miércoles, enero 25, 2012

Calidad educativa según enfoques conductistas

Los enfoques conductista han dominado el ámbito educativo en buena parte del siglo XX, aunque parece haber desaparecido del ámbito del “saber sabio pedagógico”, mantiene su presencia en muchas escuelas, y fundamentalmente en las creencias sociales ¿Cuál es el significado de "Calidad Educativa" según este punto de vista?



La teoría conductista va en dirección opuesta a la del humanismo. Se basa en la manipulación del comportamiento por medio de estímulos específicos. El conductismo ejerció una influencia considerable en la reforma de la educación durante la primera mitad del siglo XX (Blackman, 1995). Sus principios fundamentales son los siguientes:

Los alumnos no poseen la motivación o la capacidad intrínseca para elaborar sus propias interpretaciones.

El comportamiento humano se puede prever y controlar por medio de recompensas y castigos.

La cognición se basa en el modelado del comportamiento.

Las pedagogías deductivas y didácticas, por ejemplo las tareas graduadas en dificultad, el aprendizaje de memoria y la memorización, son útiles.

Aunque pocos pedagogos aceptan la totalidad del programa conductista en su forma original, en muchos países se pueden observar elementos de prácticas conductistas en los programas de formación de docentes, los planes de estudios escolares y los métodos que los profesores aplican efectivamente en las aulas.

Las formas de instrucción directa o estructurada, que ocupan un lugar importante en el presente Informe, comparten un elemento clave con la corriente conductista, a saber: la convicción de que de los resultados del aprendizaje deben ser objeto de un seguimiento y de que la información de retorno frecuente es fundamental para motivar y orientar a los educandos.

La calidad en la corriente conductista
  • Se propugna la adopción de planes de estudios normalizados, definidos y controlados desde el exterior, y basados en objetivos prescritos y determinados independientemente del educando.
  •  Se considera que la evaluación es una medición objetiva de los comportamientos aprendidos con respecto a criterios de evaluación preestablecidos.
  • Los tests y exámenes no sólo se consideran un elemento esencial del aprendizaje, sino también el medio principal para planificar y distribuir recompensas y castigos. 
  • El docente dirige el aprendizaje, en su calidad de experto que controla los estímulos y las respuestas. 
  • Se privilegian los ejercicios de aprendizaje progresivo que refuerzan las asociaciones deseadas en la mente del educando.



Fuente
Informe del seguimiento de la EPT (Educación para todos) en el mundo.
El imperativo de la calidad
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

martes, enero 17, 2012

Dirección escolar e innovación educativa

Transitamos un momento bajo el “paradigma de la innovación”, pero ¿Toda innovación conduce a una mejora? ¿Qué condiciones debe darse? ¿Qué sucede con la dirección escolar? ¿Hacia dónde reformar? Los siguientes párrafos de M A Santos Guerra se refieren al tema:



Allá en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento
de la exposición en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto los Pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.
Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos»
Monterroso, Augusto (1997): La oveja negra y otras fábulas. Alfaguara. Madrid.

Las palabras que utilizamos pueden servir para entendernos pero también para confundirnos. Pueden liberarnos pero también oprimirnos. Digo esto porque el discurso pedagógico está lleno de trampas semánticas que se ponen al servicio de intereses espurios. La innovación por la innovación no es un valor. Lo es si el cambio está aparejado a la racionalidad y, sobre todo, a la justicia. No se puede identificar cambio con mejora. No me apunto a un cambio en el que se beneficien los que están ya muy favorecidos por la historia, la cultura y la economía y que perjudique a los más desfavorecidos. No defiendo una innovación en la que solamente se mejoren aspectos irrelevantes de la realidad y en la que permanezcan estancados los verdaderamente importantes.

Pongámonos de acuerdo previamente. ¿A qué tipo de innovaciones nos estamos refiriendo? ¿Cómo las buscamos? ¿Quiénes las ponen en marcha y por qué? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar con el fin de alcanzarlas? ¿En qué plazos se muestran los beneficios? Son preguntas decisivas que debemos dilucidar antes de ponernos a buscar desenfrenadamente cambios y transformaciones indiscriminadas. No soy partidario de las innovaciones sin ton ni son.

Los mismos problemas semánticos se presentan al referirnos a la dirección escolar. Cuando formulamos el deseo de mejorar la dirección de las escuelas, ¿nos estamos entendiendo? ¿Compartimos el contenido profundo de los términos? Si dirección es control, autoritarismo, fiscalización..., no. Si mejora es acentuar las dimensiones jerárquicas, impositivas, centralizadoras..., no. Entiendo la dirección como un proceso de coordinación de las voluntades y de los esfuerzos. Como una fuerza capaz de que todos aporten lo mejor de sí mismos. Como un modo de generar ilusión, iniciativa y autonomía. Como un clima que hace posible que las plantas crezcan y florezcan. La palabra autoridad proviene del verbo latino auctor, augere, que significa «hacer crecer».

