viernes, octubre 26, 2012

Calidad educativa un tema controvertido


El Sistema Educativo sigue siendo un factor preponderante cuando se habla de distribuir los bienes culturales ¿Están preparados para actuar adecuadamente en estas sociedades de la información? ¿Cómo puede contribuir a una mejor convivencia? ¿Qué aporta todo esto a la “Calidad Educativa”?



La idea de aplicar criterios de calidad al quehacer educativo es un tema complejo, uno que requiere establecer y analizar los diferentes atributos que debe poseer un determinado sistema -aquí el educativo de nivel superior- y los criterios para precisar las bondades -y en su defecto las carencias- de cada uno de estos componentes, así como del sistema en su totalidad; este es también un tema controvertido, uno que supone, como punto de partida, asumir un gran reto, a saber: garantizar, en todo momento, que se trate de una respuesta pedagógica al análisis de un problema educativo y no de una mera propuesta técnica que le atribuya al sistema -y, por ende, a todo el resto de la vida social- un principio ajeno a su naturaleza, en particular que evite confundir la calidad de la educación con el fin empresarial de utilidad.



La situación actual marcada por la globalización hace que en el caso específicamente educativo, todos los países y sociedades del mundo, particularmente los latinoamericanos, estén inmersos en los mismos temas de discusión relativos a cómo definir lo pertinente para nuestras instituciones y garantizar su viabilidad, temas y problemas que aquí, precisamente, nos reúnen en esta oportunidad con la idea de poder establecer un rumbo común que permita mejorar nuestro sistema educativo, estableciendo objetos y criterios de análisis, vías para el desarrollo -y en su caso corrección- del sistema, metas por alcanzar y una agenda interna (lo que podemos hacer como instituciones de educación superior) y externa (lo que requerimos como insumo). Es más, debemos observar que en la diversidad ya existe un factor unificador, el lenguaje con que nos referimos a estos tópicos es idéntico; es claro que estamos frente a una especie de globalización en diversos niveles y aquí, aparte de los tradicionalmente mencionados, incluimos los de las conciencias y del discurso.



En tales condiciones, hablar de la calidad educativa puede acarrear la falsa y peligrosa idea de establecer una educación basada en criterios mercadotécnicos y productivistas. Las universidades, particularmente las públicas, no pueden limitarse a una visión empresarial que privilegie la formación de un “capital humano” dotado de conocimientos y habilidades con una cierta “calidad” para insertarse “exitosa y productivamente” en el mercado. No cabe duda que las universidades tenemos la responsabilidad de afrontar la formación de ese “capital humano” que, remitiéndonos a la vieja y rica tradición pedagógica, se entiende como un “conjunto de componentes físico-corporales y cualitativos, habilidades, conocimientos, atributos, técnicas especializadas, salud, calidad de hábitos laborales y similares que conforman la capacidad individual para realizar un trabajo productivo y aumentar el rendimiento económico positivo” (Espasa).



Pero esto no es sino una parte de la educación, aquella que se refiere a la capacitación para el trabajo, a ello hay que añadir el desarrollo libre del pensamiento crítico y de un espíritu universalista que constituyen, en todo caso, la finalidad más importante y difícil de las instituciones de educación superior.



Los datos son inquietantes, por lo menos ponen entre signos de interrogación la aplicabilidad a las circunstancias que nos son propias de ciertos parámetros de evaluación. Según los resultados del estudio “PISA” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el que se presentó el panorama de la educación en el mundo en 2005, al evaluar el desempeño de los estudiantes y la calidad de la educación, México quedó situado en la posición 38 entre los 40 países que fueron objetos de tal indagación.



La propia OCDE considera que “el gasto por estudiante continúa siendo muy bajo, especialmente a nivel de educación primaria, que es de apenas 1.46 dólares, un cuarto del promedio de la OCDE que asciende a 5.31 dólares”. Más adelante la misma organización afirma que el costo -nótese que el término “inversión en educación” se ha sustituido por el de “gasto educativo”- en secundaria el promedio de los países miembros de la OCDE es de 7.12 dólares, mientras que el de México es de sólo 2.37 dólares.



