- Medio año de confinamiento a escala global, con la lamentable muerte de más de medio millón de personas y el contagio de otros diez millones en el mundo (y creciendo), es el infausto balance que va dejando el virus SARS-CoV-2.
- La pandemia del COVID-19 tiene el
infame poder de estar haciendo retroceder a la sociedad. Sus estragos se
pueden notar en todos los sectores de la población, uno de ellos, muy
sensible porque entraña presente y futuro, es la escuela. Ningún sistema
educativo del mundo, por más avanzado y previsor que haya podido ser, ha
estado preparado para este, a decir de Taleb (2012), Cisne Negro. Nuestra pregunta fue siempre ¿qué hacer en
la escuela?, hoy a esta, se la echa de manos.
Debido a esta
pandemia, según recientes datos de UNESCO (2020),
habría alrededor de 1.500 millones de estudiantes matriculados en educación
primaria, secundaria y terciaria vivenciando las consecuencias del cese
temporal de actividades de docencia presencial, lo que representa un 72% del
estudiantado a nivel mundial. De este modo, y tal como expresa en un reciente
artículo Aina Tarabini,
la labor tradicional de la escuela, tantas veces criticada en las últimas
décadas, hoy se extraña, se valora o, al menos, se re-significa.
Luego del cierre
total o parcial de centros educativos, el panorama mundial de la educación se
ha complejizado como nunca antes. La búsqueda de un nuevo equilibrio, llamado
eufemísticamente “nueva normalidad”, ha exigido respuestas políticas,
científicas y ciudadanas, que se han ido ensayando sobre la marcha. Cabe
destacar que en medio año de pandemia hoy se ha aprendido mucho ya del modus
operandi de este virus ya que la producción
científica al respecto, particularmente en el
campo de la educación, está creciendo de forma acelerada para entender
mejor este imponderable. No obstante, aunque se esté avanzado, el impacto que
causará el virus en la sociedad es inconmensurable. Frente a ello se impone la
necesidad de detectar los problemas y las soluciones que nos permitan seguir
haciendo escuela. Como señala Boaventura
De Sousa Santos en su último trabajo La cruel
pedagogía del virus (2020) se hace necesario encarar la
pregunta “¿qué conocimiento potencial proviene de la pandemia de coronavirus?”.
Esta atención empieza por identificar algunas preguntas significativas que son,
de hecho, la razón de este artículo.
¿Qué viene señalando la evidencia?
Antes de proponer
nuestras interrogantes se pueden repasar algunas de las investigaciones
educativas que se vienen desarrollando en España para conocer, sobre la marcha,
el impacto del COVID-19. La idea no es cubrir todo el espectro de trabajos que
se han llevado a cabo, ya que no es el lugar, sino más bien identificar a la
investigación como un nicho para caracterizar preguntas. Nos centraremos
principalmente en tres:
La primera, la
investigación Panorama
de la educación en España tras la pandemia de COVID-19: la opinión de la
comunidad educativa”, de Fernando Trujillo (UGR), Manuel Fernández
(UMA), Adrián Segura (UGR) y Manuel Jiménez (UNIR). Acá se buscó ahondar en las
condiciones socioeducativas con las que se ha dado por finalizado el curso
2019-2020, junto con las principales preocupaciones, necesidades y propuestas
de cara al inicio del curso escolar 2020-2021. Para ello se ha preguntado a más
de 5.000 participantes, entre docentes, familias y alumnado. Los resultados
muestran dos ideas sobre las que gravita la visión de la comunidad educativa en
torno a la pandemia. Por un lado, preocupación por la situación experimentada
en los últimos meses y por un futuro incierto respecto a la logística, las
condiciones de seguridad, el desarrollo del aprendizaje y el estado emocional
del alumnado. Por otro lado, esperanza porque esta situación hará más fuertes a
docentes, alumnado y familias ya que el sistema educativo está demostrando una
capacidad de resiliencia necesaria para adaptarse a las nuevas necesidades. En
general, desde la comunidad educativa se cree que existe un gran problema, pero
redundará en su fortalecimiento.
