Creemos que es posible identificar “Escuelas de Calidad” con “Escuelas democráticas” ¿Qué obstáculos tenemos para su concreción? ¿Los medios de comunicación compiten con la escuela? ¿Qué valores sostiene la televisión? ¿Por qué el nacionalismo y el deporte como espectáculo son un obstáculo?
Los medios de comunicación, creo que hay mencionarlos, y
merecerían que les dedicáramos mucho más espacio, porque constituyen, sobre
todo la televisión, en este momento uno de los obstáculos graves para el
funcionamiento democrático. ¿Por qué digo esto? Porque muchas veces se afirma
que la escuela es una institución que transmite conocimientos y valores. ¿Qué
hacen los medios de comunicación? Igualmente transmiten conocimientos y
valores, o por lo menos informaciones, pero lo hacen de una manera mucho más
eficaz que las escuelas, porque resulta mucho más divertido; es decir, si le
damos a elegir a un chico entre ir a la escuela o ver la televisión, hay pocas
dudas de que se quedará viendo la televisión, y no irá a la escuela. La diferencia
esencial es que la televisión no facilita el reflexionar sobre lo que se está
haciendo, el pensamiento reflexivo; más bien lo inhibe, y ésa es la tarea que
tiene que realizar la escuela.
Además, la televisión presenta personajes que son modelos de
lo opuesto al trabajo escolar. Casi todas las personas que aparecen en ella no
son individuos que están ahí porque son muy sabios, han realizado una larga
escolaridad y han tenido muchos éxitos en ese terreno, sino que suele suceder
lo contrario: son personas que han triunfado rápidamente en el deporte, en la
canción, son artistas, son famosos, incluso cuando hablan los políticos tampoco
se señala que son sus triunfos escolares o su formación la que les ha llevado
ahí.
Siguiendo esos modelos, los jóvenes lo que quieren es ser
famosos, aparecer en los medios de comunicación. Los muchachos y muchachas se
plantean: ¿para qué estudio, si realmente lo que yo quería hacer no lo voy a
conseguir a través de la escuela, sino de otros medios? Desde muchos puntos de
vista, la televisión, y más en general los medios de comunicación, también la
radio, los periódicos, etcétera, aunque en una medida mucho menor, están
ejerciendo una influencia importantísima contraria a la escuela. Por eso ésta
no debería ignorarlos, en contra de lo que sucede ahora, pues la escuela en
este momento funciona como si no existiera ese competidor relevante. Si
concebimos que la escuela debe ser un laboratorio en el que se aprende a
analizar el mundo, uno de sus objetivos debería ser ayudar a desentrañar las
características de los mensajes televisivos, a deconstruir la televisión. En todo
caso, parece significativo que los alumnos analicen en las escuelas los
programas de televisión, realicen programas de diverso tipo, noticiarios,
etcétera. En este momento cada vez son más accesibles las cámaras de video y se
pueden utilizar en el interior de las escuelas. Todo esto es algo que debería
quedar incorporado al trabajo en los centros educativos.
Quiero finalmente mencionar dos obstáculos más para el
pensamiento autónomo, aunque a primera vista puedan no parecerlo: uno el
nacionalismo y otro el deporte como espectáculo.
El nacionalismo puede tener elementos positivos, pero
también entraña muchos peligros, porque es un arma manipulada desde el poder.
Se utiliza el sentimiento nacional de la gente para el beneficio de unos pocos,
y hemos visto por desgracia cómo los movimientos de liberación que se
produjeron sobre todo en África en los años sesenta y setenta no han llevado a
que esas sociedades se hayan hecho más prosperas y democráticas, sino
simplemente a que cambien los que están en el poder, al que llegaron apoyándose
en el nacionalismo.
En la escuela, hay que desarrollar ante todo el sentimiento
de pertenencia a la humanidad y no fomentar la existencia de los antagonismos
con otros países, cosa que está en el origen de las guerras. Promover el
sentimiento de que todos formamos parte de una misma especie y del mismo género
humano, creo que es algo muy importante, pero el nacionalismo, como toda mala
hierba, se desarrolla por sí solo, sin necesidad de cuidados especiales.
Fomentarlo se opone al establecimiento de una escuela en verdad democrática.
Por último, menciono el deporte, lo que también puede
resultar chocante. El deporte es una actividad muy beneficiosa, que contribuye
al desarrollo físico, y que puede tener también unos efectos significativos en
la formación moral. Sin embargo, al mismo tiempo, el deporte como espectáculo
ha pasado a convertirse en una forma de fanatismo que muchas veces se fomenta y
que da lugar a conflictos sociales, incluso a crímenes, y la violencia en el
deporte es un asunto preocupante. Para muchos produce una identificación
apasionada y poco reflexiva, como el nacionalismo, que puede llevar al
fanatismo, y al odio al diferente. Naturalmente, no estoy hablando del deporte
como una práctica saludable, sino del deporte como un negocio que maneja
enormes cantidades de dinero, que se mueve por unos intereses económicos
gigantescos y con frecuencia oscuros (pensemos, sobre todo, en los grandes
clubes de futbol).
Para terminar, quiero decir que tenemos una tarea muy grande
por delante, pero que ya disponemos de muchas experiencias muy valiosas, que
muestran caminos por los que es posible transitar. Muchas de las cosas de las que
estamos hablando se han experimentado y son prácticas que funcionan. Desde
principios del siglo XX, con la escuela nueva, la escuela moderna, la escuela
activa se introdujeron cambios fructíferos en los centros escolares, pero
cambios que sólo se han aplicado parcialmente y, por desgracia, no se han
generalizado.
Hemos de tener presente que los cambios que precisamos son
globales, es decir, tienen que afectar a muchas cosas al mismo tiempo; no
podemos limitarnos sólo a un aspecto, sobre todo debemos tener claro que los
cambios educativos no son puramente cambios técnicos; no se trata de cambiar un
poquito los programas, de cambiar un poquito las formas de enseñanza, sino que
tenemos que referirnos a todo el conjunto de lo que supone la escuela que, como
una institución social, es algo muy complejo, con unos participantes, con unas
relaciones, con unos objetivos, y que sirve a unos intereses. Todo eso forma
una red en la que, en el momento en que se nos rompe uno de los nudos, se nos
puede empezar a desmoronar toda entera.
Tenemos necesariamente que trabajar desde distintas
perspectivas. En definitiva, creo que es una gran tarea con la que nos
enfrentamos los educadores, pero vale la pena empeñarse en ella. Conviene que
seamos optimistas, porque aunque la tarea sea enorme y vayamos más despacio de
lo que desearíamos, continuamos avanzando.
Autor
Juan Delval
Extraído de: La escuela para el siglo XXI
Juan Deval
Doctor en Filosofía. Catedrático de Psicología Evolutiva y
Educación en la
Universidad Autónoma de Madrid. Sus líneas de investigación
versan sobre el desarrollo del pensamiento infantil, especialmente en lo
relativo a la lógica, a la formación del pensamiento científico y a la
construcción de nociones sociales, así como a su aplicación a la formación de
conocimientos en la escuela.
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