En la misma tesitura se encuentran los datos de la Academia Mexicana de Ciencias, en los que se muestra que en México sólo 0.42% del PBI es dedicado a la Ciencia y la Tecnología, mientras que en países como Vietnam aplican 2% al mismo rubro. En el estudio sobre “Reducción de la pobreza y crecimiento: círculos virtuosos y círculos viciosos” elaborado por el Banco Mundial, se revela que luego de los países del Sahara, que son los más pobres del mundo, los de América Latina y el Caribe cargan la cruz de ser los países que muestran la mayor desigualdad en todo el mundo. Tal falta de equidad se expresa, tal como lo manifiesta dicho estudio, en que 10% de la población más rica acumula 48% de los ingresos totales, mientras que 10% de los más pobres sólo acceden a 1.6%; en las sociedades industrializadas, en cambio, 10% de los más ricos acceden a 29.1% del ingreso nacional y 10% de los más pobres a 2.5%.



Por su parte, el Banco Mundial, uno de los organismos internacionales de crédito que fijó un conjunto de “recomendaciones” para modelar las instituciones educativas de América Latina y el Caribe, con la finalidad de afrontar exitosamente los retos del proceso de descentralización y globalización, sostiene que: “a pesar del enorme avance que se ha producido en las últimas tres décadas, la región de América Latina y el Caribe (ALC) aún sigue rezagada respecto del mundo desarrollado en términos de educación. Esta brecha se hace cada vez mayor en una economía global, donde el estudio, el conocimiento y las destrezas específicas son más fundamentales que nunca para obtener un salario con el cual vivir”.



Tanto para la Comisión Económica para América Latina, como para el Banco Mundial, el modelo del Consenso de Washington aplicado a los llamados “países emergentes” ha generado, en los últimos 26 años, más desigualdades económicas y, por tanto y contradictoriamente a lo planeado, una mayor marginalidad de la población respecto del mercado.



Aún aceptando la legitimidad científica de los criterios de la OCDE en la evaluación de la calidad de la educación, ésta sería sólo una aspiración en nuestros paises pero, de ninguna manera, una realidad. Donde prevalece la pobreza, la marginalidad y las bajas inversiones en educación es muy difícil plantear la cuestión de la calidad sin caer en actitudes discrecionales.



De ahí que el tema sea controvertido y de ahí, también, podría derivarse otra más de las sustanciales diferencias que existen entre lo que se dice sobre la educación y lo que la educación es.



El panorama económico en el que se sitúa la educación nacional no es el más adecuado para experimentar formas conocidas de control de la población escolarizada y de los cuerpos académicos sino, quizás, para repensar desde nuestras propias concepciones, desde nuestra propia identidad cultural y desde nuestros propios valores y principios, cuáles son las modalidades más adecuadas para reformar el sistema educativo nacional. Evidentemente la cobertura de la educación superior es un aspecto fundamental para evaluar la calidad de un sistema educativo. Bien sabemos que en las últimas décadas se ha multiplicado el número de alumnos y alumnas en el nivel de educación superior, tanto de licenciatura como de posgrado; pero también sabemos que las cifras alcanzadas en términos del número de profesionales egresados y de investigadores formados, son todavía muy bajas en comparación con otros países incluidos en la evaluación de la OCDE. Tenemos, según los datos del reciente Conteo del INEGI, a la población dividida en dos: la mitad de la población es menor de 22 años y la otra mitad mayor de esa edad. Esto significa que 50% está en la edad en la que su incorporación a las diversas formas de la educación es imprescindible para formarse como ciudadanos cultos, activos, y críticos y la otra mitad, la de mayor edad, también.



El esfuerzo observado en el ámbito de la educación superior para impulsar el desarrollo profesional del profesorado, la mayor participación de académicos de tiempo completo con el grado de maestría o doctorado en las diversas fases del proceso educativo, es loable y es una clara evidencia del rumbo que han escogido las IES y que es, hoy día, motor de desarrollo. La descentralización de la educación superior ha avanzado y tenemos hoy una competencia sana y una colaboración notable entre las universidades de los estados y del centro del país. La mejoría de las instalaciones de nuestras entidades, aunque insuficiente, marca una dirección clara para su continuo desarrollo y poder sustentar pertinentemente los procesos de docencia e investigación. Ante un sistema de financiamiento regido por la incertidumbre y no adecuado para la realización de una planeación de actividades a mediano y largo plazos, las instituciones han logrado avances importantes en cuanto a la autorregulación y transparencia de sus procesos administrativos. Si bien esto ha sido significativo, una administración republicana no puede ser la única alternativa de donde emerja la solución a los problemas generales de la educación superior, pero sobre todo la posibilidad de ampliar la cobertura de un sistema que permita una formación de calidad. ¿Pero cuál es esta?







