domingo, noviembre 11, 2012

La convivencia en la escuela

La convivencia pasó de ser un tema disciplinario, a formar parte de la agenda, cuando de hablar de “Calidad Educativa” se trata. No estaremos en ese camino si allí existen problemas que impidan aprender a vivir con otros, a la tolerancia, a la participación, pero ¿A qué llamamos “Convivencia escolar”?



 Entendemos por “convivencia escolar” el conjunto de las interrelaciones que tienen lugar en la escuela entre los diferentes actores vinculados con las tareas de la enseñanza y el aprendizaje. Con este motivo, en la escuela se suscitan muchas y diversas situaciones. Algunas están comprendidas dentro de lo prescrito y de lo esperable, y otras muchas resultan del orden de lo imponderable; unas recogen la necesaria tensión entre lo instituyente y lo instituido, otras la adecuación y el cambio; muchas entrecruzan los intereses personales con situaciones que guardan intereses comunes. En todas ellas, la escuela tiene una importante función tanto socializadora como individualizadora. Todas ellas conllevan un aspecto de enseñanza y otro de aprendizaje. En todas ellas, se puede encontrar o no la posibilidad de aprender a ser mejores personas interrelacionándonos con los otros.



De las distintas maneras que resulten de tramitar lo que ocurre en la vida cotidiana escolar, se irá conformando el proceso de la convivencia, es decir, la escuela irá creando el dispositivo que se da para interactuar con otros, para regular los conflictos y para encarar las situaciones que hacen a la enseñanza y al aprendizaje. La creación de este dispositivo, que encauza la interacción y da marco al aprendizaje, es una competencia ineludible de la escuela. Como tal no existe de una vez para siempre; por el contrario, resulta y se sustenta de los intercambios cotidianos que lo alimentan y desarrollan. En palabras de Miquel Martínez, es sobre la creación de este dispositivo, de este escenario, donde resulta posible aprender a convivir y, por tanto, aprender a vivir mejor de como lo hacemos habitualmente. El mismo autor agrega que es conviviendo como las personas aprendemos o no a ser felices, a la vez que resulta difícil imaginar cómo aprender a ser personas sin aprender a ser en la convivencia con los demás.



Cuando entendemos la convivencia como un dispositivo de construcción colectiva, efecto de los intercambios y relaciones entre los distintos miembros de la comunidad educativa y de los valores y las normas que la sustentan, y ya no como un conjunto de dificultades individuales de algunos que aprenden o enseñan, “se nos abre la posibilidad de pensarla como una problemática educativa”. Al situarla en este marco, comienzan a tener protagonismo cuestiones como la posición de los docentes en la relación pedagógica o en la intervención para solucionar conflictos; las formas y niveles de autoritarismo; los vínculos entre los docentes, entre los alumnos y los docentes, entre los alumnos o entre la escuela y los padres como la relación de la escuela con la comunidad; los climas institucionales; la valoración del esfuerzo de los alumnos; las metodologías usadas; las posibilidades de participación; las prácticas… entre muchos otros aspectos. Parece fundamental, entonces, colocar estas cuestiones en un marco donde aprender a vivir con otros constituya un eje central de las experiencias de aprendizaje que los alumnos puedan desarrollar en la escuela y de la enseñanza de los docentes.



Pensar la convivencia escolar como un dispositivo de construcción colectiva nos permite situar la problemática en el ámbito educativo, ámbito de incumbencia específico de la escuela. Sin duda que en muchas de las situaciones que se manifiesten, se hará evidente que no podrá sola y, por ello, será oportuno instalar alianzas o propiciar trabajos en red para encauzar el tratamiento de lo que allí ocurra. Pero, al delimitar su ámbito de incumbencia, nos permite hacer visibles las dimensiones de los problemas, reconocer debilidades y fortalezas, y situar más adecuadamente las secuencias de acciones necesarias. Por otra parte, nos parece que, pensada de esta manera, da lugar a una mirada más inclusiva, que recoge los distintos modos de relación que se producen en las instituciones educativas, a diferencia de la que prioriza o instala en algunos la alternativa negativa o indeseable de la violencia, la indisciplina o la desmotivación. Esto no quiere decir que no se las reconozca como posibilidades del vínculo y que la escuela necesita dar una respuesta contundente, cuando estos hechos suceden, y canalizarlos hacia fines más positivos en los que el respeto y el diálogo con el otro sea una realidad.



Más aún, cuando la situación afecta directamente las posibilidades de brindar una educación de calidad, que sirva de referencia vital para quienes son educandos como también para el profesorado, para que pueda sentirse bien y partícipe de sus actividades.





Extraído de
El desafío de la convivencia escolar: apostar por la escuela
Alicia Tallone
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone
Coordinadores




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