pregunta fue siempre ¿qué hacer en la escuela?, hoy a esta, se la echa de manos.

Debido a esta pandemia, según recientes datos de UNESCO (2020), habría alrededor de 1.500 millones de estudiantes matriculados en educación primaria, secundaria y terciaria vivenciando las consecuencias del cese temporal de actividades de docencia presencial, lo que representa un 72% del estudiantado a nivel mundial. De este modo, y tal como expresa en un reciente artículo Aina Tarabini, la labor tradicional de la escuela, tantas veces criticada en las últimas décadas, hoy se extraña, se valora o, al menos, se re-significa.

Luego del cierre total o parcial de centros educativos, el panorama mundial de la educación se ha complejizado como nunca antes. La búsqueda de un nuevo equilibrio, llamado eufemísticamente “nueva normalidad”, ha exigido respuestas políticas, científicas y ciudadanas, que se han ido ensayando sobre la marcha. Cabe destacar que en medio año de pandemia hoy se ha aprendido mucho ya del modus operandi de este virus ya que la producción científica al respecto, particularmente en el campo de la educación, está creciendo de forma acelerada para entender mejor este imponderable. No obstante, aunque se esté avanzado, el impacto que causará el virus en la sociedad es inconmensurable. Frente a ello se impone la necesidad de detectar los problemas y las soluciones que nos permitan seguir haciendo escuela. Como señala Boaventura De Sousa Santos en su último trabajo La cruel pedagogía del virus (2020) se hace necesario encarar la pregunta “¿qué conocimiento potencial proviene de la pandemia de coronavirus?”. Esta atención empieza por identificar algunas preguntas significativas que son, de hecho, la razón de este artículo.

¿Qué viene señalando la evidencia?
Antes de proponer nuestras interrogantes se pueden repasar algunas de las investigaciones educativas que se vienen desarrollando en España para conocer, sobre la marcha, el impacto del COVID-19. La idea no es cubrir todo el espectro de trabajos que se han llevado a cabo, ya que no es el lugar, sino más bien identificar a la investigación como un nicho para caracterizar preguntas. Nos centraremos principalmente en tres:

La primera, la investigación Panorama de la educación en España tras la pandemia de COVID-19: la opinión de la comunidad educativa”, de Fernando Trujillo (UGR), Manuel Fernández (UMA), Adrián Segura (UGR) y Manuel Jiménez (UNIR). Acá se buscó ahondar en las condiciones socioeducativas con las que se ha dado por finalizado el curso 2019-2020, junto con las principales preocupaciones, necesidades y propuestas de cara al inicio del curso escolar 2020-2021. Para ello se ha preguntado a más de 5.000 participantes, entre docentes, familias y alumnado. Los resultados muestran dos ideas sobre las que gravita la visión de la comunidad educativa en torno a la pandemia. Por un lado, preocupación por la situación experimentada en los últimos meses y por un futuro incierto respecto a la logística, las condiciones de seguridad, el desarrollo del aprendizaje y el estado emocional del alumnado. Por otro lado, esperanza porque esta situación hará más fuertes a docentes, alumnado y familias ya que el sistema educativo está demostrando una capacidad de resiliencia necesaria para adaptarse a las nuevas necesidades. En general, desde la comunidad educativa se cree que existe un gran problema, pero redundará en su fortalecimiento.

La segunda, el estudio Desigualdades de aprendizaje en confinamiento, desarrollado por profesores del Departamento de Sociología de la UAB, Sheila González y Xavier Bonal, al inicio del confinamiento -con datos de 35.937 familias y de 59.167 niños entre 3 y 18 años-. Esta investigación puso en evidencia que se ha producido un incremento de unas desigualdades que, a pesar de existir con anterioridad en el cierre escolar, ahora se han visto amplificadas por la pandemia. El estudio analiza factores como la rendija digital, el aprendizaje escolar, la valoración de la escuela, el apoyo al estudio, las actividades en familia y las actividades extraescolares. En general, se resalta la idea de que el virus no inventa la crisis educativa, sino que la visibiliza y hace más aguda.

La tercera investigación a la que haremos referencia se titula: Escuelas confinadas, de Aina Tarabin y Judith Jacovkis, también del Departamento de Sociología de la UAB. El trabajo consistió en la aplicación de un cuestionario a casi 3.000 docentes no universitarios/as de Catalunya durante el primer mes y medio de confinamiento. Los resultados permiten caracterizar cuatro aspectos sustantivos que atender. En primer lugar, minimizar, cuando no evitar, un nuevo cierre de los centros que impida una escolarización presencial que deja al alumnado, sobre todo al más vulnerable, sin los recursos relacionales y vitales que el sistema educativo brinda. En segundo lugar, abordar las situaciones de fragilidad material y de acompañamiento familiar del alumnado tanto dentro como fuera del sistema educativo. En tercer lugar, equilibrar la composición del estudiantado de los centros de forma que no se favorezca la concentración escolar del alumnado con mayores dificultades. En cuarto lugar, garantizar que todos los centros cuenten con los recursos humanos y materiales necesarios para desarrollar sus proyectos educativos en el corto, mediano y el largo plazo. El estudio finaliza destacando que la confianza entre centros educativos, Administración y familias será imprescindible para abordar la incertidumbre de los próximos tiempos.
Las preguntas sobre la respuesta tecnológica en la pandemia