Extraído de
José Lema Labadie
LA CALIDAD EDUCATIVA, UN TEMA CONTROVERTIDO
Reencuentro, diciembre, número 050
Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco Distrito Federal, México

viernes, octubre 19, 2012

¿Fracaso escolar o fracaso de la sociedad?


¿Para qué sirve educarse? ¿Es para mejorar la posición social? ¿Mantenemos una visión utilitarista de los aprendizajes? ¿Qué motivación existe en padres, alumnos y docentes? ¿Interesa aprender? ¿No será esta la usina que genera los obstáculos que impiden acceder al camino de la Calidad Educativa?



Detrás de las cifras de fracaso escolar existe en realidad un fracaso de la sociedad en su conjunto, que tiene una visión de la educación meramente utilitarista y no como un instrumento de la formación integral de la persona. Continuas modificaciones en la legislación educativa crean inestabilidad en el sistema educativo y cuando todavía no se ha desarrollado una ley, un nuevo gobierno aprueba otra, al considerar que la educación es un asunto clave de la acción política y de la toma de decisiones.


La sociedad ha cambiado de manera vertiginosa y ha disminuido el tiempo que padres y madres dedicamos a nuestros hijos e hijas, debido, entre otras causas, a los cambios en el tejido productivo y eco nómico y a la incorporación de la mujer al mundo laboral, que se traducen en dificultades para conciliar la vida laboral y familiar. La televisión ha sustituido en muchos hogares al intercambio de opiniones y a la conversación entre los miembros de la familia. Niños y adolescentes pasan solos muchas horas, y cuando están acompañados no existe una comunicación fluida con sus padres. En ocasiones, los padres pagan una academia, en la cual, en general, el hijo recibe una instrucción no personalizada y desconectada de las actividades que se realizan en el colegio o instituto. Los padres tampoco entienden el mundo del adolescente, que, a menudo les resulta incomprensible.


Los alumnos, grandes protagonistas de la educación, en ocasiones tienen poco que decir de sus propios estudios. Nadie les consulta lo que quieren saber o lo que les interesa y se encuentran bregando con historias ajenas, que otros han pensado para ellos. Las grandes carencias de su quehacer cotidiano pasan, en algunos casos, por la falta de motivación y de interés.


En cuanto al profesorado, una de las cuestiones principales es la falta de vocación que invade a un sector de este colectivo. Hace años obtener una plaza de funcionario del Estado era muy valorado socialmente. Un ejército de licenciados abocados probablemente al desempleo vislumbraba una salida profesional haciendo un curso de adaptación pedagógica y obteniendo una plaza de profesor. Como consecuencia de ello muchos profesores, sin las herramientas pedagógicas para transmitir conocimiento y pasión por el mismo, dan clase en aulas de secundaria y se sienten desbordados ante situaciones de lo más variadas. Los alumnos también se dan cuenta de que a algunos profesores la educación y el alumnado les interesan poco. Raramente se ponen en lugar de los alumnos, y mantienen una relación jerárquica, donde las evaluaciones y los exámenes son las herramientas del profesor en esta interacción. Parece que aprender es secundario en este proceso.


Finalmente, la educación en general no indica ya un status elevado socialmente, ni tiene la consideración de antes. Hoy muchos licenciados están desempleados, mientras que obreros especializados tienen trabajo y un buen nivel económico. Muchos de estos especialistas son padres de alumnos que piensan que, si a ellos les fue bien, por qué han de esforzarse en los estudios sus hijos. En la actualidad, la educación sólo se valora en relación al dinero que puede proporcionar o las cosas que permite comprar. En una sociedad de consumo, la educación se vende mal.


"En la actualidad, la educación sólo se valora en relación al dinero que puede proporcionar o las cosas que permite comprar".




