miércoles, febrero 28, 2018

CALIDAD DE LA EDUCACIÓN: LOS TÉRMINOS DE SU ECUACIÓN


Hemos considerado que la calidad de la educación es igual al aprendizaje que se logra en el proceso de formación, multiplicado por la equidad (CE = ae). Se ha reconocido la trascendencia de ambos términos de la ecuación al darles un sentido jurídico que los eleva y fortalece por su pertenencia a la axiología constitucional. En esta ocasión el tema central es la equidad.
Por principio de cuentas es necesario recordar que el aprendizaje no es un proceso humano exclusivo de la experiencia escolar: en esta, se trata de que sea sistemático de acuerdo con fines establecidos que son buenos para el desarrollo de las personas y de la sociedad. Y es importante decir también que la cuestión de la equidad no se agota en el horizonte de la institución escolar. Aquello que sobre la equidad sea dicho o asignado a la escuela, proviene de los valores sociales y, más específicamente todavía, de los principios jurídicos que la crean como institución y precisan los valores que deben sustentar la formación que ella promueve. Por ejemplo, está el valor de la dignidad humana. La equidad está en el proceso histórico constitutivo de la escuela, pero eso ocurre porque es un problema de la sociedad.

En algunos comentarios que suelen hacerse sobre la equidad, de manera directa o indirecta aparecen otras cuestiones como la igualdad, la desigualdad, la inequidad y la iniquidad. Explicar cada una y aclarar todas sus relaciones prácticas y teóricas rebasa los límites de este espacio, pero es necesario no desatenderlas del todo.
Empíricamente, la desigualdad humana se muestra de maneras múltiples y en sus variantes sociales, económicas y políticas ha sido causa de debates y de grandes problemas a lo largo de la historia de las sociedades. No es fácil o inmediatamente posible afirmar la igualdad humana como cosa natural; esta es una creencia que se ha construido a lo largo de siglos y precisamente con un trabajo contextualizado y motivado por las desigualdades creadas por los seres humanos. La creencia es asimismo fruto del deseo y del propósito de atenuar o acabar las desigualdades. Ello toca a todos los trabajos de la antropología, de la economía y de la filosofía política.  Así surgió el proyecto del Estado constitucional o de derechos.
Uno de los logros fundamentales del pensamiento y del afecto humano es la afirmación de la igualdad de los seres humanos en su naturaleza, en su esencia. Esta creencia es la base para un derecho que se califica igual que el logro anterior, es decir, derecho fundamental, el de educación.
En el reconocimiento constitucional de que toda persona “tiene derecho a recibir educación” se condensa tanto un avance civilizatorio del mundo y de México, como un elemento central del proyecto ingente de transformar las desigualdades sociales, económicas y políticas. ¿Con qué criterios y fines? Con los que establece el proyecto de sociedad contenido en la Constitución, la cual es un patrimonio histórico de los mexicanos y tiene una dinámica que la relaciona siempre con la vida social y va precisando los derechos y su alcance y las obligaciones estatales y sociales.
Por los elementos antecedentes, es posible afirmar que la equidad representada en la ecuación de la calidad es una consecuencia natural, intrínseca, del derecho a la educación. Puede sostenerse que la equidad implicada o necesaria para que educación tenga la posibilidad de llegar a darse y ser reconocida como experiencia de calidad, es una expresión gemela del derecho mismo a ella. Por eso la equidad que se predica de la educación rebasa a la escuela y debe calificar y potenciar en la ecuación a todo el aprendizaje y, desde él, al currículo y a la pedagogía. Por todo ello, es una cuestión que toca toda la vida social, toda la actividad económica y toda la experiencia política.
Es tan inherente la equidad al derecho a la educación que el ordenamiento de la pedagogía escolar debe surgir de ella y ser a la vez uno de los aprendizajes clave. La equidad viene a ser entonces base y fin de la educación; es la expresión más clara y exigente de su ontología, y la escuela debe enseñarla, trabajar para ella porque es una institución política y lo que logre es trascendental para la comunidad política.
La equidad debe estar en los aprendizajes, es su fundamento: el conocimiento de sí como ser digno e igual a los otros; el conocimiento de los otros como seres dignos merecedores de respeto y poseedores de derechos; la formación de la persona y su autonomía. Por eso importa la educación y todas sus relaciones con la vida social, con la economía y con la política.
La equidad debe estar en los aprendizajes por la semántica de la frase que consagra el derecho a la educación, pero no se agota en ellos, los mueve desde fuera y los vincula con las otras acciones sociales, económicas y políticas que también deben construir la equidad: las relaciones sociales basadas en los derechos y la justicia que ellos proyectan; las relaciones económicas acordes a la dignidad humana y al conjunto de derechos que de ella dimanan; las relaciones políticas impulsadas por los derechos de forma que configuren y sostengan el  bien común con todos los instrumentos de acción del Estado. En tal horizonte, las políticas para la equidad educativa no pueden comprenderse, formularse, ni emprenderse sin las políticas para la equidad en todos los ámbitos de la acción social y del ejercicio del poder público. De esta forma, en los principios constitucionales y en los fines de la educación, la equidad es un valor procedimental, sí, pero es también un valor que señala la meta última de la vida social y de la realización del Estado: la persona humana como fin.
La equidad es, en última instancia, una representación de la justicia, y su inexistencia o su debilidad extrema dan lugar a la iniquidad, es decir, a una vida social, política y económica de injusticia; da lugar a un mal humano; de ahí la responsabilidad de los gobernantes. Es por eso inaplazable que con la luz y la exigencia del derecho a la educación,  de manera constante se trabaje para que se identifiquen todas las formas de inequidad en el servicio educativo, desde las relativas a la infraestructura y la disposición de maestros, hasta las que se cuelan en el currículo y en la vida escolar.
La obligación constitucional de ofrecer educación de calidad es una exigencia de transformación de las políticas educativas. Vivimos tiempos electorales; deben ser tiempos que sacudan la estructura y motiven la acción de los partidos y de todo candidato o candidata para que comprendan la responsabilidad pública que significa la equidad en la educación. La prueba de fuego para la vocación del político o de la política es su capacidad de ocuparse del hecho de que toda persona tiene derecho a recibir educación. Sin tal capacidad, no pueden pretender vocación política y no estarán legitimados.