¿Qué podemos aprender de esta pandemia? Esta pregunta se hace cada vez más recurrente, y de hecho denota cierto optimismo, pues como expresaba Marina Garcés: “De todo es posible aprender y todo nos puede ayudar a mejorar”. Estas tres investigaciones, además de describir el escenario del confinamiento y anticipar algunas respuestas sobre lo que vendrá en el ámbito educativo, también permiten formular preguntas que tener en cuenta de cara a organizar nuestra próxima convivencia comunitaria en el ámbito escolar. A partir de los antecedentes consultados, la lectura de otras fuentes, participación (y asistencia) a eventos online sobre educación y el COVID-19, y luego de una amplia y extensa reflexión conjunta entre los autores de este artículo, aquí se presentan algunas preguntas que, como comunidad educativa, podríamos atender. Las preguntas han sido agrupadas en dos dimensiones: sentido de la escuela y la respuesta digital. Estas preguntas ni son las únicas, ni cubren todo el panorama, pero podrían ayudarnos a empezar esta tarea de repensar la educación.
Nuevo sentido de la escuela

Si se cierra la escuela, ¿qué tipo de educación se abre?
¿A qué modelo educativo y de escuela nos lleva la pandemia del COVID-19?, ¿ese modelo será una constante?
¿A qué llamaremos «ir a la escuela” en la educación post-COVID?
Si cerrando la escuela se aumenta la desigualdad ¿qué otras brechas se generan al no acceder o aprovechar la educación digital de emergencia?

Además de la distancia sanitaria necesaria impuesta por el COVID-19 ¿cómo afectarán las nuevas distancias culturales, pedagógicas y tecnológicas acentuadas en la escuela post-COVID?
¿Hacia dónde orientar y poner el énfasis en la formación docente durante la era post-COVID?
¿El COVID-19 es una oportunidad para un aprendizaje “profundo” para la vida?
Si la incertidumbre sobre el sentido de la escuela ya existía antes del COVID ¿cómo gestionar esa incertidumbre en la era post-COVID?

Si la escuela es para muchos la única forma de equidad y si la digitalización no llega a todos ¿cuál será el papel de la escuela? y ¿qué pasará con la función compensadora de la escuela?
Una vez se dé la vuelta a la escuela ¿cómo reducir la segregación entre escuelas, ampliada durante el confinamiento?

Respuesta digital
Si la educación digital de emergencia, propia del COVID-19, no es la educación digital que hasta ahora se conocía, con base teórica y respaldo empírico, ¿cabe hablar de “la educación en pandemia” como una línea de investigación y desarrollo educativo?

¿La crisis del COVID-19 está poniendo en evidencia que sabíamos algo de aplicaciones, pero que no teníamos idea de cómo aprender y enseñar con tecnología?
Además del acceso digital ¿qué otras desigualdades en educación impiden aprovechar el potencial tecnológico en educación?

¿Qué significa digitalizar a escuela en tiempos de COVID-19? ¿digitalizar lo diseñado para la educación presencial o diseñar una nueva educación?
¿Toda brecha digital evidencia, al mismo tiempo, una desigualdad en el aprendizaje?
Si las grandes empresas tecnológicas ya forman parte indispensable de la educación digital de emergencia en el COVID-19, ¿cuál es el papel del Estado?
¿Qué nos permitirá conocer sobre el aprendizaje la inmensa acumulación de datos generados en la experiencia educativa virtual?
¿Hace falta otro virus y más evidencias para encarar la competencia digital docente como competencia angular en la formación del profesorado?
¿Por qué la ‘solución digital de emergencia’ en educación que vivimos en el COVID-19 no puede resolver la asfixia del sistema educativo?
¿La deserción educativa digital, puesta de manifiesto por el COVID-19, es un nuevo criterio general a tener en cuenta en la evaluación de las oportunidades como en la ODS?
¿Qué se está dejando de aprender en esta educación digital de emergencia?
La evidencia nos está mostrando que, pese a las creencias, sigue existiendo inequidad en el acceso y la distribución de las tecnologías digitales. En este sentido, ¿Dónde debiese acentuarse lo digital?, ¿otra vez en los dispositivos o en las competencias?

Algunas reflexiones finales
Luego de la imposibilidad temporal de dar continuidad a la educación presencial, la sociedad ha puesto la mirada en las oportunidades de la educación digital de emergencia, apoyada por internet y otras tecnologías. Sin embargo, se ha de tener en cuenta que, si ya era difícil en la mayoría de los países más afectados por el COVID-19 garantizar una educación de calidad en contextos presenciales, esta nueva educación a distancia de emergencia, también supone nuevas complejidades que deberán ser revisadas.

En todo este sinfín de preguntas, quizá la más importante que hay que plantearse en educación, así como en otros ámbitos, frente a la sacudida que genera el COVID-19 sea, como advierte Philippe Meirieu: «¿Qué se decidirá cuando ya no nos invada la ansiedad, cuando el recuerdo del encierro se desvanezca gradualmente y cuando las desigualdades reveladas por los terribles acontecimientos que vivimos se vean de nuevo ensombrecidas por el activismo cotidiano?». ¿Qué sucederá? No se sabe, pero en educación “tenemos el deber ético de no repetir errores» y, como recientemente manifestaba Henry Giroux, de ser optimistas y ver, dentro de las múltiples incertidumbres, una oportunidad de transformación social y educativa. Con ello, la necesidad de formular preguntas para abrir el debate antes, durante y luego del COVID-19 resulta esencial. Hoy más que nunca esa actitud crítica y anti hegemónica puede ser el antídoto para seguir educando.






Por 
Cristóbal Suárez Guerrero
Universitat de València
Pablo Rivera Vargas
Universitat de Barcelona
Martín Rebour
Plan Ceibal- Uruguay
Fuente

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