Extraído de
Padres y madres de alumnos y alumnas
Autor
Antonio López
Presidente de la Federación de APAs de Toledo (FAPA Toledo)


jueves, octubre 11, 2012

Avanzar desde enfoques homogéneos y estandarizados a políticas que consideren la diversidad con cohesión social

Una de las caras de la Calidad Educativa es la relacionada con la Inclusión. No es posible pensar en una educación de calidad, en un contexto excluyente.
Uno de los aspectos necesarios a considerar, el la atención a la diversidad ¿Puede hacerse esto desde un enfoque único y estandarizado? ¿Qué rol cumple la autonomía escolar? ¿Cómo debe ser la evaluación en estos nuevos contextos?
Ofrecer una educación de calidad a la diversidad del alumnado exige transitar desde un enfoque homogeneizador, en el que se ofrece lo mismo a todos, que suele reflejar las aspiraciones de las culturas y clases dominantes y profundiza las desigualdades, a enfoques que consideren la diversidad de identidades, necesidades y capacidades de las personas, valorando las diferencias como algo que enriquece los procesos de enseñanza y aprendizaje (OREALC/UNESCO). El punto clave es cómo avanzar hacia una educación que asegure la igualdad respetando al mismo tiempo la diversidad sin caer en opciones educativas excluyentes o de desigual calidad.



Las políticas y prácticas a favor de la igualdad pueden anular la diversidad, pero también puede ocurrir que las políticas y las prácticas que promueven la diversidad mantengan, enmascaren o fomenten algunas desigualdades (Sacristán, G.). Lograr un equilibrio entre la atención a la diversidad y la cohesión social requiere que existan unos principios, orientaciones y aprendizajes comunes para todos, que aseguren la igualdad de oportunidades, diversificando al mismo tiempo la oferta educativa, el currículo, las prácticas pedagógicas y los sistemas de evaluación para atender a las diferencias.



Oferta educativa diversificada equivalente en calidad
El desafío es ofrecer diferentes opciones, equivalentes en calidad, para atender a la diversidad de necesidades de las personas y a las características de los contextos en los que se desarrollan y aprenden. La diversificación de la oferta educativa (modalidades y trayectorias educativas formales y no formales, y lugares de aprendizaje) y el establecimiento de puentes entre las diferentes etapas y modalidades son aspectos clave para hacer efectivo el aprendizaje a lo largo de la vida, ofreciendo múltiples oportunidades de ingreso y egreso para quienes desean completar o proseguir estudios, lo cual es un problema importante en la región, dados los altos índices de abandono escolar. La diversificación de la oferta educativa debe acompañarse de mecanismos y estrategias que contribuyan a fortalecer la demanda por una educación de calidad de aquellas personas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad, porque su mayor acceso a la educación no ha significado necesariamente mayores oportunidades para aprender.



Para garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso, el Estado tiene la obligación de proveer instituciones y programas educativos suficientes a lo largo del país, y que estos sean accesibles para todos. La accesibilidad involucra dos dimensiones: la accesibilidad física, escuelas que sean seguras y que estén a una distancia razonable, eliminación de barreras arquitectónicas, o modalidades que utilicen las nuevas tecnologías; y la accesibilidad económica, eliminando los obstáculos económicos que limitan el derecho a la educación y asegurando la gratuidad de la educación obligatoria y de la escuela pública.



Currículos y procesos pedagógicos centrados en las necesidades de todos los estudiantes y contextos
Uno de los elementos fundamentales de la inclusión es promover la máxima participación de todos los estudiantes en el currículo y las actividades educativas para que tengan éxito en su aprendizaje. La atención a la diversidad requiere avanzar hacia el diseño de “currículos universales” que consideren de entrada los diferentes puntos de partida y las necesidades de aprendizaje de todos los estudiantes para que sea accesible a todos sin necesidad de realizar adaptaciones o diseños especiales para ciertos alumnos o grupos que terminan siendo opciones segregadas. Un diseño accesible a todos ha de considerar el aprendizaje en la lengua materna, los aportes de las distintas culturas, el desarrollo de estrategias y materiales pertinentes desde el punto de vista cultural o de género, o la provisión de materiales y equipamientos para los estudiantes con necesidades educativas especiales.



La atención a la diversidad requiere necesariamente un currículo abierto y flexible que se pueda concretar y enriquecer en función de las diferentes necesidades de los estudiantes y de los contextos. En buena lógica, los diferentes niveles de concreción de un currículo abierto permiten dar una respuesta cada vez más precisa y ajustada a la diversidad, pero su mera existencia no ha sido garantía suficiente para lograr este propósito. Por un lado, la sobrecarga de contenidos de los currículos establecidos a nivel central deja un escaso margen para incorporar aprendizajes relevantes desde el punto de vista de las necesidades de los estudiantes y del contexto local. Por otro lado, la arraigada cultura de la homogeneización y la escasa tradición de autonomía en la toma de decisiones curriculares tampoco han facilitado incorporar la diversidad, y los espacios para la diferenciación curricular también suelen caracterizarse por la homogeneidad.