El director (me gusta más hablar de equipo directivo) no es el que piensa por todos, el que decide por todos y para todos, el que se responsabiliza de todo, el que estimula a todos los integrantes de la comunidad educativa. El director no es la persona de la que siempre tienen que salir las iniciativas, sino la que hace que surjan con más facilidad, frecuencia y, sobre todo, con más calado moral. Una dirección absorbente, centralizadora y autoritaria resulta desprofesionalizante para los profesores, no les permite pensar, ni actuar, ni crecer.

Existe el peligro de querer renovar las escuelas mejorando jerárquicamente la dirección. Es un error o, al menos, una limitación. ¿Puede haber un director que actúe positivamente con un claustro mal preparado, desmotivado, mal organizado, poco estable? ¿Puede haber un ejercicio de la dirección adecuadamente encaminado a la mejora de la acción educativa si se potencian las funciones pedagógicamente pobres de la dirección? Las tareas que realizan los directores definen su perfil profesional (Gimeno). Es deseable potenciar las tareas directivas encaminadas a la elaboración, desarrollo y evaluación de un proyecto ambicioso de escuela, de un proyecto innovador.

Creo que hoy existen tres graves peligros en la concepción y en la práctica de la dirección escolar: el gerencialismo (que pretende identificar la escuela con la empresa), el personalismo (que potencia la visión jerárquica del poder en la escuela) y el profesionalismo (que recorta la participación democrática).

Si el equipo directivo concibe, impulsa y desarrolla siempre las innovaciones, cabe preguntarse:

a) ¿Cómo las viven los profesores, los padres y los alumnos? ¿Como una orden, como una invitación, como una sugerencia, como una petición? Es fácil que, si las iniciativas tienen carácter jerárquico, provoquen resistencias o inhibiciones.
b) ¿Qué sucederá cuando no lo haga, cuando se inhiba o no tenga la iniciativa y la convicción necesarias para impulsar proyectos y experiencias? Es probable que los profesores se queden cruzados de brazos esperando que se les haga una nueva invitación.
c) ¿Qué posibilidades existen de que los profesores aprendan a formular preocupaciones, a sistematizar iniciativas, a realizar propuestas de cambio? Llegará un momento en que se consideren incompetentes o indiferentes.

Quiero decir que hay formas de dirigir que aplastan la iniciativa, que provocan la indiferencia, que conducen a la rutina. Unas veces porque la dirección lo quiere hacer todo. Otras porque no permite hacer nada.

El equipo directivo ha de hacer posible la innovación en el ámbito de la escuela entendida como unidad de planificación, acción, y evaluación. De esta forma, la práctica se convierte en un excelente modo de formación para los profesionales. La escuela aprende y se mejora a través de la reflexión sistemática que sus integrantes realizan sobre la práctica (Santos Guerra).


Extraído de
Dirección escolar e innovación educativa
Miguel Angel Santos Guerra
Miguel Ángel Santos Guerra es Doctor en Ciencias de la Educación y catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga. Ha escrito numerosos libros y artículos sobre organización escolar, evaluación educativa y formación del profesorado.
Incluido en:
Experiencias De investigación, intervención y formación en gestión de La educación básica
Primer y segundo foros nacionales
Coordinadora: Lucía Rivera Ferreiro




lunes, enero 09, 2012

Algunas dificultades en el proceso de innovación en instituciones educativas

Innovar ¿Es suficiente con cambiar las instituciones escolares, para mejorar? ¿Qué sentido deben tener las modificaciones? ¿Hacia dónde deben apuntar? En los siguientes párrafos reproduzco reflexiones, con la calidad de M A Santos Guerra.



Los Centros han de ser escenarios de la participación de todos los miembros de la comunidad escolar. Y, en su escala, las aulas. No se puede aprender la democracia transformadora solamente porque se hable de ella. Es necesario practicarla. La democracia exige correr riesgos, exige un ensayo largo, interminable. Por eso es tan frágil.

Ethos democrático equivale a decir individuo moral, cultural, socialmente autónomo. Sin esta personalidad democrática la democracia declina. La difusión hegemónica de la personalidad democrática es el único fundamento de la democracia, su única posible garantía (Cortina).

El ethos democrático se adquiere solamente en el ejercicio de los derechos democráticos. Derecho a opinar, a decidir, a participar, a reunirse, en igualdad de condiciones.