Fuente del Artículo:
Por: Bonifacio Barba



martes, febrero 13, 2018

LOS PILARES DE LA EDUCACIÓN


La educación que ofrecemos no responde a las necesidades y exigencias del presente, menos aún a las que tendrán los niños actuales cuando egresen del sistema educativo. Casi lo digo de balde porque todos lo sabemos. Ya es inútil echar la culpa de esta situación a los maestros, al Ministerio de Educación y Ciencias, a los políticos y sus partidos, a la reforma o al bilingüismo mal resuelto, a las universidades o a la corrupción. Solo hay tiempo para trabajar inteligentemente y con la mayor rapidez posible. En veinticinco años, el mundo ha cambiado vertiginosamente, por ejemplo, no existía la sociedad virtual y hoy hasta los niños están sumergidos en ella. En estas circunstancias, la educación no puede seguir igual.

En cualquier plan que se haga, algo es necesario: que trabajemos todos con entusiasmo, escuchando el clamor silencioso de los derechos de los niños y que colaboremos: quien tenga ideas que crea interesantes y fundadas sobre qué y cómo hacer, que las proponga y que el Congreso y el Ministerio lideren la firma de un pacto social para salvar el presente y el futuro de nuestro país.
Cualquier proyecto educativo que se emprenda tiene que construirse sobre cuatro “pilares pedagógicos”, que no tenemos definidos: 1) el modelo de hombre y mujer que queremos encarnen y desarrollen los niños; 2) la corriente sicológica principal en la que vamos a inspirarnos para promover su desarrollo psicológico; 3) el modelo de sociedad que deseamos construyan; 4) la educación y desarrollo de su natural dimensión espiritual.
Estos cuatro pilares, que responden a las cuatro dimensiones esenciales constituyentes de todo ser humano, según la antropología integral, deben estar orientados por una “filosofía de la educación” que fundamente sólidamente todo el sistema educativo en las coordenadas de nuestro tiempo acelerado.
Si el sistema necesita cuatro pilares pedagógicos fundamentales, los estudiantes tienen que afrontar cinco desafíos básicos: 1) aprender a ser, 2) aprender a conocer, 3) aprender a hacer, 4) aprender a vivir juntos y 5) aprender a aprender permanentemente.
En consecuencia los educadores, “pilar central de la educación”, son requeridos y serán competentes para enseñar con los “pilares pedagógico-didácticos” correspondientes, de manera que los estudiantes puedan lograr tales aprendizajes.
“El ser humano es el único que tiene que saber lo que es, para poder serlo”. Por eso, para que los niños “aprendan a ser”, el MEC necesita definir explícitamente la antropología, la psicología, la sociología y la espiritualidad de la educación que ofrece. Para que los educandos aprendan a conocer, aprendan a hacer, a vivir juntos y aprendan a aprender continuamente necesitan adquirir “competencias” y no solo conocimientos ya elaborados, porque ellos mismos deben saber “producir conocimientos” y no solo repetir los que otros produjeron. Y en una sociedad, en la que el poder y la riqueza están en el conocimiento, la educación incorpora en sus procesos el dominio de la investigación y los lenguajes y recursos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). No basta el cognitivismo, ni siquiera el constructivismo, hoy necesitamos además el paradigma del “conectivismo”.
Nuestro sistema educativo es parte del sistema socio-económico-político nacional y se apoya e integra en él con muy débil “pilar jurídico-legal”. El cuerpo de leyes del sistema educativo es radicalmente insuficiente por ausencia de leyes fundamentales y por vulnerabilidad de las pocas vigentes, que necesitan ser actualizadas y coordinadas entre sí y con la Constitución Nacional.
Igualmente podemos insistir en la debilidad del “pilar de la infraestructura” de las instituciones educativas, empezando por el mismo MEC, que amerita por razones obvias una infraestructura acorde con su misión, sus altísimas responsabilidades y funciones, y en consonancia con las exigencias de la nueva Ley Orgánica del MEC. Recordemos la sabida debilidad de la infraestructura de las demás instituciones educativas escolares e incluso de la casi totalidad de las universitarias.
Y, por falta de espacio, aludo no más a la extraordinaria debilidad del “pilar financiero”. Mientras quienes tienen poder de decisión se mantengan tercamente en la obstinación de no invertir en educación como mínimo el 7% del producto interno bruto, el sistema educativo no podrá sostenerse.
Sin solidez en estos pilares, imposible será la calidad de currículos, programas, procesos y resultados.



Fuente del artículo: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/los-pilares-de-la-educacion-1674262.html
Por
Experto en educación


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