La apertura y flexibilidad curricular, por tanto, no son suficientes para atender la diversidad, es necesario que los diseños, en sus diferentes niveles de concreción, rompan con la homogeneización considerando al menos los siguientes aspectos: contemplar de forma equilibrada las competencias necesarias para ejercer la ciudadanía mundial y local; promover el desarrollo de las diferentes capacidades y de las múltiples inteligencias, adoptar un enfoque de equidad de género, promover el conocimiento y la vivencia de los derechos humanos, tener una dimensión intercultural para todos y considerar el bilingüismo y el conocimiento de la propia cultura para los estudiantes de pueblos originarios.



Si bien el diseño curricular es un elemento importante para que la educación sea más pertinente para todos, es en las prácticas pedagógicas y las relaciones interpersonales donde esta adquiere mayor significación. La enseñanza multinivel es un elemento clave para atender la diversidad, lo cual requiere planificar actividades y situaciones de aprendizaje diversificadas que consideren los distintos intereses, niveles de competencia, estilos y ritmos de aprendizaje, el uso de una multiplicidad de medios para motivar y facilitar la comprensión y expresión de todos los estudiantes, la utilización de un amplio abanico de estrategias de enseñanza y la organización del currículo de forma interdisciplinar, ya que muchos estudiantes tienen dificultades para relacionar, transferir y generalizar el conocimiento cuando se les presenta la realidad de forma fragmentada (Martin, E.).



Sistemas de evaluación de la calidad que consideren la diversidad y retroalimenten el currículo de modo que sea pertinente para todos

Los sistemas de evaluación de la calidad pueden constituir un factor de exclusión, especialmente en aquellos países en los que se establece un sistema de incentivos basado en los resultados de aprendizaje y se usa la información para establecer una comparación entre escuelas. En estos casos, los centros presionados por obtener buenos resultados tienden a excluir a aquellos estudiantes más “difíciles” o “costosos de educar”. Por otra parte, los instrumentos de evaluación no suelen considerar la diversidad del alumnado conteniendo ítems que no son pertinentes para niños de pueblos originarios, de las zonas rurales, urbanas marginales o para las niñas. Esta falta de pertinencia puede enmascarar el verdadero grado de aprendizaje de ciertos grupos dentro de la sociedad.



No se está poniendo en duda la necesidad de evaluar los aprendizajes, porque es un aspecto fundamental para el desarrollo de las políticas y prácticas educativas. La cuestión es cómo diseñar sistemas de evaluación que no sean excluyentes y que proporcionen información sobre el aprendizaje en sentido amplio, considerando los distintos tipos de competencias, los factores que inciden en el nivel de desempeño y el valor agregado de la escuela. Una evaluación, en definitiva, que sirva para identificar aquellos factores que están limitando el aprendizaje y la participación de los estudiantes y el desarrollo de las instituciones educativas, con el fin de proporcionar a cada centro los recursos y apoyos que requiere para atender las necesidades educativas de su alumnado.







Extraído de
La atención educativa a la diversidad: las escuelas inclusivas
Rosa Blanco
En
Calidad, equidad y reformas en la enseñanza
Álvaro Marchesi
Juan Carlos Tedesco
César Coll
Coordinadores


miércoles, octubre 03, 2012

"Calidad Total" en Educación


El término “Calidad Educativa” es de reciente aparición, y tiene sus orígenes en nociones nacidas en la Economía, “Calidad total” se considera a la “plena satisfacción del cliente”, pero ¿Podemos asimilar al educando como un “cliente”? ¿Qué efectos podemos prever de la aplicación de estos conceptos? ¿Cuál es la ideología subyacente?

 Un menú en forma de oferta educativa para los clientes parece ser la respuesta educacional de las políticas neoliberales de nuestros días, con el atrayente nombre de “Calidad Total”, que no es otra cosa que un caballo de Troya bien presentado pues, ¿quién no quiere mayor calidad en la educación de sus hijos? Así pues, sirviéndose de esta pregunta retórica, los sistemas neoliberales, en defensa de una calidad educativa, encierran dentro del caballo de Troya una educación para la calidad.