La segunda, el
estudio Desigualdades
de aprendizaje en confinamiento, desarrollado por profesores del
Departamento de Sociología de la UAB, Sheila González y Xavier
Bonal, al inicio del confinamiento -con datos de 35.937 familias y de
59.167 niños entre 3 y 18 años-. Esta investigación puso en evidencia que se ha
producido un incremento de unas desigualdades que, a pesar de existir con
anterioridad en el cierre escolar, ahora se han visto amplificadas por la
pandemia. El estudio analiza factores como la rendija digital, el aprendizaje
escolar, la valoración de la escuela, el apoyo al estudio, las actividades en familia
y las actividades extraescolares. En general, se resalta la idea de que el
virus no inventa la crisis educativa, sino que la visibiliza y hace más aguda.
La tercera
investigación a la que haremos referencia se titula: Escuelas
confinadas, de Aina
Tarabin y Judith
Jacovkis, también del Departamento de Sociología de la UAB. El trabajo
consistió en la aplicación de un cuestionario a casi 3.000 docentes no
universitarios/as de Catalunya durante el primer mes y medio de confinamiento.
Los resultados permiten caracterizar cuatro aspectos sustantivos que atender.
En primer lugar, minimizar, cuando no evitar, un nuevo cierre de los centros
que impida una escolarización presencial que deja al alumnado, sobre todo al
más vulnerable, sin los recursos relacionales y vitales que el sistema
educativo brinda. En segundo lugar, abordar las situaciones de fragilidad material
y de acompañamiento familiar del alumnado tanto dentro como fuera del sistema
educativo. En tercer lugar, equilibrar la composición del estudiantado de los
centros de forma que no se favorezca la concentración escolar del alumnado con
mayores dificultades. En cuarto lugar, garantizar que todos los centros cuenten
con los recursos humanos y materiales necesarios para desarrollar sus proyectos
educativos en el corto, mediano y el largo plazo. El estudio finaliza
destacando que la confianza entre centros educativos, Administración y familias
será imprescindible para abordar la incertidumbre de los próximos tiempos.
Las preguntas sobre la respuesta tecnológica en la pandemia
¿Qué podemos aprender
de esta pandemia? Esta pregunta se hace cada vez más recurrente, y de hecho denota
cierto optimismo, pues como expresaba Marina Garcés: “De todo es posible aprender y todo nos puede
ayudar a mejorar”. Estas tres investigaciones, además de describir el escenario
del confinamiento y anticipar algunas respuestas sobre lo que vendrá en el
ámbito educativo, también permiten formular preguntas que tener en cuenta de
cara a organizar nuestra próxima convivencia comunitaria en el ámbito escolar.
A partir de los antecedentes consultados, la lectura de otras fuentes,
participación (y asistencia) a eventos online sobre educación
y el COVID-19, y luego de una amplia y extensa reflexión conjunta entre los
autores de este artículo, aquí se presentan algunas preguntas que, como
comunidad educativa, podríamos atender. Las preguntas han sido agrupadas en dos
dimensiones: sentido de la escuela y la respuesta digital. Estas preguntas ni
son las únicas, ni cubren todo el panorama, pero podrían ayudarnos a empezar
esta tarea de repensar la educación.
Nuevo sentido de la escuela
Si se cierra la
escuela, ¿qué tipo de educación se abre?
¿A qué modelo
educativo y de escuela nos lleva la pandemia del COVID-19?, ¿ese modelo será
una constante?
¿A qué llamaremos
«ir a la escuela” en la educación post-COVID?
Si cerrando la
escuela se aumenta la desigualdad ¿qué otras brechas se generan al no acceder o
aprovechar la educación digital de emergencia?
Además de la
distancia sanitaria necesaria impuesta por el COVID-19 ¿cómo afectarán las
nuevas distancias culturales, pedagógicas y tecnológicas acentuadas en la
escuela post-COVID?
¿Hacia dónde
orientar y poner el énfasis en la formación docente durante la era post-COVID?
¿El COVID-19 es una
oportunidad para un aprendizaje “profundo” para la vida?