Cuando hablo de igualdad derechos y de oportunidades me refiero no sólo a los alumnos y profesores sino a hombres y mujeres, a ricos y pobres, a payos y gitanos en las escuelas.

El acentuado sexismo instalado en el sistema educativo y en la práctica de muchas escuelas, exige una revisión de las estructuras, las actitudes y los comportamientos.

Individualismo
La cultura de los centros ha estado asentada sobre el individualismo. Es necesario que avance hacia una cultura de la participación y de la democracia. (Santos Guerra). Cada profesor/a interviene en su aula y se preocupa de su perfeccionamiento, cada alumno/a se preocupa de su evaluación. No se pueden impulsar innovaciones globalizadoras si existe un individualismo exacerbado en las actitudes y en las estructuras organizativas de la escuela.

Rutinización
La práctica educativa de los Centros se perpetúa de un año para otro sin que se someta a un análisis estructural, sin que se canalicen las opiniones de todos los integrantes a través de una reflexión rigurosa que permita mejorar la racionalidad y la justicia de las prácticas que se realizan dentro de las escuelas.

Tiempo
La práctica de la innovación exige un tiempo mayor que el que se necesita cuando existe un mecanismo rutinario basado en automatismos. Intercambiar opiniones, dar cauce a la discusión, atender a las minorías, tener en cuenta la discrepancia, favorecer la decisión participada, etcétera. Requiere un tiempo que no siempre se está dispuesto a utilizar. Las prisas, la impaciencia, el dogmatismo, el miedo al fracaso, etcétera, recortan los tiempos destinados a la participación y a la retroalimentación de la comunicación en las innovaciones.

Desinterés
El escepticismo, la falta de convicción respecto al cambio efectivo, las malas experiencias, la falta de limpieza en las reglas del juego, etcétera, alejan muchas veces a los alumnos/as de la participación. Entienden que las normas de la participación están trucadas y que solamente se produce un simulacro de democracia. Descubierta la trampa, deciden no implicarse, no comprometerse en la dinámica de la decisión y de la participación.

Impaciencia
No se improvisa el talante innovador, no surge repentinamente la participación. Es preciso un largo tiempo de práctica de de entrenamiento. Así lo reconocen Hanson y Ulrich (1992): Aprender los mecanismos y las técnicas de organización y gestionar las instituciones de una democracia recientemente formada es un proceso que tiene lugar en el tiempo. La impaciencia lleva, a veces, a realizar análisis precipitados y poco rigurosos y a tomar decisiones arbitrarias.

Meritocracia
Si la forma fundamental de hacer méritos es asistir a cursos y Congresos resulta complicado dedicar tiempos y esfuerzos a realizar reflexión e innovación en los Centros ya que se considerará una forma de «perder el tiempo». Si el perfeccionamiento se circunscribe a la acumulación de certificaciones es difícil impulsar proyectos encaminados a mejorar la escuela.

Las dificultades no deben impedir el avance. Es preciso interrogarse sobre la naturaleza democrática de las estructuras docentes. Las aulas y los centros pueden convertirse en pequeñas dictaduras en las que el conocimiento establecido, las reglas impuestas y la autoridad de los profesionales dejen sin voz, sin decisión y sin libertad a los estudiantes.

La educación no es una cuestión técnica, asépticamente desprovista de compromiso y de valor. No existe esa pretendida neutralidad que se suele invocar para la escuela y la educación. Si algún mérito cabe a la ética que nos ocupa, es precisamente el de haber desentrañado en los actos de habla y en el factum de la argumentación esa forma de racionalidad que niega legitimidad a cualquier forma de dictadura –individual, grupal, colectiva– y constituye la condición de sentido de una democracia participativa (Cortina).

El compromiso de los profesionales, de los estudiantes, de las familias y de la sociedad en general es el de luchar por una escuela que pueda convertirse en un fermento de la participación democrática en la sociedad, porque ella misma la practica, la explora y la enriquece.

En el espejo de la escuela podrían mirarse no sólo quienes están en ella sino todos los que la contemplan. Todos verían reflejada en ella la imagen de su dignidad, la incuestionable dignidad de cada ser humano. Lo deseable sería, pues, que ese espejo reflejase los valores de la justicia, de la igualdad y de la participación democrática.


Extraído de
Dirección escolar e innovación educativa
Miguel Angel Santos Guerra
Miguel Ángel Santos Guerra es Doctor en Ciencias de la Educación y catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga. Ha escrito numerosos libros y artículos sobre organización escolar, evaluación educativa y formación del profesorado.
Forma parte de
Experiencias De investigación, intervención y formación en gestión de La educación básica
Primer y segundo foros nacionales
Coordinadora: Lucía Rivera Ferreiro

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