Dentro de un modelo de Calidad Total, éste adopta un modelo empresarial fuera de lugar dentro de un contexto educativo, en el cual el cliente se convierte en el eje central. El mundo empresarial y su gestión no están preparados para asumir una cultura escolar, al igual que ésta no está preparada para asimilar una gestión del mundo empresarial debido a la diferencia de conceptos y contextos en los que se mueven y, por qué no decirlo, debido a los fines tan diferentes hacia los que se dirigen, dado que el modelo de Gestión de la Calidad Total parte de una filosofía en la que su finalidad gira entorno a la satisfacción del cliente, que a su vez, debe ser una persona que se acople a los requisitos buscados de modelo de cliente, teniendo como finalidad comercial última la de competir y obtener el máximo de ganancias, por lo que nos encontramos ante unos fines muy diferentes a los que la escuela pública debe de responder: la socialización, la formación en valores democráticos, ciudadanos críticos y participativos, capaces de construir una sociedad más justa y no tan solo reproducir el modelo de sociedad e injusticia social.


Una Calidad Total dentro del marco escolar supone transformar todos los componentes del sistema escolar para que tanto los procesos como los resultados obtenidos se enmarquen dentro de la excelencia, pero una excelencia para unos pocos y no para su conjunto como sería obvio en un sistema de valores democráticos capaz de garantizar una equidad en educación y proteger a los más desfavorecidos, tomando en cuenta su contexto y origen, sin embargo, “La calidad total está vendiendo una educación a la carta, cuando en realidad lo que intenta es introducir un modelo de gestión en que tanto unos como otros sean admitidos a la carta por las instituciones educativas en función de las ofertas e intereses de éstos y sus gestores” (Fernández Sierra), estimulando la gestión de la calidad total la competitividad para así, poder seleccionar y clasificar, para una futura detección y captación de los que podrían ser clientes en potencia.


Desde un modelo de Gestión de la Calidad Total en educación, podemos ver como un líder es la persona encargada de conseguir los objetivos buscados por la empresa, de tal modo que está encargado de ser dinamizador de los “equipos de trabajo” y de potenciar todos los elementos y recursos puestos a su disposición para lograr el éxito. Un modelo como éste, dentro del contexto educativo, da lugar a dejar de lado la compensación de las desigualdades que puedan haber por origen social o contexto, siendo aquí el elemento abanderado la meritocracia (Fernández Sierra), donde el esfuerzo y capacidades de cada uno están por encima de cualquier otro elemento compensador, olvidando que la escuela es un espacio democrático y un medio e instrumento del que se ha dotado la sociedad para asegurar el acceso a una ciudadanía en igualdad de condiciones, sea cual fuere el origen social o contexto del que provienen el futuro de nuestras sociedades.


Siguiendo en una perspectiva del mundo empresarial y de una educación al servicio de la calidad total, las escuelas-empresas desde el modelo anteriormente citado, evalúan la calidad tomando como referencia dos aspectos fundamentales en sus mediciones que son, por una parte la efectividad, y por otra parte la eficiencia, que posteriormente son las claves para la elección que hará el consumidor (Carbonell Sebarroja), de tal modo que la escuela se convierte en un instrumento reproductor de las desigualdades sociales, de una economía de la globalización, donde la excelencia académica, junto a la eficacia y la eficiencia son los ejes transversales de la escuela, transformándose así la función de la escuela en una función empresarial, cuyo último objetivo es proporcionar al mundo laboral mano de obra que responda a las necesidades de una economía globalizada y de un mundo laboral en constante cambio para lo que el mundo empresarial exige a la escuela una respuesta, instrumentalizando ésta a los designios cambiantes de una era posmoderna y neoliberal, donde el hombre poco a poco llega a una pérdida de identidad y de valores en pos de una liberalización de todos los sectores de la vida, para lo cual, la propuesta económica neoliberal fomenta y da fuerza a los aspectos más detestables de la posmodernidad, tales como la de una cultura consumista y los de una subjetividad aislacionista (Angulo Rasco). Esto nos lleva a una instrumentalización política de la escuela de los sistemas neoliberales que pasa a través de la gestión privada y de políticas encaminadas hacia una calidad total, que no es más que un caballo de Troya que lleva en su interior una segmentación y clasificación de la educación al servicio de los intereses de unas economías en constante cambio y con unas necesidades que el caballo de Troya esconde bajo el reluciente aspecto de “Calidad para Todos” que no es más que la calidad de unos pocos que corresponden al perfil que busca de cliente de la calidad total.





Extraído de
¿EN BUSCA DE LA CALIDAD PERDIDA?
Daniel Carlos Briet Planells
Universidad de Almería (España)





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