Si la incertidumbre
sobre el sentido de la escuela ya existía antes del COVID ¿cómo gestionar esa
incertidumbre en la era post-COVID?
Si la escuela es
para muchos la única forma de equidad y si la digitalización no llega a todos
¿cuál será el papel de la escuela? y ¿qué pasará con la función compensadora de
la escuela?
Una vez se dé la
vuelta a la escuela ¿cómo reducir la segregación entre escuelas, ampliada
durante el confinamiento?
Respuesta digital
Si la educación
digital de emergencia, propia del COVID-19, no es la educación digital que
hasta ahora se conocía, con base teórica y respaldo empírico, ¿cabe hablar de
“la educación en pandemia” como una línea de investigación y desarrollo
educativo?
¿La crisis del
COVID-19 está poniendo en evidencia que sabíamos algo de aplicaciones, pero que
no teníamos idea de cómo aprender y enseñar con tecnología?
Además del acceso
digital ¿qué otras desigualdades en educación impiden aprovechar el potencial
tecnológico en educación?
¿Qué significa
digitalizar a escuela en tiempos de COVID-19? ¿digitalizar lo diseñado para la
educación presencial o diseñar una nueva educación?
¿Toda brecha
digital evidencia, al mismo tiempo, una desigualdad en el aprendizaje?
Si las grandes
empresas tecnológicas ya forman parte indispensable de la educación digital de
emergencia en el COVID-19, ¿cuál es el papel del Estado?
¿Qué nos permitirá
conocer sobre el aprendizaje la inmensa acumulación de datos generados en la
experiencia educativa virtual?
¿Hace falta otro
virus y más evidencias para encarar la competencia digital docente como
competencia angular en la formación del profesorado?
¿Por qué la
‘solución digital de emergencia’ en educación que vivimos en el COVID-19 no
puede resolver la asfixia del sistema educativo?
¿La deserción
educativa digital, puesta de manifiesto por el COVID-19, es un nuevo criterio
general a tener en cuenta en la evaluación de las oportunidades como en la ODS?
¿Qué se está
dejando de aprender en esta educación digital de emergencia?
La evidencia nos
está mostrando que, pese a las creencias, sigue existiendo inequidad en el
acceso y la distribución de las tecnologías digitales. En este sentido, ¿Dónde
debiese acentuarse lo digital?, ¿otra vez en los dispositivos o en las
competencias?
Algunas reflexiones finales
Luego de la
imposibilidad temporal de dar continuidad a la educación presencial, la sociedad
ha puesto la mirada en las oportunidades de la educación
digital de emergencia, apoyada por internet y otras tecnologías. Sin
embargo, se ha de tener en cuenta que, si ya era difícil en la mayoría de los
países más afectados por el COVID-19 garantizar una educación de calidad en
contextos presenciales, esta nueva educación a distancia de emergencia,
también supone
nuevas complejidades que deberán ser revisadas.
En todo este sinfín
de preguntas, quizá la más importante que hay que plantearse en educación, así
como en otros ámbitos, frente a la sacudida que genera el COVID-19 sea, como
advierte Philippe Meirieu: «¿Qué se decidirá cuando ya no nos invada la
ansiedad, cuando el recuerdo del encierro se desvanezca gradualmente y cuando
las desigualdades reveladas por los terribles acontecimientos que vivimos se
vean de nuevo ensombrecidas por el activismo cotidiano?». ¿Qué sucederá? No se
sabe, pero en educación “tenemos
el deber ético de no repetir errores» y, como recientemente
manifestaba Henry Giroux, de ser optimistas y ver, dentro de las múltiples
incertidumbres, una oportunidad de transformación social y educativa. Con ello,
la necesidad de formular preguntas para abrir el debate antes, durante y luego del
COVID-19 resulta esencial. Hoy más que nunca esa actitud crítica y anti
hegemónica puede ser el antídoto para seguir educando.
Por
Cristóbal Suárez
Guerrero
Universitat de València
Universitat de València
Pablo Rivera Vargas
Universitat de Barcelona
Universitat de Barcelona
Martín Rebour
Plan Ceibal- Uruguay
Plan Ceibal- Uruguay
Fuente
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